La ministra fantasma

Izkia Siches ha hecho historia, por un lado es la primera mujer en ocupar el segundo cargo político de mayor importancia en Chile; y segundo, el haber protagonizado el inicio más accidentado de los últimos tiempos.

Todos tenemos en el recuerdo a la otrora presidenta del Colegio Médico, opinando con poca indulgencia sobre la estrategia sanitaria para combatir una pandemia salida de la peor fantasía conspirativa. Recordemos que integrantes del propio gremios peleaban en una suerte de puja de quién predecía los efectos más catastróficos. Afortunadamente, ninguna de las ideas y ningunas de las estrategias que ella y su ente gremial proponían estaban en lo cierto.

Pero aquello que podía caer en lo anecdótico, hoy es absolutamente complejo para la gobernabilidad de un país y de un gobierno que aún se está instalando. El domingo pudimos ver a la vocera de Gobierno en un sutil golpe blanco al Ministerio del Interior, en el cual se anunciaba su "reforzamiento de equipo", que más allá del elenco semántico es una intervención.

Interior es el encargado de dirigir a todos los ministros y ser el principal ejecutor de las políticas de seguridad. Hoy el Gobierno de Boric está sin ruta en materia de seguridad pública y se encuentra remando contra la corriente en el Congreso por el avance del quinto retiro. La lógica indicaría que la ministra Siches -en conjunto al equipo político- esté ahí para hacer frente a las olas, pero no. Izkia Siches perdió irremediablemente la autoridad moral sobre sus subalternos.

Hoy de lunes a viernes en horarios de oficina alguien ocupa la oficina del Ministerio del Interior, pero nadie ocupa el cargo del Ministerio del Interior. Quien se iba a imaginar que sin una ley de por medio el Presidente Boric crearía el primer ministerio fantasma del Chile.

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