La historia y la política siguen siendo redondas

Mariano Ruiz-Esquide
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He tenido la ventura de vivir 70 años de la política chilena en forma directa y ellos es un aprendizaje inolvidable porque se logra mantener la calma para saber que los países no fracasan ni mueren si mantienen cuatro cosas fundamentales.

Respeto a la persona humana y su opinión.

Unir esas opiniones ajenas y construir una amalgama de acuerdos hasta lograr la unidad básica de las comunidades.

Soñar una utopía del bien común en que los individuos deponen su egoísmo para que ese ideal nos haga desarrollarnos individual y espiritualmente.

Construir la sociedad siempre en libertad y recogiendo las lecciones del pasado.

Hace 49 años exactamente en este mes y en estos días de 1967 firmamos un documento con otros 65 camaradas Demócratas Cristianos, denominado “Las Tareas Inmediatas la Construcción de una Nueva Sociedad Programa de Acción Concertada entre el Gobierno y el Partido".

¿La razón de un planteamiento tan extraño y urgente en ese momento? Fue fundamentalmente porque, mutatis mutandis, necesitábamos mayor coordinación para que las mayorías parciales que el pueblo chileno nos había entregado, fueran eficientes, unitarias y con el sello progresista que ambas entidades teníamos y las conductas de los actores políticos fueran sensatas y realistas sin olvidar la utopía que nos convocaba a cambiar el país.

Un Chile que requería más justicia, más solidaridad y más crecimiento y desarrollo. No se logró plenamente este acuerdo y fue una de las causas de la derrota posterior. Nada es igual en la historia pero hay similitudes que hay que tomar en cuenta porque Chile y los partidos han cambiado pero no tanto como para despreciar el pasado.

Nadie puede negar que la Nueva Mayoría requiera una mayor coordinación y revisar los modos de hacer la política como partidos y como coalición. La oposición, por otra parte, tiene que ser una coalición que proponga claramente sus puntos de vista, para que no sigan con un lenguaje de "petit politic" porque ya son muy mayores y responsables de un eventual vacío de poder si llegasen a vencer en la próxima elección presidencial, lo que no creo. Su inconsistencia programática y su iracundia en el discurso son obsoletas y peligrosas y nos apenan porque vienen de personeros que aprendimos a respetar y a apreciar en el Congreso.

Pero estas líneas fraternales y sin pretensiones son un esfuerzo por lograr un mayor acuerdo entre la Nueva Mayoría y el Gobierno, porque ambas tienen tareas distintas y complementarias.

Creo que también la oposición debe mejorar su propia relación para que el debate sea en el país sobre temas de fondo y con lenguaje adecuado, porque la discusión agria y violenta a nada conduce y solo aparta a la ciudadanía de la política, sin la cual no hay democracia.

Volviendo a la Nueva Mayoría específicamente el Gobierno debe hacerlo bien y considerando la opinión de los partidos que lo sostienen y éstos deben aportar el apoyo claro y transparente y su visión del futuro a la Presidenta. Así lo demuestra nuestra historia desde la década del 40 en todos los Gobiernos que han sido en coalición e incluso de partidos casi únicos.

La Presidenta necesita un respaldo político y humano y ella ya sabe que "La Moneda es el lugar donde tanto se sufre", pero necesita comprender el rol de los partidos y los parlamentarios en el ejercicio irremplazable de su cargo y en su rol representativo del pueblo chileno.

Al revisar los firmantes de ese documento aparecen los que ya no están con nosotros pero los reconocemos en la figura de sus descendientes que siguen en política. Otros nos hemos vuelto a encontrar en el Gobierno o en el Congreso.

Todas y todos fraternalmente más experimentados pero no más viejos de alma y siempre con la utopía en la frente. Reconocemos que una nueva tarea como ésta parece increíble 50 años después. Seguir siendo amigos es casi un milagro. Ganarle a la indignación y el egoísmo desalentador es nuestro nuevo esfuerzo.

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