Huracán D’Hondt

En estas elecciones parlamentarias debutó el nuevo sistema electoral para transformar votos en escaños. El método D’Hondt es complejo para comprenderlo de buenas a primeras.

A pesar de que lo llevamos usando desde hace un buen tiempo en la elección de concejales, tiene un grado de complejidad que hace difícil su explicación, más cuando el candidato que obtuvo el octavo lugar en votación puede llegar a ocupar el lugar del quinto.

En el resultado de las elecciones parlamentarias y de consejeros regionales influyeron múltiples factores; no obstante, en muchas regiones, la falta de conocimiento de este sistema a muchos candidatos les pasó la cuenta.

Algo imperdonable, especialmente, para quienes están directamente vinculados a la actividad política, llámese candidatos (as), presidentes de partidos, asesores.

No comprender cuáles son las oportunidades y riesgos que ofrece, trajo consigo algunas consecuencias negativas, fundamentalmente, cuando no se supo conformar de manera estratégica una lista y sus derivados pactos y subpactos.

En su génesis, este método nace para incentivar la competencia electoral de listas y ofrecer un espacio a fuerzas emergentes o minoritarias. A pesar de que se ha evidenciado que sigue favoreciendo a fuerzas mayoritarias, evidentemente es mucho mejor que el binominal.

¿Cómo funciona en la práctica? El sistema premia la conformación de listas competitivas. No sirven las listas lideradas por llaneros solitarios que buscan comparsas para que completen los cupos de un pacto o subpacto, comportarse como lobo estepario es un riesgo demasiado alto para competir bajo estas reglas del juego.

Por lo tanto, el primer “incentivo” es el desempeño colectivo, pero para que ello suceda se requiere de un buen desempeño individual de cada uno de sus integrantes, porque finalmente la competencia interna puede desembocar en el premio mayor de obtener 1, 2, 3 o N escaños.

En la última elección parlamentaria, llama profundamente la atención las declaraciones de algunos candidatos perdedores que dejaron entrever críticas al nuevo método. Esto se puede explicar, en parte, debido a que éste no fue suficientemente comprendido por algunos pactos y subpactos en regiones, a menos que exista un espíritu suicida entre sus dirigentes, o que se haya dado el caso que las autoridades de los partidos del nivel central, quienes en muchos casos designaron a los compañeros de lista, querían lisa y llanamente perjudicar la posibilidad de elección de algunos candidatos en regiones.

Por otro lado, los partidos que “leyeron mejor” este nuevo escenario y optimizaron al máximo sus posibilidades, conformando sus listas con más de un candidato competitivo, vencieron o llegaron en algunos casos a estar al borde de vencer a candidatos competitivos e incumbentes, pero que actuaron como llaneros solitarios en sus listas.

La moraleja es que la política tiene mucho de pasión, simpatía, instinto, programas, pero también se requiere una buena dosis de “ingeniería electoral”, de lo contrario, la soberbia y la autocomplacencia a veces no la elimina la ciudadanía a través del voto, sino que ahora la puede vencer la mano invisible del propio Víctor D’Hondt.   

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