Gonzalo Rojas: el Capitán no tiene quien le escriba

Leí tu columna de los miércoles en El Mercurio, esa en la que explicas cómo, a tu juicio, votan los jóvenes. Por supuesto, le hablas inteligentemente a los cercanos a tus ideas, y dices que habrían de hacerlo por tu candidato presidencial, que – nuevamente - no es el mío ni el de la centroderecha.

Tu candidato nos ha tratado de proponer un escenario irreal e imposible, que él y el Presidente Piñera podrían pasar a segunda vuelta. Claro, lo plantea desde la irresponsabilidad de saber que no es verdad lo que dice.

Lo hace pese a pretender representar una postura inmaculada, propia de quien viene bajando del Olimpo y que no tiene otra condición política que estar revestido de una condición inmaculada, celestial, alejada de quienes hemos dedicado parte o toda nuestra vida a lo político. Pero tú y yo sabemos que eso no es tan así.

Ambos podemos recordar que cuando tu candidato era un militante disciplinado de la UDI, tan disciplinado que llegó a ser secretario general de dicho partido y diputado por cuatro períodos, hasta hoy, se decía de la gente de su generación que eran los llamados “capitanes”, los que venían detrás de los “coroneles”, tanto en cadena de mando como en poder.

En aquellos días, tu candidato representaba en la UDI una especie de purismo doctrinario. De alguna forma, su mensaje era, en el conjunto de quienes se pretendían avocar el título de heredero legítimo de Guzmán, la continuación de la doctrina granítica. Esa del “nos odian porque nos temen, y nos temen porque nos saben irreductibles”.

Por eso no sorprende que, fuera de la UDI, hoy pretenda, como reseñas, agrupar no solo a los militares en retiro y viudos de Punta Peuco, sino especialmente a los autocalificados como grupos pro-vida, los guzmanianos, a esa parte de los gremialistas que sienten que el legado de Guzmán ha sido corrompido.

Y que su discurso caiga bien entre aquellos jóvenes que parecen más convencidos de las bondades de la ética de la convicción por sobre la ética de la responsabilidad. Pretende capitalizar y capitanear el sentimiento de los que se sienten lejanos del gobierno anterior.

Algunos de esos tipos están tensionados, porque les han dicho que deben ejercer el voto útil”, nos dices. No son algunos, me permito contradecirte, son la mayoría de ellos. Y concluyes, con una nota propia de esa ironía que conocí bien cuando fui alumno tuyo, que “argumentarle así a un guzmaniano es como ofrecerle una dieta exclusivamente vegetal a un partidario de la carne premium, rechazo inmediato.”

Claramente, los jóvenes a los que te refieres, esos guzmanianos, no están en Quinta Normal. Tampoco en un colegio público de Linares. Menos en Valdivia, en Puente Alto o en Alto Hospicio, donde me ha tocado oír qué es lo que anhelan, y no, no es al Capitán a quien le escriben, esperando que un nuevo gobierno abra oportunidades en un marco de pluralidad. No encerrados en una sede del sector oriente de Santiago.

Nuestra gente, querido Gonzalo, no es tonta. Sabe que la única opción de derrotar en realidad a la izquierda es con Piñera. No hay encuesta seria que no diga esto. No hay lógica alguna que contradiga este hecho: tu candidato, lo sabemos, no pasará a segunda vuelta. Como no lo hizo antes Marco Enríquez-Ominami. Como tampoco lo hizo Parisi. Y el riesgo de tener un nuevo Catapilco, esta vez beneficioso a la izquierda, es alto. También lo sabemos. Algunos, como tú mismo, no votarán por Piñera en segunda vuelta, aunque tu candidato se los pidiera.

Esperemos que esas generaciones, de las cuales hablas, se inclinen mayoritariamente por Sebastián Piñera pese a tu voluntarismo. Tus razonamientos, que pretenden contrariar los de Chadwick, de Espina, o de quienes pretendemos ganarle a la izquierda en las urnas y apelar a un voto útil contra la izquierda, se pueden desechar con un simple recuerdo, citando precisamente a quien mencionas en tu columna.

¿No recuerdas que Jaime Guzmán les enseñó a sus guzmanianos no solo a ser dogmáticos, sino a ser pragmáticos para cambiar escenarios y para derrotar las consignas?

¿O nos dirás que Guzmán no privilegiaba negociar lo que fuera negociable en aquellas materias que consideraba que no eran de principios?

¿Por qué fue que, por ejemplo, traicionando toda lógica, no votó por Sergio Onofre Jarpa - líder natural de la derecha pos-dictadura - para la presidencia del Senado y prefirió votar por Gabriel Valdés?

El imperativo ético de esta elección no es, pese a lo que pretendes plantear, entre derecha o centro derecha, es entre quienes queremos que esta pesadilla de gobierno bacheletista se acabe el 11 de marzo, o entre quienes pretenden seguir en lo mismo. Y no hay que ser ingenuo para entender que hay quienes les conviene eso, tanto desde la izquierda, que quiere mantener el poder, como desde las posiciones más ultramontanas de la derecha, que aspiran a recuperar el control del sector.

A algunos, claro, les gustaría ser una oposición minoritaria pero influyente, férreamente homogénea, uniforme. Incluso yo caí un tiempo en aquello. Pero es un error. Estábamos equivocados entonces, y lo están quienes así lo creen hoy. Te recuerdo que en 1992 un joven Andrés Allamand alertaba sobre el riesgo de no admitir la heterogeneidad de la centro-derecha, lamentablemente para nosotros, no se equivocó. Por algo la Concertación gobernó por 20 años, cosismo de por medio.

Por lo mismo, solo me queda darte las gracias por tus palabras, querido Gonzalo. Pero decirte, con el mismo cariño, que esa línea, la de la derrota del proyecto de la centroderecha por un equivalente descafeinado de infantilismo revolucionario, yo no la cruzo.

Como tú bien dices, por ese aro sí que yo no paso. A otro perro con ese hueso.

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