Guillo, Gus, Hervi y Rufino

Ismael Llona
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El atrevimiento artístico de los cómicos contra el poder y los políticos es viejo como el hilo negro. Y cobra mayor valor, en todo sentido, cuando es realizado en épocas de máxima represión y directamente contra el tirano. Permiten un cierto desafío, un desquite de la sociedad, de los reprimidos, y el humorismo raya en el heroísmo.

En los inicios del teatro griego los comediógrafos dionisíacos criticaban y ridiculizaban al público, los dirigentes políticos y el poder. Aristófanes ridiculizó a Sócrates, el filósofo, en vida de éste, cuatrocientos años antes de Cristo. Muchos, a lo largo de la historia, han pagado duro su atrevimiento.

El peak de nuestros creadores cómicos políticos se dio, creo, en los años “ochenta” del siglo pasado, los mismos años tenebrosos que sirvieron para una alabada serie de TV.

Las condiciones han cambiado. No sólo las de la represión sino las de las empresas que “pagaban” ayer y las que pagan hoy.

En el viejo teatro griego fue el propio Estado ateniense el que colocó los fondos y los escenarios y en plena guerra.

En nuestros años 80 fueron Análisis, Apsi, Fortín Mapocho, Hoy, Cauce, si pagaban, porque a penas sobrevivían acorralados por la dictadura y los grandes empresarios.

Hoy es Time Warner (¡cómo han cambiado los tiempos!) presidida por Jeffrey L. Bewkes, dueña de CNN, HBO, Cinemax, Warner Bros, DC Comics y de Chilevisión (Canal 11). Time Warners tiene un promedio de ganancias anuales de 2 mil 500 millones de dólares. Los cómicos en Viña ganaron entre 20 y 30 millones de pesos por actuación y demases. Time Warner, finalmente, hizo el negocio de nuestro Festival.

No está mal “venderse” si son artistas de este tipo, pero es distinto “haberse vendido” al Estado ateniense, a Fortín Mapocho de nuestros 80 y a Time Warner hoy.

Hoy, con tanta transparencia, no te dicen quién va a buscarlos en limusina y paga bien en un hotel 5 estrellas de Viña, con flashes de fotógrafos y publicidad en todos los medios, con programas de farándula. En los 80 te pagaban, si se podía y cuando se podía, en un sucucho del centro, arrendado a bajo precio, posiblemente fotografiado por la CNI y citado, sin duda, por fiscales militares para comparecer a tribunales manejados por la dictadura.

Tal vez la mayor diferencia entre los cómicos políticos de Viña y los cómicos políticos de los años 80 es que los primeros viven (y bien) en el ambiente del pesimismo histórico (todo y todos no sirven para nada; el mundo es una porquería y siempre lo será, es lo mismo ser Dávalos que ser Camila Vallejos) y los otros, los de antes, los de los 80, vivían en el optimismo histórico, en la esperanza firme y en la seguridad del triunfo de una nueva vida, sin lo cual no habrían podido reírse de la dictadura que, para ellos, tenía los días contados.

“Fui un cliente frecuente de las fiscalías” (en los 80) ha dicho Hernán Vidal, Hervi, con sorna pero sin amarguras.

Lo mismo y cosas peores que las fiscalías les podía suceder en esa fecha a artistas de cómic como Gustavo Donoso (Gus); Guillermo Bastías (Guillo); Alejandro Montenegro (Rufino); Palomo, El Gato y otros, que además de ser finos y chispeantes eran valientes.

Gustavo Donoso fue el dibujante, creador y autor de “La Margarita”, la de la primera página de Fortín Mapocho y también de El Siglo, que sacaba sonrisas en la calle y carcajadas en horarios de toque de queda.

Guillo, que viene dándole desde el año 1969 con De Frente, fue, en Apsi, el creador de “El Reyezuelo”, que ridiculizaba al dictador bajo el gobierno del dictador.

Rufino es creador de esos personajes de largos abrigos negros con altas solapas y anteojos y sombreros oscuros que personificaban a agentes de la CNI en plena dictadura de la CNI.

Que esta corta columna sirva de homenaje a todos ellos, con muchos de los cuales tuve el honor de trabajar.

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