Las bases del nuevo pacto social

La historia de nuestro país nos lleva a hitos traumáticos de destrucción y muerte, como lo han sido terremotos y desastres naturales. Las consecuencias han tenido repercusión en el desarrollo de Chile y el 27 de febrero de 2010 se perdió una tremenda oportunidad, el de lograr un nuevo trato con la minería que permitiera, además de las urgentes tareas de reconstrucción, financiar la nutrida agenda de derechos sociales que comenzaba a reclamar la ciudadanía.

La tarea estaba a cargo del recién asumido Presidente Sebastián Piñera, quien optó por recaudar recursos para la reconstrucción a través de un tímido aumento al royalty minero a cambio de aumentar la invariabilidad tributaria para las grandes empresas que deben pagar dicho tributo. 

Si nuestra historia política reciente puede darnos algún tipo de orientación acerca de cómo lidiar con nuestra actual crisis la lección es clara: realizar pequeños maquillajes para financiar las necesidades más urgentes no es el camino.

La pandemia generada por la enfermedad COVID-19 es una crisis sanitaria y humana global de consecuencias que no somos capaces ni siquiera de pronosticar con absoluta certeza.

Hoy salvar nuestras vidas incluye una agenda económica mucho más agresiva que la planteada por el Gobierno. Desde el Frente Amplio hemos levantado la propuesta de la Renta Básica de Emergencia para que el Estado garantice, a los trabajadores informales y a quienes pierdan sus empleos, un ingreso per cápita sobre la línea de la pobreza. El COVID-19 y el shock económico que experimentamos no puede obligar a las personas a optar entre morir enfermos o morir de hambre.

Establecida la prioridad de lidiar con los efectos inmediatos de la crisis, es necesario que no clausuremos debates que nuestra sociedad inició hace solo unos meses y que hoy se vuelven más necesarios que nunca.

El proceso constituyente surgió en Chile porque la ciudadanía se cansó de no tener soberanía sobre el modelo de desarrollo vigente, y hoy podemos ver que los países que están reaccionando de peor manera son aquellos donde la provisión de derechos sociales ha sido debilitada en desmedro del poder de los mercados.

La comunidad internacional comienza a prepararse para la mayor crisis económica y nosotros debemos plantear claramente nuestras banderas: el neoliberalismo es una vulnerabilidad cada vez más grande en el seno de nuestras sociedades. 

¿Es posible asegurar que los habitantes de localidades que no tienen servicios básicos cuenten con el suministro de agua requerido para seguir las recomendaciones de higiene entregadas por la autoridad sanitaria? Las decenas de miles de personas que reciben agua potable a través de camiones aljibe nos deben llevar a repensar la forma de administración de nuestros bienes comunes privatizados, que se vuelven más urgentes en situaciones como la que estamos viviendo.

El coronavirus pareciera ser la expresión más poderosa y remecedora de este nuevo estado de inestabilidad crónica a la que nos habíamos ido lentamente acostumbrando. Depende de nosotros la forma en que reaccionemos a esta crisis, para ello es útil volver a contrastar la forma en que en nuestra historia hemos enfrentado períodos de conmoción nacional y las decisiones que se tomaron desde los gobiernos.

¿Reaccionaremos de manera conservadora o aprovecharemos el momento histórico al que nos enfrentamos? La respuesta al terremoto de 1939 dio el puntapié inicial a una nueva forma de pensar la economía en tiempos de crisis, el estado empresario proveyó de una hoja de ruta para las siguientes décadas.

El urgente cambio de dirección de nuestra economía y sociedad deberá venir de un modelo más justo, limpio y equitativo. Las bases de ese nuevo pacto social se comienzan a escribir ahora. De nosotros depende que avancen en la línea correcta.

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