La movilización social sin representación política puede ser incontrolable

Es peligrosamente reductivo decir que la solución es el acuerdo entre oposición y gobierno. El acuerdo que hay que buscar es entre el movimiento social y la política.

Ahí está la raíz del gran desacuerdo porque Chile se ha despolitizado, desconectándose pueblo y política.

Los políticos, buscando acuerdo entre nosotros mismos, actuaremos como somos y hablando a nombre de un pueblo que hace tiempo no participa con nosotros.

La diferencia, que nos muestra y enseña la experiencia  es que, en  los movimientos sociales de los años 60,   nosotros creíamos en los partidos políticos.

Confiábamos que ellos representaban nuestras gigantescas esperanzas en el poder. Sabíamos que  solo desde el poder político se pueden ejecutar las propuestas sociales.

En cambio las manifestaciones ciudadanas de octubre 2019, por el contrario, no tiene canales de representación política. Desprecian la institucionalidad del poder político, no le  creen a los partidos y  ni buscan liderazgos entre los ellos. Probablemente la mayoría de la gente en las calles es la que ya no vota.

La historia enseña y autocríticamente puedo decir, que nosotros nos politizamos hasta el absurdo de una religiosidad.

Nuestra justa valoración de los partidos se deformó en fe. Las militancias fueron  religiosas y odiosas de nuestra parte  y más de la derecha  cuando, con las armas, nos derrocó y persiguió a muerte. Pero la política es indispensable.

Por eso algunos nos hicimos militantes comunistas en los 60, para hacer  el gran cambio social, incluso los que vivíamos muy  bien, porque creíamos entonces que  así terminaría la pobreza. Los partidos eran nuestro conducto para el cambio social.

Construimos ese acuerdo social-político que no supimos reconstruir en democracia después de la concientización antipolítica de Pinochet.

Eso lo descuidamos  por 30 años, antes y durante  el Presidente Piñera, cuya inteligencia está confinada en la sorpresa. Se perdió el vínculo entre aspiraciones sociales y gestión política. Entonces los que confiaban en nosotros los políticos, empezaron a  dejar de hacerlo.

Lo grave es que en esta crisis “octubre del 19” no aparece la convicción que, el mecanismo de solución, requiere buscar y reconstruir  canales de comunicación representativa entre el movimiento social y los canales políticos.

El acuerdo entre los políticos debería ser  un paso posterior que  hoy día parece puesto erradamente  en primer lugar.

La presión social es indispensable y muy útil, pero necesita las decisiones de los políticos para lograr sus propósitos. Las manifestaciones exigen, piden, demandan pero la política ejecuta. La objetividad del análisis social indica que los cambios de un sistema injusto y abusivo, reclamados por millones,  requieren de decisiones que se toman en el poder institucional.

Quizás serán nuevos partidos o los mismos reformados, pero serán aquellos que tengan  el poder político los que cambiarán las actuales condiciones mayoritariamente cuestionadas.

Desentendiéndose de la política el Movimiento no conseguirá cambios de fondo y las  presiones sociales solo conseguirán mejoras parciales hacia la frustración del esfuerzo en las calles. Podría terminar  en peligrosa  frustración. 

Y aunque el pasado ya no existe, la historia a menudo se repite, sobre todo en política. Por eso sirve  la experiencia.

Las grandes movilizaciones sociales en tiempos de la UP con Allende, no culminaban en saqueos. Había colas interminables, de amanecida para conseguir pan, pollo, aceite, pasta de dientes, papel toilette, pero nadie asaltó un almacén, un supermercado o una farmacia. Hasta los más odiosos conflictos expropiatorios no incluían incendios a los campos, ni industrias, salvo excepciones.

Una parte de la masa quería estatizarlos pero no destruirlos. Y eso ocurría porque ese movimiento social tenía acuerdo con la política.

Errada en muchos aspectos, pero ahí, en la política estaban sus canales de representación en el poder.

Así también la derecha convocó al Golpe del 73 desde la política. Con Allende no había  anarquía, había, división,  conflicto y duro. Aprendimos de eso pero en la transición exageramos la despolitización, quizás por miedo al conflicto.

No entendimos  que lo que había  que evitar era el enfrentamiento odioso y no la tensión saludable de ideologías distintas,  porque los conflictos son peores en un movimiento social despolitizado. El movimiento social sin la política, puede ser incontrolable.

Terminada la Dictadura nos equivocamos postergando “la alegría” democrática, promovimos  los consensos y los acuerdos, sin marcar identidad política firme en los hechos.

El pueblo confiaba en nosotros los políticos . Pero demoramos la justicia en DDHH, mantuvimos hasta hoy debilidades productivas y reguladoras del Estado, enclaves de abuso económico  y no resolvimos el curso  despolitizador de 17 años de dictadura.

Parece que nos pesaba nuestra  historia para no repetir los enfrentamientos del pasado lejano. A veces la historia sirve para avanzar otras para trancarse en las culpas. Pero de la historia es la enseñanza que las reglas las fija la política.

Pero si surgen desde el diálogo político- político, nunca representaran la sociedad.

Hoy es indispensable politizar correctamente para encontrar el acuerdo social-político para ayudar a que la sociedad recupere canales de su representación en el poder porque, al final de las manifestaciones, alguien desde el poder político fijará las nuevas reglas del juego. El llamado de las Municipalidades a canalizar la participación es un muy buen comienzo de politización que abre camino de cambio y hacia la nueva Constitución.

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