Falso mesías

La economía chilena está recuperando la memoria de cómo crecer. En rigor, no ha dejado de hacerlo aunque sea de manera muy acotada y a pesar del mal ciclo económico. Pero las cifras entregadas por el Imacec en materia de actividad industrial y las del Banco Central, reflejan que Chile crecerá más sí o sí el año que viene, independiente de quién gane las elecciones.

Por supuesto que ha costado mucho y que no han sido meses particularmente buenos, pero no podemos olvidar que tenemos una economía completamente abierta al mundo y que cualquier distorsión que se genere en los mercados, tiene efectos notorios en nuestra economía. Al inicio de este gobierno, se registraron  la caída del precio del cobre y el desplome de nuestras exportaciones a socios comerciales clave. 

Nada de este menor rendimiento está relacionado con las reformas impulsadas por el Gobierno, esa es una inexplicable razón que algunos de los grupos económicos han buscado instalar con claro sesgo político.

El director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard confirmó esta semana que las reformas no fueron la causa de la menor actividad en Chile. A su juicio, el cobre y la falta de alternativas de exportación, la necesaria diversificación, son las dos razones más poderosas para explicar el pobre desempeño del crecimiento.

De esto se ha hablado de manera tímida y sin mucho convencimiento, pues es más fácil echarle la culpa al gobierno, seguir descansando en el modelo exportador de commodities y no atreverse a buscar otras ofertas, otros mercados y más valor agregado a nuestra producción.

En su informe de Política Monetaria, el Banco Central proyectó una aceleración de la economía que la ubicaría en un rango del 1,25 al 1,75 por ciento para este año y, para 2018, ese rango sube al 2,5 y 3,5 por ciento. Eso va de la mano de un mejor precio del cobre, la recuperación de la inversión y la política monetaria expansiva que impulsa el instituto emisor. Pero hay también otros fenómenos que también ayudan a este mejor clima y proyecciones.

El BC estima que en los meses que siguen, la inversión retomará las tasas de crecimiento similares a las del PIB y que la productividad de sectores no relacionados con la explotación de recursos naturales también mostrarán mejores números. Junto con eso, el efecto de una mayor inmigración, más incorporación de mujeres a la fuerza laboral y un mejoramiento en la calidad del empleo, están permitiendo que Chile pueda ir compensando el paulatino, pero sostenido envejecimiento de la población.

En suma, nuestro PIB tendencial aumenta gracias a una conjunción de eventos que incluye un mercado laboral de mejor calidad gracias a los programas gubernamentales para capacitar mano de obra acorde con las necesidades del mercado, a una mayor participación laboral femenina gracias a las políticas púbicas de incentivo de contratación de mujeres y de cuidado de la infancia, a una mayor presencia de inmigrantes que cubren cupos de empleo que los chilenos ya no quieren y gracias a mejores resultados de indicadores objetivos, como la inversión y el rendimiento de los sectores productivos.

¿Qué tiene que ver todo esto con la elección presidencial que aún no ocurre? Nada. Menos aún puede llegar a afirmarse con un mínimo de seriedad que este mejor resultado es por la “expectativa” en el crecimiento de la economía.

Lo que debe ponernos contentos como país es que hemos sido capaces entre todos, trabajadores y empresas, sector público y privado, de  superar este huracán de malas cifras económicas que caracterizó  este año 2017. Pero querer sacar las castañas con la mano del gato, es francamente poco justo con el país y su gente.

No existen mesías en política. Todo es fruto del trabajo y el esfuerzo de un país que quiere ser tratado con la verdad, con justicia social y con proyectos políticos serios y no con propaganda. 

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