Hagamos que pase

Aunque los noticieros y programas políticos nacionales no son tan prolíficos en información sobre las elecciones en España, como lo hacen con Trump, el Brexit, Putin, la realeza británica y el líder norcoreano, es indudable de su cercanía e importancia para los procesos en curso en la sociedad chilena y, por cierto, para el Partido Socialista, hoy en elecciones internas. 

Las similitudes de los procesos de transición democrática, pos Pinochet y Franco son un punto de partida cercano para hacer este paralelo, más allá de las evidentes diferencias. Pero en este nuevo siglo, hay muchas más coincidencias que en el pasado y no solo ahora que gobierna el PSOE, tras un período de sucesión de jefes de gobierno. 

Por cierto, lo que se juega en las elecciones del próximo domingo 28 es más que solo concurrir a las urnas para determinar las fuerzas mayoritarias que puedan escoger al nuevo jefe de gobierno y dar estabilidad y gobernabilidad a ese país. Así lo ha entendido el PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza del ejecutivo, que en los últimos 10 meses ha hecho olvidar la anterior gestión del PP. 

Y es en la actual coyuntura se acentúan las similitudes que se viven en España y en Chile. Porque la difícil construcción de mayorías que lideró el PSOE para sacar a Rajoy, no solo fue un legítimo proceso en el marco del sistema parlamentario español, sino también una apuesta por reinstalar criterios, ampliamente compartidos más allá del socialismo, que reposicionaran a España en el concierto europeo y que recuperara la confianza y credibilidad de la ciudadanía en las instituciones. La apuesta de futuro de ese mandato se graficó al caracterizar a ese gobierno como “progresista, feminista y ecológico”. 

Y, cumpliendo con su compromiso de llamar en breve plazo a elecciones, el PSOE enfrenta los comicios con una batería de propuestas cargadas de realismo, pero también haciéndose cargo de su cultura, de su historia y de la de España.

Ejes de su programa son una sociedad laica y tolerante y un nuevo modelo económico y territorial, así como hacerse cargo de la creciente digitalización de la sociedad, creando una carta de derechos digitales. 

El programa socialista también propone varios pactos de Estado y estrategias nacionales, en materia cultural, demográfica y de infraestructura, así como para combatir la pobreza energética y la violencia de género.

También se plantea la necesaria regeneración de la democracia y continuar con el proceso de transición ecológica. Por cierto, además de mejor justicia y seguridad con libertad, también se hace cargo de la inmigración y de avanzar a la consolidación de España como un país con memoria de su historia. 

En síntesis, los puntos de coincidencia con una mirada progresista chilena son muchos. Por ello, de cara a las elecciones partidarias del PS en mayo próximo, con bancadas numerosas en ambas cámaras, y en el contexto de un gobierno en franca baja y mala evaluación, pero también de una oposición hasta ahora incapaz de articularse política y electoralmente como cada vez más la ciudadanía lo demanda, hay que observar y aprender de las experiencias de otros. 

Como socialistas chilenos hemos hecho un aporte a la recuperación y consolidación democrática pos dictadura, pero no podemos quedarnos en esa inercia.

Necesitamos romper paradigmas y mirar hacia adelante con los ojos de los nuevos ciudadanos, en un mundo complejamente distinto, aunque con algunos de los mismos problemas de siempre.

Debemos ser capaces de revisar nuestro modelo de convivencia, mediado por un modelo económico y un modelo productivo que solo saben de competencia y ranking. 

Ciertamente también necesitamos avanzar hacia una sociedad que crezca económicamente, pero que sea de verdad sustentable, descarbonizada en su matriz energética, que de sobra puede ser nutrida de energías renovables, incluso aquellas que aún no hemos potenciado.

Debe recuperar su sentido profundamente democrático y de amplio respeto a los derechos humanos.

Debe hacerse cargo del envejecimiento de la población y de cómo la inmigración ayuda a compensar este fenómeno. Un Chile tolerante, inclusivo y diverso, desde sus regiones y territorios. 

No podemos seguir siendo testigos impasibles de un futuro que una gran mayoría ve con temor y no comparte. Los socialistas debemos hacer un esfuerzo aun mayor por la más diversa unidad.

Eso debe ser parte de nuestro debate en estas elecciones y permanentemente: construir identidad y proyecto político y generar las más amplias alianzas para avanzar.

Como aportamos a profundizar la democracia y evitamos que la desinformación, las fake news y los fantasmas fortalezcan a sectores ultraconsevadores que nos quieren llevar de vuelta a la Edad Media. 

Necesitamos retomar el camino. Hagamos que pase, por el Chile que queremos.

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