Jugar con fuego

Esta expresión es sinónimo de "hacer algo inconsciente o frívolamente que puede tener graves consecuencias" o "tomar un riesgo muy grande".

No hay duda que utilizar el fuego para acciones de violencia delictual, criminal o terrorista es la expresión más alta del odio y de la separación entre amigos y enemigos que puede afectar a una sociedad que se polariza. Quemar personas, casas y otras instalaciones sólo demuestra el nivel irracional que puede alcanzar el odio.

En Chile ya conocemos, porque nuestra historia no nace hoy, las consecuencias de entender la acción política bajo esta lógica de amigos y enemigos: la destrucción de la democracia, el golpe de Estado y los 17 años de dictadura fueron su consecuencia. Valdría la pena refrescar la memoria a aquellos que con su accionar y sus declaraciones alientan retomar este clima de amigos y enemigos.

No sólo hay que condenar los crímenes y violaciones a los DD.HH. de la dictadura militar en nuestro país, sino que todas y todos sin excepción debemos trabajar incansablemente para que ello no se repita: le debemos ese tributo a las víctimas y las generaciones futuras.

Debemos revisar nuestra historia y recordar, por ejemplo, el "ni la sal, ni el agua", consigna levantada por la oposición de izquierda al gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando éste recién asumía en septiembre de 1964. Inentendible, cuando se reconoce que ese gobierno fue el más progresista del siglo pasado y abrió paso a grandes transformaciones: sindicalización campesina, la reforma agraria, organización popular, desarrollo del movimiento cooperativo, reforma educacional, inicio de la recuperación de nuestra minería del cobre, integración latinoamericana, etc.

Después, con singular odio se ha intentado culpar a la Democracia Cristiana como el principal motor del golpe de Estado. Para ello, entre otras, se utilizan como fuente parcial los documentos desclasificados de la CIA, como si éste fuera un centro académico de pensamiento objetivo y no una agencia al servicio de su gobierno, es decir de los intereses del gobierno norteamericano. Curiosamente, desde la propia izquierda se utilizan como supuestas pruebas del rol de la DC en la oposición a Allende y en la preparación del golpe de Estado dichos documentos.

Es claro que la DC se ubicó crecientemente en la oposición al gobierno de Allende a medida que éste avanzaba e intentaba desarrollar su programa sin éxito debido, entre otras, a las propias contradicciones de los partidos que lo sustentaban desde dentro y desde fuera del gobierno. Es también evidente que la "influencia de la revolución cubana" -que sacudió a todas las fuerzas progresistas en América Latina- hizo que sus partidarios en Chile terminaran haciendo inviable "el camino chileno al socialismo".

Por supuesto que, como partido en esa oposición, muchos dirigentes de la DC cometieron errores imperdonables, pero se ha tratado de achacar, a partir de esos errores, una responsabilidad clave y exclusiva, entre otros, a Eduardo Frei Montalva.

Hablábamos de una utilización parcial e instrumental de los documentos de la CIA, ya que como lo ha demostrado con rigor indesmentible Ricardo Hormazábal, citando los mismos documentos, queda claro que "dichas acciones de financiamiento de actividades de la oposición incluido el movimiento y paro de los camioneros se hizo sin el conocimiento de Eduardo Frei y otras no se pudieron llevar a cabo por el rechazo absoluto de Eduardo Frei".

A confesión de partes, relevo de pruebas, y sin embargo se sigue alimentando el sentimiento de odio injustificado, incluso desde que fuimos el gobierno de la "revolución en libertad".

Claro, ello permite no asumir las responsabilidades importantes e imposibles de eludir del propio gobierno de la Unidad Popular que en su accionar no sólo denunciaba permanentemente, sino que tuvo que tener en cuenta desde sus inicios, la obvia oposición del gobierno norteamericano a su experiencia. Baste señalar que los propios asesores extranjeros de Allende han descrito como los partidos de la UP le quitaron piso político a su Presidente para enfrentar acciones destinadas a evitar el golpe de Estado, como consecuencia del diálogo a que invitara el cardenal Silva Henríquez y en el que participó Patricio Aylwin.

Sin olvidar de rescatar, en el mismo momento del golpe, la carta de los 13 camaradas que nos honran y nos enorgullecen.

Por el contrario, es relevante recordar la concentración masiva en el Teatro Caupolicán de Santiago en que se reunió toda la oposición y en que el único orador fue Eduardo Frei Montalva, realizada un 27 de agosto de 1980. Desde Francia seguimos en esa oportunidad esa concentración y nos emocionamos hasta las lágrimas cuando todo el teatro -encabezado por Frei- entonaba "el pueblo unido jamás será vencido". Sería una lástima creer que la participación de las otras fuerzas de oposición en esa concentración tuvo sólo un carácter instrumental para estar presentes y que Frei murió a consecuencia de ello.

Sabemos que ese fue un momento fundante y de reconciliación que dio inicio a un trabajo social y político unitario en diversas instancias con una movilización creciente. No está de más recordar que fue allí que Frei planteó ya la necesidad de una "Asamblea Constituyente".

La DC, al contrario de lo que se intenta demostrar por los partidarios de la lógica amigo-enemigo de hoy, fue decisiva durante la dictadura, con sus propios liderazgos, en la defensa de los derechos humanos, en el renacer del movimiento universitario -académico, funcionario y estudiantil- y del movimiento sindical que, entre otros que merecen destacarse, tuvo a Manuel Bustos como líder y a quien en justicia recordamos recientemente al cumplirse 22 años desde su muerte.

Todos hemos aprendido de nuestros errores y de sus trágicas consecuencias -aunque algunas generaciones emergentes lo ignoren- y eso hizo posible el trabajo unitario contra la dictadura de la DC, el Partido Socialista y la mayor parte de la oposición, en diversas instancias que fueron dando forma a una salida institucional y que culminó con el triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988.

Es claro que el verdadero levantamiento social de octubre de 2019 puso en evidencia la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo neoliberal y de establecer las bases de una nueva convivencia a través de una nueva Constitución.

Ese es el desafío actual, que todos los que aspiramos a cambios profundos para una mejor vida de todas y todos los pueblos que habitan Chile, debemos asumir. En ese camino estamos ciertos que es posible concitar la voluntad y el compromiso de una inmensa mayoría. Sin embargo, algunos hoy insisten en jugar con fuego y en mantener la lógica de la separación entre amigos y enemigos.

Así, por ejemplo, un atentado incendiario con disparos en contra de los guardias de la universidad -funcionarios que, como todo el mundo sabe, ejercen su labor sin armas- demuestra hasta donde puede conducir el lenguaje del odio y la falta de memoria histórica.

Lo que es más grave, 9 miembros de la Convención Constitucional solicitan no sesionar en la Universidad de Concepción solidarizando en los hechos con este atentado criminal y denunciando la "complicidad de la UdeC con la Fiscalía en la persecución de los presos de la revuelta". Vale la pena señalar que los graves destrozos ocurridos al interior de la UdeC -con vehículos y otras instalaciones quemadas- ocurrieron al anochecer del viernes 7 de febrero de 2020, bastante tiempo después de octubre de 2019.

Puntualmente, esta situación que se denuncia no puede asociarse a la de los detenidos el 18 de octubre y días posteriores en un contexto de grave violación a los derechos humanos por parte de las fuerzas policiales -denunciada por organismos nacionales e internacionales- y que ha hecho imposible alcanzar verdadera justicia.

Resulta desconcertante que la mesa directiva de la Convención Constitucional -que merece todo nuestro respeto- se deje influir por esta solicitud y plantee públicamente la conveniencia que la UdeC retire esta querella.

Esto es desconocer el rol histórico que, en favor no sólo del desarrollo científico y tecnológico, sino que de los cambios sociales, de la defensa y promoción de los derechos humanos, del desarrollo regional y nacional y en apoyo a la necesidad de una nueva Constitución ha mantenido desde siempre la Universidad de Concepción; no sólo por el rol de sus autoridades sino por el compromiso mayoritario de la propia comunidad universitaria con estas grandes causas.

Parece que jugar con fuego -ahora literalmente- empieza a convertirse en una herramienta habitual de la acción política y social, sin vislumbrar que lo que se está haciendo es reimplantar una lógica de separarnos en amigos y enemigos que haga imposible la construcción democrática del nuevo Chile.

Tiene pues razón la candidata Yasna Provoste cuando nos llama a la unidad para hacer posible los cambios de fondo que son imprescindibles desde un nuevo gobierno, respaldando el trabajo de la Convención Constitucional, pero garantizando gobernabilidad y convivencia sin violencia.

Estoy seguro que la inmensa mayoría de los chilenos terminará por escuchar este llamado, todavía es tiempo.

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