Estallido social y escenas/escenarios del conflicto

El estallido social “unificó” la sociedad chilena a través de la pregunta generalizada por la representación del país. ¿Qué era Chile? Al mismo tiempo, la unificó al generar una politización extendida que la puso radicalmente en cuestión. Chile como totalidad se “articuló” a través de la dinámica del conflicto social expresado en las calles y otros espacios. El “Chile Despertó”, desde el lado en que se estuviera cubrió, con distintas intensidades y protagonismos, al país total. De allí las afirmaciones generalizadamente escuchadas o escritas acerca de que “el país cambió” o “ya nada podrá ser igual”.

El estallido social, que también ha recogido y activado memorias y herencias históricas (no es solo emanación de un puro presente) se ha expresado en el tiempo y el espacio y se desenvuelve de manera dinámica, cambiante, dando lugar a nuevas situaciones como un denso camino con curvas.

Ha sido un estallido potencialmente instituyente de un nuevo tiempo y es un proceso no culminado.

¿Qué aspectos de la sociedad “antigua” (pre 18 de octubre) efectivamente morirán o comenzarán a morir? ¿Qué aspectos de la sociedad “nueva” efectivamente nacerán o comenzarán a nacer? No se sabe con certeza. En parte, eso se está jugando en lo que ocurra (o no ocurra) en estos meses, en este presente intenso.

Esta realidad y conciencia de país “unido en la desigualdad” y este proceso de lucha por revertirla, en la medida que se despliega en días, semanas y meses, ha construido  escenas/escenarios  diferenciados, constituyentes del todo nacional y el conflicto, cada una con sus contornos y características.

Escenas/escenarios que siendo partes de una totalidad conflictiva, constituyen, a la vez, realidades que, teniendo porosidades y fronteras permeables entre ellas, presentan contornos que las identifican y que expresan diversidades, a veces sinérgicas, a veces fuertemente contradictorias,  del proceso social total

En primer lugar, la escena de la calle, propias de ciertos lugares en especial la Plaza Italia,  rebautizada, por la creatividad de nuevos lenguajes de valoración que han nacido, como Plaza Dignidad.

Allí se expresa con fuerza “lo social” en sus versiones más violentas o moderadas, que se auto identifica con lo anti-institucional; donde el grito es radical, donde nada cambia si no cambia todo; donde se expresa una compleja épica de la lucha “¡hasta vencer!”; “¡hasta que la dignidad se haga costumbre!"; donde se destruye como forma de marca y como abastecimiento de pertrechos para el combate. Con distintas magnitudes de presencia -masividad o grupos más acotados - pero que diariamente allí estarán y enfrentarán a las fuerzas policiales.

Predominancia de jóvenes rebelados contra el sistema: “la primera línea”. Donde las conversaciones, las lógicas, tienen que ver con la solidaridad en la lucha, con la autodefensa, con la denuncia de la represión; en que el esfuerzo, la persistencia y el riesgo, solo tienen sentido si se conquista un nuevo orden social ¡ya!, definido más desde los valores que desde su forma. Todo esto tiene matices cada día: el nivel de enfrentamiento, que se destruye. Donde también se producen refriegas y discusiones referidas a lo que se hace.

Donde también la manifestación social se entremezcla con grupos que introducen nuevas perspectivas y modalidades como las “tesis feministas”; o con días más suaves que permiten la presencia de otros,  de “tercera o cuarta línea” como los que golpean cacerolas y los que asisten en familia (noche de año nuevo).

Una segunda escena es la institucional parlamentaria, ejecutiva, también cubierta de tensiones, con alianzas que se constituyen o desarman. Allí está la búsqueda de un cauce institucional para el estallido, en que algunos de sus actores, algunos ya sea buscan acercarse lo más posible a los sentires o planteamientos que vienen de las expresiones sociales diversas (y de la calle) para tener legitimidad o, al contrario, buscan eludir esa expresión social extendida, contornearla, a veces deslegitimarla, como dominada por sectores irracionales y violentos.

En esta escena, está el miedo a la extinción o debilitamiento acentuado de lo institucional presentado como “el gran capital de Chile”, así señalado muchas veces por las elites más liberales conservadoras, en comparación al siempre inestable “barrio latinoamericano”, mirado éste con desprecio (hasta antes del estallido)  

Esta escena y escenario institucional sufre el desprestigio acumulado de años, que son vistos como culpables y en ningún caso como potenciales redentores, y busca reponerse como espacio legítimo por donde deben tomarse las grandes decisiones para gestionar y darle salida al conflicto instalado, aunque después, según su mensaje extendido, de “haber escuchado a la gente”, como nueva carta de presentación ante la sociedad y de la búsqueda de reconocimiento, salvo aquellos que insisten que esto proviene de planificadas fuerzas externas y presenta altos grados de artificialidad.

Pero en todos los casos, es un escenario removido bajo el impacto telúrico de una sociedad que entró en estado de revuelta y sospecha radicalmente de toda institucionalidad.  

Una tercera escena/escenario es una expresión social diversa, de tradición y carácter más orgánico. Agrupa/articula entidades representativas de expresiones del mundo social y laboral y se propone un rol de sujeto orgánico que construye y busca “encarnar” una representación de las demandas sociales que están expresadas en el  movimiento emergido: la salud, las pensiones, los salarios, la educación, la Constitución... Busca encarnar una síntesis orgánico-programática que se expresa como nombre y como idea en la “Unidad Social”.

Recoge las tradiciones más organizadas de lo social pero también sus debilidades expresivas y su distancia con las formas de manifestación más espontáneas desde las redes sociales, desde la rabia, desde las acciones que en su devenir van creando otras y desde la sospecha a lo organizado, planificado y largamente racionalizado. Unidad Social que busca expresar lo social pero que es mirada en parte de esta como otra expresión de lo institucional. Esa Unidad Social pone énfasis en el petitorio, en el programa, en la síntesis y representación orgánica de lo diverso y heterogéneo. Y en ello, por supuesto, constituye su fuerza, pero también sus tensiones.

Una cuarta escena/escenario son espacios en que ocurren encuentros de discusión y están asentados en territorios y barrios. Son escenas locales bajo el nombre de cabildos, asambleas, conversatorios, autoconvocados.

Allí, donde “vecinos” (significante valorizado) transitan hacia un empoderamiento del proceso en curso a través de la conversación, discusión, del invitado sobre ciertos temas. En el fondo, preguntarse, dar su opinión, sobre qué nuevo orden social, económico y ético crear y, lo más difícil,  cómo transitar hacia el.

Allí se comenzó a hablar de la nueva Constitución, como algo que se puede aprehender y en que se puede estar presente en su generación; en que se interroga sobre sus contenidos posibles y su significado en una sociedad. También sobre si desde ella se puede dar origen a un sistema socio-económico deseado, así como las dificultades de cualquier transición y sobre quienes podrán oponerse a ella. Como en las manifestaciones sociales más masivas, allí confluyen generaciones diferentes que comparten y construyen, sobre la base de una vecindad, un territorio socio-político.

Por último, pudiésemos distinguir, penetrando muros de viviendas y departamentos, una escena/escenario que se presenta como una “pasividad”, “dentro de las casas”, pero que constituyen procesos implosivos en que las personas registran y están emocionalmente marcadas por lo que ocurre en la ciudad. No están en nada concreto. Domina la calidad de espectador, pero de espectador implicado emocionalmente, preocupado del curso de las cosas.

Hasta ahora con una importante simpatía porque pase algo importante en la sociedad pues los gritos contra los abusos, las desigualdades, las faltas de oportunidades, se siente justos y correspondientes con la realidad. Pero en que también se resienten las dificultades del momento conflictivo, el temor a su prolongación, el miedo a la crisis.

Una parte de esta última escena/escenario, pero también en fractura con lo señalado, particularmente en sectores de las zonas más ricas de las ciudades, nace una lectura conservadora que converge hacia la necesidad de una represión más fuerte y definitiva frente a la revuelta y “desorden” social.

Allí, un poco desde las sombras, pero cada vez más presente y visible, emerge el deseo de la aplicación de la fuerza, fundadas en el miedo a “la poblada” y en que todo toma la forma de barbarie y alzamiento plebeyo o, finalmente, de mera delincuencia.

Estas escenas no son completamente aisladas unas de otras. En la escena de la Unidad Social hay miembros de partidos políticos que se conectan con la escena parlamentaria y pueden hacer llegar demandas al sistema político (ejecutivo).

En la escena de cabildos pueden estar presentes sujetos que son de la primera línea de lucha callejera.

En la escena de los pasivos-activos puede haber personas que participan de las manifestaciones más pacíficas. Esos medios conservadores también tienen algunos exponentes políticos que los encarnan o, aun, les ofrecen una lectura de la realidad.

Es decir, hay puentes y pasarelas que también según sea el caso, pueden tomar la forma de tensiones.

Las expresiones más de calle miran con recelo o indiferencia las formas sociales más institucionales de organizar y expresar el conflicto; expresiones más institucionales buscan “domar” expresiones más radicales de expresión.

Los escenarios de cabildos suelen llamar a un proceso más discutido y menos violento pero a la vez comparte el recelo y distancia de lo institucional. Pero también pueden encontrase porosidades sinérgicas (positivas) entre estas diferentes escenas/escenarios.

Finalmente, es importante hacer notar, que estas escenas/fragmentos, como he señalado, encuentran su articulación subterránea y profunda en que expresan los tránsitos ya paralelos o ya convergentes de la sociedad por la crisis profunda de disociación entre las esferas sociales, la política institucionalizada y, más ampliamente, “el poder de las elites”.

Se supone que ello encontrará una vía de solución en el camino trazado del plebiscito sobre una nueva Constitución y la formación de una asamblea constituyente para ello.

Pero esto será así, si ello no es sentido por una parte de la sociedad como una forma de reproducir esa brecha, como un artificio en las alturas que la reproduce y la prolonga.

Ello supone, a la vez,  nuevas formas de construcción del orden político y la eficacia de este para producir transformaciones socio-económicas  de importancia.

 

 

 

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