La herencia Piñera: ¿Una nueva y democrática derecha?

Cuando un Gobierno tiene mayoría parlamentaria, la gestión legislativa debe superar obstáculos que emergen desde su interior, los que mal llevados acarrean consecuencias nefastas, como le ocurrió a la administración anterior que terminó derrotada y desarticulada. ¿Les hubiera pasado lo mismo si no se hubiese dejado fuera de la gestión legislativa a la oposición, en vez de dedicarse a administrar a sus inconformistas internos insaciables? Ciertamente hubiésemos tenido mejores leyes y a la oposición de entonces no le hubiera sido posible erigirse, como lo hizo, en alternativa de gobierno. En mi opinión, el error fue no sólo poner al frente de la cosa de gobernar a sus propios aliados, sino que también a sus opositores.

La actual administración no tiene este problema con su minoría parlamentaria y, sin embargo, también tiende a poner al frente a sus opositores, lo que inevitablemente provoca que entre sus propios aliados se devalúen sus competencias para gobernar. En mi apreciación, no incluir a la oposición poniéndola al frente es el factor central de una débil gestión parlamentaria, dándole espacio para que se articule en el descrédito al Gobierno.

Es esto lo que le está ocurriendo al Ejecutivo, generando con ello desapego, incertidumbre y división en sus aliados e impulsando la desaprobación y el descontento y así, facilitando que se impongan improntas como "es un Gobierno que no cumple", que la oposición viene profesando desde el día uno, que las encuestas de opinión comienzan a reflejar y que los medios ya lo acentúan como verdad irrefutable.

El estado del arte nos fija varias oposiciones, desde la ultraizquierda a la ultraderecha, y aunque la gestión debiera considerarlas a todas, pareciera que no lo está haciendo debidamente. Mientras las ultras componen proyectos emblemáticamente contradictorios con el oficialismo, la ultraizquierda repeliendo cualquier cosa que refiera "modernizar" y la ultraderecha presionando contra el sello liberal, se perpetúa en segundo y tercer plano el componente que reúne los intereses de cierta oposición con los del Gobierno. Esa oposición que sabe que no puede dejarle el campo libre a la otra, se aprieta y se aprieta también el Gobierno, entregándose ambos al juego de los polos, sin poder articular un camino país.

¿Por qué el Gobierno no alcanza el eco suficiente en el oficialismo, ni en la diversas oposiciones, si ha tenido la intención y ha querido fijar un camino de entendimiento y gobernabilidad con "los acuerdos nacionales", con la idea de construir la "nueva transición" y, ahora último, el llamado a todos los sectores para fortalecer nuestras instituciones y nuestra democracia? ¿Por qué en la oposición no sobresalen aquellos liderazgos que convocan al entendimiento, si han querido e intentado acceder a un mayor entendimiento en diversas materias?

Creo que "falta confianza", no solamente en los otros sino en sí mismos, detectan certeramente sus amenazas y, sin embargo, no se atreven a transformarlas en oportunidades. Mas esa falta de confianza modifica la credibilidad, transformando sus actos y declaraciones en meras intenciones difíciles de comprender y creer y, lo que es peor, que a nadie le importan. Si a esta condición le agregamos el comportamiento idiosincrático del "ninguneo" y "chaquetero", nos perdemos en un laberinto que debemos resolver a diario sin saber para qué, ni por qué. La salida no existe, porque el laberinto es pura imaginación. En rigor la salida es desconsiderarlo aunque lo veamos. En consecuencia, la salida es un proyecto común entre oposición y Gobierno que les otorgue posibilidades a ambos.

En mi opinión, la situación actual hace que el Programa de Gobierno se convierta en ese laberinto inexistente para esa oposición más amable, pero también para el bloque oficialista y, aunque todos sabemos que la actitud confrontacional resultará en un programa que a nadie le importará si fue medianamente logrado o no, hará que ambos fracasen y se desarticulen, dejando al país en manos de una falsa polarización que nos dividirá fuertemente entre antiponochetistas y pinochestistas, echando al basurero 30 años de reconciliación y democracia, y volviendo la derecha a su redil histórico antidemócrata.

Creo sinceramente que se podrían recoger las amenazas y trocarlas por un proyecto consensuado, anticipándonos en la práctica al régimen semipresidencial que a todas luces necesita nuestra apalancada democracia, tomando la posta del cambio constitucional, renovando el liderazgo con gestos certeros de unidad, abriendo el debate hacia el perfeccionamiento y fortalecimiento de nuestra democracia, levantando la desvaloración de las instituciones y la política, abriendo el debate a la cuestión social, como la calidad en educación y la clase media, a la crisis política con los pueblos indígenas, a la sensación de sentirse abusado de muchos ciudadanos, etc.

A mi entender, la herencia Piñera o el "piñerismo" hizo posible el nacimiento de una nueva y democrática derecha, de la que no soy parte y, por lo mismo, no quisiera se desvaneciera, pues creo que nos hace bien. Contrario a eso, a la urgencia de que desde los liderazgos del gobierno con la oposición se impulse un nuevo rayado de la cancha, adecuado a los tiempos que vivimos, temo que la derecha se atrincherará de populismos mediocres y de "piñerismo" no tendremos más que un lapsus.

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