Las manos y las mentes que mueven al mundo

Myriam Verdugo Godoy

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El Día Internacional de los Trabajadores conmemora la lucha reivindicativa de los movimientos obreros, no sólo por derechos laborales, sino también por el respeto al ser humano. En este día se rinde homenaje a los Mártires de Chicago, ejecutados en 1886, después de la gran huelga que exigía el respeto a la ley que establecía jornadas de ocho horas diarias.

A lo largo de 132 años esa demanda por derechos laborales y humanos se ha reproducido alrededor del mundo de diferentes maneras y por distintas causas que surgen al ritmo de los tiempos. Ciertamente, mientras el mundo se desarrolla y las formas de producción cambian, también cambian las necesidades y aspiraciones de los seres humanos. Por lo mismo, el espíritu colectivo de luchar por los derechos laborales y sociales se mantiene y se adapta al nuevo mundo.

Es innegable que se ha avanzado, sin embargo, en el mundo aún persisten prácticas de abuso sobre los trabajadores, en especial sobre los menos organizados y sobre las mujeres y - lo más grave -, aún existe la práctica inaceptable del trabajo infantil.

Por lo mismo, es y siempre será necesario que los trabajadores aúnen fuerzas y se organicen para dialogar frente a los Estados, los empresarios y sus propias organizaciones.

Para ello es fundamental no sólo alimentar un espíritu solidario, sino también prepararse, documentarse, adquirir y actualizar conocimientos como herramientas para la conversación, lo que, sumado a la convicción y a la determinación, potencia a los trabajadores como interlocutores. Cuando hablo de trabajadores, por supuesto, me refiero a todos, porque el mundo del trabajo involucra a obreros, empleados, técnicos y profesionales, todos son necesarios para que una empresa, un país y el mundo funcionen.

En Chile, en las últimas décadas, la fuerza del movimiento sindical se ha deteriorado por la razón que sea… por mala gestión, por dirigentes sin vocación ni talento, porque han sido invadidas por intereses políticos y/o económicos... No importa. El punto es que eso puede y debe ser solucionado.

¿Cómo? Con su participación, con su convicción de que en esta causa usted puede y debe tener un rol, ya sea en el liderazgo o en la base.

¿En su empresa no hay sindicato? ¡Fórmelo!

¿Su sindicato no funciona o lo hace de mala manera? ¡intervéngalo!, ¡fiscalícelo!, porque usted y sus compañeros son mandantes de sus líderes. El mismo criterio aplica para federaciones, confederaciones y centrales nacionales. Involúcrese, participe, insisto, no es sólo su derecho, es también su deber; no sólo por usted, sino también por los otros. La empatía y la solidaridad hacen mejor al mundo. Interésese en el destino de los otros, porque tal vez usted hoy está bien… ¿y si mañana no? 

El trabajo es un derecho, pero que sea bien pagado y que se desarrolle en condiciones de dignidad y seguridad, que no signifique sacrificar su vida personal con su familia y sus amigos; que le permita acceder a algunas de las comodidades y placeres del mundo moderno.

Cuando una sociedad no entiende lo mucho que nos necesitamos unos de otros, se destruye, da margen de maniobra al abuso de unos pocos, daña la convivencia y hace cada vez menos posible la paz. Así como el saber popular dice “siembra viento y cosecharás tempestades”, asimismo, si se siembra abuso y se abona con injusticia, se cosechará rabia y conflicto y quienes nos neguemos a combatir esa siembra seremos cómplices y sufriremos su cosecha.

En este Día Internacional de los Trabajadores, los invito a reflexionar y a hacerse parte, a comprometerse en la tarea de dar voz y fuerza a los trabajadores que mueven y construyen al mundo, porque la idea de un empresario, por brillante que sea, se queda sólo en eso, sin las manos y el intelecto de los trabajadores que la hacen realidad.