La más amplia unidad está vigente

La resolución del Tricel, del pasado 11 de mayo, ha resuelto un ingrato capítulo en la contingencia política del país, el referido a la fallida inscripción del bloque de la Nueva Mayoría para realizar elecciones primarias, previas a las de octubre próximo, en las que se eligen las alcaldías y consejos municipales.

Al calor de la polémica que se registró en torno a este hecho se conoció de las divergencias habidas en el seno del conglomerado, que luego de semanas de infructuosas tratativas, determinaron un acuerdo parcial, fuertemente controvertido para muchas de las candidaturas que esperaban su ocasión de competir.La conclusión es clara, cuando no hay ánimo de alcanzar un acuerdo se torna imposible hacerlo. La voluntad política es lo fundamental.

Sin embargo, la actitud predominante en la negociación fue marcar los deseos propios de cada fuerza, sin la debida articulación con el interés general del bloque de gobierno. De modo que el ABC de un sistema de acuerdos que no es otro que unir y no separar, concordar y no disputar, no quedó en el centro de la Agenda con el resultado ya conocido, de un magro balance final, dado los desafortunados hechos que hubo posteriormente.

Cuando se olvida el interés común también se daña el objetivo individual. Si la cultura política de corto plazo, o el comportamiento individualista que se ha impuesto, conduce a que el escenario unitario cumple el exclusivo servicio de cubrir los apetitos electorales inmediatos, que a menudo son personalistas, a la postre, el resultado será infecundo, no hay estrategia viable desde una óptica utilitaria de los aliados, que canibaliza las relaciones políticas, ya que no irá más allá del día a día.

Ahora bien, dado que el SERVEL ha pedido una ley que le permita rehacer el itinerario de las primarias, hay que reforzar su rol autónomo y podrá dirigir el proceso; no hay que atizar disputas, serenarse y evitar que cualquier decisión pueda volver afectar o debilitar la institucionalidad electoral, que cumple un rol esencial en la correcta realización de los comicios en que se ejerce la voluntad popular. La exasperación indica más desesperación que razón.

Asimismo, en forma paralela a estas tensiones, en el tema del veto a la reforma laboral, la prisa vuelve a introducir una inconveniente tensión en el bloque de la Nueva Mayoría. Con el apuro no es posible que se puedan procesar toda la pluralidad de opiniones y el ejercicio de la diversidad no se cumple a cabalidad.

El mensaje es duro hacia quienes lealmente respaldan al Ejecutivo, pues pudiesen aportar diversidad y quedan en una situación delicada, sin una cuota necesaria de interlocución, imposibilitados de dar una opinión en un tema central. Con ese método parece que el que más tironea y presiona es el que más gana y que los demás, tienen que apoyar aún cuando los costos unitarios sean elevados. Se van instalando fricciones evitables que se amplifican en el debate público.

Una ruta con tantos roces y baches no es el camino adecuado para sostener las reformas y terminar bien la labor de gobierno. Las tensiones y el debilitamiento de la unidad en la Nueva Mayoría debiesen ser preocupaciones seriamente tratadas. Son demasiados los retos como para desatender el impacto negativo del déficit unitario que lesiona en su base el entendimiento de las fuerzas agrupadas en el bloque de gobierno, tal como ocurrió en la magra negociación de las primarias.

Sin unidad, sin cuidar la unidad, sin empeñarse cada protagonista en la responsabilidad de mantener la unidad se debilita el grado de estabilidad requerido, el que asegure las condiciones para culminar las reformas y concluir de buena manera, como el mismo gobierno se ha propuesto, su labor al frente del país.

Las circunstancias por las que murieron Salvador Allende y Eduardo Frei, es decir, la conjura golpista y luego la perpetuación del orden dictatorial, tienen los mismos responsables: la derecha que enfrenta al gobierno y que con tozudez le ha ido creando parte de las dificultades que le impactan.

Pero, además hay una "cuenta propia", los errores no forzados, el voluntarismo de la retroexcavadora, el episodio de la fallida inscripción, el apuro reconocido en la presentación legislativa de las reformas que llevó a penosos episodios, precisamente por apurarse, así como los casos Caval, SQM, G-90 y otros, han sido duros obstáculos.

Al mismo tiempo, en una etapa de bajo crecimiento económico, crecen las demandas, tanto sectoriales como territoriales, siendo la situación de Chiloé un caso emblemático que pide una urgente respuesta y, como si lo anterior fuera poco, no cesan las denuncias e investigaciones por el financiamiento irregular de campañas y la perniciosa injerencia del dinero en la política, confirmando que la corrupción es una puñalada al corazón de la credibilidad y legitimidad de la política en democracia.

En esta situación compleja, ingrata para la función política y su legitimidad ante la ciudadanía, no hay soluciones mágicas ni salidas providenciales, ni caudillos mesiánicos que descubran refundaciones imposibles, sólo hay una opción: reponer la unidad y relanzar una fuerza constructiva, que cohesione y articule la conducción política, desde el entendimiento de las fuerzas, partidos y liderazgos que asuman  cabalmente la responsabilidad de gobernar.

Se vive un periodo difícil, tenso, de aquellos en que se debe cuidar lo que se tiene y no provocar que la continuidad de la tarea se interrumpa. Una fractura o dispersión de las fuerzas sería fatal. El camino de la derecha quedaría expedito.

En consecuencia, hay que volver a mirar la ruta a seguir y reiterar que la unidad más amplia del conjunto de los demócratas chilenos está vigente, que una vez más, el entendimiento estratégico entre el centro y la izquierda es la clave para superar las dificultades, pero exige preocupación, cuidados, esfuerzo y generosidad.

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