Hablar siempre, o no hablar

Los chilenos durante 2014 ejercieron el derecho a la palabra, la opinión, la crítica o el elogio de forma intensa. Se habló casi demasiado y sobre muchos temas. Que la reforma tributaria, o RT, como dicen los medios, que la reforma educacional, que el APV o Acuerdo de Unión Civil, amén de las permanentes polémicas entre dirigentes políticos, las más de las veces inconducentes y banales.

Este año comenzó bien intenso. La decisión del gobierno de enviar al parlamento el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres circunstancias bien específicas: inviabilidad del feto, peligro para la vida de la madre y violación despertó una polémica en la que llevan la voz cantante… los hombres. Todos hablan sean éstos políticos, curas, médicos, filósofos, y un largo etcétera de  opinantes.

Hace ya vario años, casi ocho, la Democracia Cristiana realizó su V Congreso ideológico. Sus acuerdos -si la DC los hubiese llevado a la práctica- lo habrían puesto de nuevo, como en la década de los 60 durante el siglo pasado, a la vanguardia de los cambios.

En esos años fue el gran protagonista e impulsor de la “revolución en libertad”; hoy, forma parte de la Nueva mayoría, un conglomerado del cual es difícil sacar un promedio o un común denominador, ni hablar de coincidencias doctrinarias. A eso contribuyen las generosas declaraciones altisonantes y vacuas de muchos políticos de profesión, de pocas luces, ávidos de pantalla y con la decisión de opinar de todo, aunque sepan de poco.

Pero hay otras voces que parecen distintas, por venir de personas no acostumbradas ni necesitadas de  tribuna. Sergio Micco y Eduardo Saffirio, militantes DC, emitieron un documento en el cual se refieren al tema del aborto y la forma en que los parlamentarios de la corriente debieran pronunciarse recogiendo los acuerdos del mencionado V Congreso. Hablan de la conciencia personal y la duda moral; la desobediencia civil y el incumplimiento de los acuerdos.

El invocado V Congreso, en quizás la única votación que debió llevarse a plenario, se decidió que la DC respetaba el derecho a la vida y que “frente al llamado aborto terapéutico, postulamos que es innecesaria una legislación que abra las puertas a la definición desde el Estado acerca de cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no”.  Hoy la DC se encuentra en “estado de congreso” para definir su accionar presente en política, a la luz de los cambios en la sociedad.

El año pasado la comisión político técnica de la mujer de la DC, en un documento aún en revisión, dijo que “nuestra intención es lograr la despenalización ante situaciones límites como  el riesgo para la salud de la mujer o porque su hijo no tiene posibilidad de vida fuera del útero, y es necesario intervenir para salvar la vida de la madre, y además discutir si procede o no en caso de violación”.

Sobre el documento de Micco y Saffirio, hay que decir que a muchos DC nos habría parecido muy importante y oportuno que emitieran la misma documentada y ágil opinión cuándo los parlamentarios, a pocas semanas de ese congreso, violaron sus acuerdos respecto al rechazo al lucro en la educación y la obligatoriedad del voto.

También que opinaran con tanta abundancia argumental respecto a la concentración económica, a la endogamia que impera en el mundo político, a la forma en que se abusa de los trabajadores, a la mala decisión de instaurar el Transantiago y al deseo que existe hoy de aumentar el aporte estatal al sistema de transporte; a los casos escandalosos de corrupción empresarial, al financiamiento oscuro de las campañas parlamentarias, al ahorro obligatorio (AFP) que  destina nuestros míseros recursos a financiar a los dueños del país, para luego jubilarnos con pensiones escasas.

En fin, tanto tema en los cuales tan preclaros profesionales podrían habernos iluminado desde su sapiencia.

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