Hoy será un día inolvidable porque se va a reemplazar la constitución de Pinochet

En la vida de una persona son pocos los días y recuerdos inolvidables. Aquellos que no se borran y se guardan para siempre. En mi caso he vivido más de uno y, estoy seguro, que este 25 de Octubre será uno de ellos.

El 4 de Septiembre de 1970, a los 15 años, ya pertenecía a la Juventud Socialista y recordaré siempre la emoción que tuve al escuchar el resultado de los cómputos que daban como vencedor al líder del pueblo, el candidato de mis padres, Salvador Allende.

Jamás pude olvidar el 11 de Septiembre del 73, temprano en la mañana, antes de las siete, mi amigo y compañero Tirso López, me despertó para avisarme que el golpe de Estado era una realidad y me dispuse a ir al lugar de concentración de la Juventud Socialista, entonces mi mamá me dijo: “no quiero que a mi casa, vuelva un cobarde”, recuerdo que en la Escuela Industrial de Artes Graficas en San Miguel nos reunimos centenares de estudiantes para resistir el golpe fascista y no había cómo hacerlo.

El paso de los bombarderos era atronador y desde el techo y los ventanales se divisaba la columna de humo que subía desde la sede presidencial, sabíamos que abajo ardían las murallas de La Moneda en cuyos restos aún un grupo de chilenos valientes defendían la democracia y la Constitución que la representaba, pero el fuego no paró hasta consumirlo todo, incluyendo la institucionalidad democrática que se levantó en Chile a lo largo del siglo XX.

Sin saber cómo supimos que el Presidente Allende había muerto sin rendirse a los generales traidores. La resistencia acabó. A las pocas horas la dictadura era una realidad y se desataba un genocidio ideológico, la persecución y asesinato de los militantes de izquierda por ser de izquierda. Así partió el terror del fascismo y la casta ultraconservadora, matando gente indefensa.

Después, en el exilio, las noticias de Chile me estremecían la conciencia con la información de las detenciones, secuestros, crímenes y desapariciones de miles de jóvenes que resistían al fascismo y que la criminalidad del régimen eliminaba implacablemente, entre ellos, muchos compañeros y amigos de la derrocada coalición de gobierno, la Unidad Popular.

Fueron años terribles en que la derecha y la ultraderecha sostenían la opresión y el terrorismo de Estado contra la izquierda y la centroizquierda que eran perseguidas y desangradas por su lucha por la libertad y la justicia. Por eso, cuando se supo la muerte del ex Presidente Freí Montalva, pensé de inmediato que era un crimen tras el cual estaba Pinochet.

En ese tiempo retorné a Chile y tengo en la mente la tensión de aquellos segundos frente al detective de policía internacional que miraba atentamente la documentación falsa con que ingresé ilegalmente al país. De hechos posteriores recuerdo las horas de espera en un cruce de carreteras para hacer contacto con Clodomiro Almeyda y los compañeros que lo acompañaron cuando ingresó en forma clandestina a Chile para hacer valer su derecho a vivir en la patria.

Pasados los años, muchas veces he rememorado el 5 de octubre del 88, cuando ganó el NO y el dictador fue derrotado por la unidad del pueblo chileno que reivindicó su derecho a decidir su propio destino. Habían pasado tantos años desde la implantación de la dictadura ultraconservadora, apoyada por la derecha económica y política, que ponerle fecha de término parecía un sueño imposible, pero se alcanzó con el aporte esencial de todas las fuerzas opositoras.

Entonces, hubo horas interminables a la espera del reconocimiento del resultado que el dictador rehuía y postergaba jugando con fuego, por si algún incidente o provocación le daba una excusa para embestir al pueblo unido en el NO a la dictadura.

En la oposición había mucha tensión al saber o intuir que se estaba jugando dentro del régimen una decisión definitiva: si aceptaban o no el veredicto popular, es decir, si se iniciaba el largo camino de la transición democrática, o la ultraderecha con Pinochet a la cabeza desataba de nuevo una represión tan brutal como la de los peores momentos del régimen castrense. Finalmente, el dictador aislado se doblegó y se impuso la victoria democrática.

Pero, la Constitución del 80 y los enclaves autoritarios resistieron, quedó en pie el Estado subsidiario negando derechos sociales fundamentales y la estabilidad democrática paulatinamente fue siendo usada como plataforma de negocios por una exigua minoría que tuvo ganancias como nunca, hubo también conformismo y corrupción, el crecimiento económico sin justicia social fue creando una desigualdad desconocida antes en Chile. La situación sufrió un cambio de fondo, en su propio carácter. Y brotó el descontento social que llevó a la rebelión del 18 de octubre.

En seguida, la represión quiso acallar la protesta y se repitieron eslóganes amenazantes que repusieron en el recuerdo de chilenas y chilenos las arengas del dictador y se oyó decir hace un año del Presidente de la República: “estamos en guerra”, agregando además que era frente a “un enemigo poderoso e implacable”, rodeado de oficiales con los trajes de campaña que se usan de atuendo para amedrentar a la población.

Esa arenga absurda e improcedente fue un delirio fatal en el buen ejercicio de la autoridad civil sobre las fuerzas castrenses, al involucrarse el gobernante en una incitación a una cruenta intervención militar que fue frenada por el Jefe de la fuerza, al señalar que era un hombre feliz y que no estaba en guerra “con nadie”. Con ello, el general Iturriaga, logró evitar una catástrofe de incalculables consecuencias.

El gobernante en su errática conducta se dejó embaucar por un mal llamado “Informe de Inteligencia”, redactado con el mismo criterio que el Plan Zeta de Pinochet, faltando por completo a las mínimas exigencias de profesionalismo castrense que se deben exigir a los uniformados porque, a través de esos “oficios”, proponen estos “cursos de acción” a la Jefatura del Estado.

La “joya” de este montaje castrense de ultraderecha está en que el feroz jefe guerrillero a la cabeza del supuesto batallón de insurgentes ingresados al país no era más que un youtuber qué haciendo uso del fotoshop aparentaba estar ante La Moneda y no en sus lejanos estudios de transmisión audiovisual en Colombia.

El subsecretario del Interior, dijo como disculpa que en materia de inteligencia se habían quedado “en los años 80”. A confesión de partes relevo de pruebas, dicen los juristas, aunque después desde el gobierno se quejan por las comparaciones con la dictadura.

Lamentablemente, en el diario vivir, todo sigue igual, Piñera a pesar de hechos represivos atroces sigue haciéndose el desentendido de lo que pasa bajo sus narices. Incluso el ministro del Interior para eludir su responsabilidad ante la Acusación Constitucional en su contra arguye que por el Estado de excepción las fuerzas de orden público ya no están bajo su dependencia sino que del ministro de Defensa. Así, resulta evidente la ausencia de voluntad política del gobierno para controlar la violencia policial y continúan los abusos, golpizas y muerte de jóvenes manifestantes baleados por Carabineros.

Por eso, es preocupante que el ex ministro de Defensa que comulgó con las ruedas de carreta del Informe de Inteligencia en que un youtuber era convertido en Jefe de un Batallón de guerrilleros, el señor Espina, fuera el campeón de la militarización de la Araucanía, porque surge la pregunta ¿con qué fantasías habrá fundado su posición en tan delicado tema, cuántos youtuber y fotoshop habrán servido para venderle cuentos del tío que compró gustoso para justificar su “guerra” en la Araucanía, la que inevitablemente apunta a ser otra escalada de violencia estatal contra el pueblo mapuche.

El Plebiscito del 25 de octubre en materia constitucional, es una fiesta maravillosa, se trata de un momento único, en que todas y todos por la magia del ejercicio de la soberanía popular somos iguales, porque cuando se cierran las urnas y se hace el escrutinio cada voto es igual a todos los demás, no importa quién lo emitió, no se sabe quién fue su emisor al abrirse en la mesa y leerse la preferencia allí marcada, cada uno vale uno, independiente de quien lo emitió, el rico más acaudalado o el pobre más desamparado.

Hay que ir a votar para decidir cuál será el futuro del país, para revitalizar esta conquista excepcional que es la igualdad en la toma de decisiones del Estado.

Este Plebiscito será histórico, lo ganó el pueblo chileno, los jóvenes en las calles, reprimidos y ensangrentados. Al respaldar el APRUEBO y la Convención Constitucional hay que recordar a los ausentes, a los y las víctimas que no se sometieron y cuyas voces no llegan hasta nosotros, pero si sus sueños y esperanzas.

Por eso, este 25 de octubre será un día inolvidable, porque abre un proceso constituyente sin precedentes, desde el que surgirá una Constitución, nacida en democracia, para avanzar hacia una sociedad con auténtico ejercicio de los derechos y libertades que ha logrado la civilización humana, con dignidad, justicia y solidaridad, sin exclusiones de ningún tipo, con paridad de género y reconocimiento a los pueblos originarios de la nación.

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