La senadora Carolina Goic, asume repentinamente una tarea nada de fácil. La intempestiva, renuncia del Presidente de la DC, la obliga a desempeñarse en un cargo de enorme responsabilidad política, en el presente y por sobre todo para el futuro.
Deberá conducir un buque que está encallado en sus propias redes, sin destino alguno, frente a un mar agitado con fuertes corrientes internas, que en la práctica, era imposible seguir sosteniéndose a flote.
Dirigir esta nave a buen puerto en medio de tempestades bravías, será toda una hazaña. No dudo de su capacidad, lo ha demostrado más de una vez y de sobra. Lo difícil es que la acompañen desinteresadamente sus camaradas, para el bien de su partido y del país.
Súmese a este panorama, el triste espectáculo brindado por los políticos a la opinión pública, oficialista y oposición, la gente quiere y exige un mínimo de trasparencia en el desempeño de sus representantes en el Congreso, y por sobre todo en el Gobierno.
La incestuosa vinculación del dinero con la política, revela que tanto poderosos empresarios como destacados legisladores están siendo enjuiciados por los organismos competentes del Estado, acusados por malversación de fondos públicos, fraude al fisco, cohecho, etc. La lista es larga, tan extensa como los “pingues” involucrados. Pocos hoy, en esta actividad se escapan de este lapidario juicio, cambiarlo tardará años. El daño es profundo a la credibilidad, casi irreparable.
Les aseguro que a los formalizados no les saldrá ni por curado, las fuertes presiones por ambos bandos se dejarán caer con todo el peso de las corrosivas influencias, antes los Tribunales. Se comienza a “boletear” favores mutuos que se hicieron para mantener el poder a buen recaudo.
A un condenado coronel de la UDI, solo le dieron arresto domiciliario, por unos pocos años, a diferencia que a un joven cesante que vendía CD, en la vía pública lo meten a la cárcel y muere calcinado; otro en el Norte Grande, sin perro que le ladre, por robar un cilindro de gas, le dan cinco años de presidio, sin beneficio ni conmutación alguna. La justicia para algunos no es igual que para otros. Todo depende de qué lado estas, si naciste en el barro o en cuna de oro.
En todo este marasmo de inconsecuencias por ambos bandos, sobreviven miles de chilenos y chilenas que sufren una sobrada decepción de su clase política, la que no da el ancho una vez más. Reina la desconfianza y las descalificaciones crecen, la violencia verbal es pan diario de cada día, como si con ello lograran tapar con un dedo el mal causado, negándose a escuchar la voz de la gente. El pesimismo es parte del ADN de los chilenos con fatales consecuencias.
Los “pastelitos” siguen y suman, legislan para democratizar los procesos electorales, crean las famosas primarias vinculantes, para elegir candidatos únicos, financiados por todos los habitantes de nuestro terremoteado país. No llegan a la hora, para inscribirlos ante el Servel, se culpan unos con otros, y quieren solucionar el desaguisado con una ley “express” la inoperancia tiene olor nauseabundo, impregnándolo todo a su paso.
El Presidente Patricio Aylwin, permitió durante sus exequias, tres días de tregua, entre los adversarios, los que parecen enconados enemigos, en una patria común. El deceso fue un bálsamo de Esperanza, inundando cada rincón de esta tierra nuestra, la que no merece ser tratada tan mal por los que tienen el deber de dirigir, abstrayéndose de sus mezquinos intereses. Los homenajes se sucedieron unos tras otros, todos sin excepción alguna, reconocieron los sobrados méritos del mandatario fallecido. Como bien se dijo del gobernante de la transición, un hombre justo y bueno.
Hubo un mensaje en particular que caló hondo en hombres y mujeres del pueblo, particularmente entre la incrédula juventud, que no estaba ni ahí, con el duelo nacional, Aylwin pidió perdón por los crímenes cometidos por la dictadura, al dar a conocer el informe Retting, con lágrimas en los ojos. Emulándolo, Carolina Goic pide perdón por los abusos y la falta de ética en la política de los responsables conductores del país.
Fue un certero aviso a la conciencia colectiva, nadie quedó indiferente, por tan preciso y oportuno discurso dejando descolocado a la mayoría de los presentes por su valiente contenido.
Fuerte y clara, logró en un breve instante, hacer PensarChile, lo que nos hace mucha falta. Un momento conmovedor cuyas palabras la escuchó la gente humilde, apostada en el trayecto final “aprendan de don Patricio” le gritaban a las columnas que marchaban cabizbajos, hasta con vergüenza por no estar a la altura que la Patria les demanda.
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