La carreta delante de los bueyes presidencialismo

En reiteradas ocasiones los legisladores vienen presentando proyectos de ley que responden a problemas que les presenta la agenda de medios o redes sociales. El listado es largo y no vale la pena detallarlos, probablemente ustedes recuerdan más de uno.

Lo relevante para el análisis es señalar los resultados de mociones que tienen como origen la contingencia: el primero, que muchas de estas ideas resultan atrayentes para la prensa y cumplen ese objetivo, pero nunca logran finalizar su trámite legislativo; el segundo, ideas que concluyen su trámite resultan como políticas mal diseñadas que deben sufrir cambios y el tercero, que la premura hace que el remedio sea peor que la enfermedad.

Como sea, es la ciudadanía la que debe asumir estas situaciones similares y puede ocurrir de cara a la Convención Constitucional, es más, ya ha comenzado a suceder con las propuestas presentadas por partidos políticos y centros de estudio.

Una de las que más llama la atención es la idea por cambiar de raíz el régimen político, cuando se propone el paso de un presidencialismo a derechamente un parlamentarismo.

El análisis de base es la relación entre Ejecutivo-Legislativo que hemos tenido durante el último año y medio, cuando el Gobierno no solo no tiene mayoría en el Congreso, sino además en algunos casos no abre canales de comunicación, y peor aún, parte de la oposición decide ir más allá de sus atribuciones presentando mociones inconstitucionales.

Pero ¿este conjunto de fenómenos es algo sistémico y tiene como única solución diseñar un cambio estructural? Sin duda que no. Lo que acontece hoy coincide con distintas otras variables como los cambios al Sistema de Partidos y al Sistema Electoral para elegir a los congresistas; el que exista una serie de iniciativas exclusivas del Ejecutivo; los quorum supra mayoritarios; así como otras variables contingentes relacionadas con las características propias de los actores que detentan los cargos en los Poderes del Estado.

Todo esto inevitablemente conlleva costos para que, tanto el Sistema Político como la propia ciudadanía, tengan una etapa de aprendizaje y reconfiguración, algo que puede tener un resultado positivo, pero negativo; por lo tanto, el remedio puede ser peor que la enfermedad nuevamente.

Las propuestas que hablan de transitar hacia un parlamentarismo están ajenas a una reflexión de potenciales cambios en la forma de elegir nuestros congresistas, pasando de uno absolutamente proporcional a uno mayoritario o con barreras de entrada, modificaciones de distritos y cambios para la creación de nuevos partidos.

Estos cambios radicales no consideran vías intermedias como el rediseño de los pesos y contrapesos, ni tampoco que corregir situaciones como la actual relación entre el Ejecutivo y Legislativo, pasan por el tratamiento que le daremos a liderazgos de cortes populistas que son parte del problema.

El régimen político es uno de los tantos temas que deberá asumir y analizar el órgano redactor de la propuesta constitucional, pero puede ser el más importante en sus consecuencias sino le tomamos el peso que efectivamente tiene, aunque parezca distante para muchos. El devenir en el diseño de las políticas públicas se juega en estas discusiones.

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