La apuesta disidente sexual para el plebiscito constitucional

Las movilizaciones disidentes anteceden el estallido social:  formación de organizaciones sociales, intervenciones públicas, festivales contraculturales y marchas alternativas. Se trata de diversas manifestaciones históricas por una vida disidente digna y en contra de los discursos y los crímenes de odio. En la campaña del plebiscito la población LGBTTTIQA+ ha generado diversos espacios de encuentro y debate para dar un sentido de motivación y transformación, no es solamente un voto, sino un horizonte de profundo cambio en nuestra sociedad.

En este contexto: ¿qué es lo que se encuentra en juego para las disidencias sexuales en este plebiscito histórico?

El primer desafío, sin duda, es traducir el descontento social en respuestas institucionales y transformadoras. Desde la población LGBTTTIQA+ dicha desconfianza se produce por la acumulación de años de olvido, exclusión e invisibilización, manifestándose en diferentes violencias cotidianas y a la vez estructurales. Y todas radicadas en un problema común, la falta de democracia.

Un sistema político-institucional basado exclusivamente en el sufragio cada tres o cuatro años era insostenible, y la demanda por participación y representación se hizo carne como urgencia. Ese impulso democrático debe estar presente en todo el proceso constituyente, lo que implica buscar mecanismos de diálogo que permitan la incidencia de organizaciones y asambleas en los debates del órgano constituyente.  

Pero en el proceso no solo debe escucharse a organizaciones de activistas, sino que también esperamos que existan personas LGBTTTIQA+ en la Convención que redacte la Constitución.

La paridad de género es una victoria histórica que demanda un equilibrio de las voces en democracia. Con ella esperamos que participen personas de diversos grupos de la sociedad, sobre todo personas LGBTTTIQA+, cuya presencia es una condición necesaria para avanzar en des- patriarcalizar la discusión constituyente.

Escribir la Constitución es reconstruir nuestra vida en sociedad, de una forma justa y emancipadora. Ello implica terminar con el concepto patriarcal de familia y reconocer los diferentes vínculos entre las personas.

La igualdad que se consagre debe ser material y debe incorporarse una prohibición de discriminación a distintos grupos, por su sexo, orientación sexual, identidad o expresión de género, tal y como lo hace la Ley Antidiscriminación, pero en este caso debe ser un reconocimiento constitucional.

Debemos incorporar derechos que hoy no existen, como el derecho a las identidades, como la identidad de género, y también los derechos de infancias y adolescencias, para proteger los procesos de autodescubrimiento y educación a temprana edad.

También es necesario reforzar los derechos sociales con perspectiva de género: asegurar acciones afirmativas que erradiquen las discriminaciones en salud, vivienda, educación, trabajo y seguridad social.

Por ejemplo, la prohibición y medidas correspondientes contra la exclusión escolar, el uso irrestricto de nombre social y un mandato de políticas públicas para proteger a sexo disidentes que buscan una vivienda segura libre de discriminación.

Una Constitución Disidente es un horizonte democrático: debemos construir un Chile en el que seamos más que solo víctimas o números sin rostros. Somos y seremos parte de la transformación.

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