La crisis social y el aporte de PRODEMU

La crisis social que vivimos en Chile nos produce múltiples sentimientos que nos envuelven e intervienen nuestra vida, la de nuestras familias, la de todas y todos. En esta columna comparto los míos.

Primero, impacto y tristeza. Cómo no vimos venir este estallido social, su magnitud, la desesperación que tienen tantos.

Después, optimismo, al ver que lo que estábamos viviendo era una oportunidad para escuchar, dialogar y corregir el rumbo, si era necesario, no solo del gobierno, mi gobierno, sino que de todas las instituciones chilenas cuya credibilidad hace mucho es desoladora.

Hoy mi sentir es de una enorme preocupación, pero no he perdido la fuerza y no he cedido al miedo. Veo que la violencia, sin límites, sin precedentes en democracia, la destrucción de nuestras ciudades, de nuestro patrimonio público y privado con la condena a medias de muchos son mezquindades que no podemos permitir.

Las miles de personas que pacíficamente han salido a las calles a marchar han permitido nuestra reflexión acerca de las desigualdades que a diario enfrenta la mayoría de los chilenos, afectando de mayor forma a las mujeres, que históricamente hemos tenido menos oportunidades. Para la mayoría de los chilenos y chilenas, el empleo, una enfermedad catastrófica, no tener un techo seguro para vivir o la pobreza en la vejez son situaciones a los que muchos tienen miedo de verse enfrentados.

En Chile un 22% de las mujeres se encuentra en situación de pobreza multidimensional, es decir, tienen dificultades en el acceso a la vivienda, salud, educación, trabajo y redes. Las mujeres viven y sufren la violencia sólo por el hecho de serlo.

Tenemos apenas un 25% de representación en cargos políticos de acuerdo a cifras de ONU y la falta de políticas de cuidado y corresponsabilidad nos perjudica para acceder al trabajo remunerado.

Prodemu nace el año 1990 para escuchar, contener y hacerse cargo de las demandas, requerimientos y necesidades que tenían las mujeres, cuando en Chile había un 50% de pobreza por ingresos, y en que la mayoría de los vulnerables eran mujeres.

Hoy continua con esa misión y aportaremos, en esta crisis, con el fortaleciendo de nuestros Consejos Participativos, instancias en que se reúnen mujeres de todas las edades sin distinciones, participantes y ex participantes, trabajadoras dependientes y emprendedoras, representantes de pueblos originarios y migrantes, no sólo para que revisen y debatan sobre nuestras líneas de acción y del Estado, sino que, además, se escuchen y discutan de las necesidades que tienen sus comunidades, sus familias y también ellas como sujetos de derechos.

Lo que se dialoga en las 54 provincias en las que tenemos una sede, es sistematizado, registrado a nivel central y entregado al ministerio de Desarrollo Social y de las Familias.

Por otra parte, quienes tenemos la posibilidad de ser escuchados debemos ser responsables y aportar desde nuestra tribuna a la reconstrucción del sentido de comunidad tan necesario en estos momentos, por eso hago un llamado a trabajar, sin descanso, con un objetivo claro: el contagiar a otros.

Contagiar, con nuestro ejemplo, nuestra actitud, nuestro lenguaje, la escucha, los diálogos y acuerdos, contagiar el respeto sin condiciones a los derechos y libertades de todos y todas, contagiar el cuidado por nuestra democracia, la que tanto nos costó recuperar y por la que muchos dieron su vida.

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