Las enseñanzas de un hombre y líder excepcional

Estos días hemos sido protagonistas de un capítulo importante de la historia de nuestro país, al despedir al ex Presidente Patricio Aylwin, esposo, padre, abuelo, bisabuelo y hermano, condición que en muchas ocasiones tuvo que sacrificar por el partido y por el país, pero que gracias a la generosidad de su familia y su extraordinario liderazgo reencontró a todo un pueblo cuando más se requería.  

Entre las principales características de su liderazgo está su valentía, para enfrentar un momento político trascendental para Chile, de guiar a un pueblo golpeado por la dictadura en lo más profundo como es la dignidad humana y de ser capaz de convocar a los chilenos a volver a creer, a creer en la democracia, en el reencuentro, en la justicia.

Su experiencia nos enseñó que los líderes se miden en la crisis, no en la vida cotidiana solamente. Conducir a un pueblo implica guiarlo a diario sin populismo, con la verdad y muchas veces decir que no, y para eso hay que ser muy, muy valiente.

También quiero destacar de su liderazgo, su humildad y sencillez. Un hombre que junto con preocuparse de los temas de Estado y del país, estaba siempre dispuesto y atento a ayudar y resolver los problemas cotidianos de muchas personas que lo iban a ver a su oficina, que trabajaban con él o que simplemente se acercaban a él.

Llevar una vida austera, sin ostentación, en el barrio de siempre, en la casa de siempre, también habla de una persona sencilla que  hacía  patente sus convicciones en la práctica y no sólo en el discurso. Nada es más fuerte y relevante en política que la coherencia y el testimonio que en este caso, Don Patricio con su humildad y sencillez, nos entregó.

La formación política de jóvenes, también fue parte de su distintivo, asistiendo a seminarios de la juventud, trabajos voluntarios, tertulias, conversaciones informales y muchos otros encuentros, porque tenía la convicción de que era un ejercicio necesario y probablemente también una inyección de energía para su vida.

Son muchas las cosas que podemos recordar de su legado, pero una trascendental para la mujeres es el haber creado y formado el Servicio Nacional de la Mujer, encabezado por Soledad Alvear, poniéndose rápidamente al día en un tema en el que el país estaba claramente al debe, para dignificar el rol de la mujer y comenzar a abrir espacios de participación y de promoción de los liderazgos no sólo políticos sino que también comunitarios, mujeres jefas de hogar y emprendedoras.

Pero, sin duda, una de sus mayores características que para algunos tal vez no era tan relevante, era su gran sonrisa, ella que reflejaba su cercanía, su empatía, su forma de ver la vida, su carácter, su sensibilidad.  Qué importante es para un líder transmitir alegría y con ello esperanza. Si no hay alegría en política, si no hay una sonrisa acogedora, no hay conexión con las personas a las que se quiere servir. 

Por todo lo anterior y mucho más que en estos días se ha dicho sobre él es que Don Patricio fue y seguirá siendo un gran líder y un modelo de político íntegro, capaz, sensible, valiente y coherente, que las nuevas generaciones debiéramos al menos tratar de imitar.

Son claramente las enseñanzas que nos deja un líder excepcional para los jóvenes políticos del hoy y del futuro...querido y amado Don Patricio Aylwin Azocar.

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