Los agoreros del pesimismo

Qué fácil parece para algunos personeros de Derecha jugar con la institucionalidad, cuestionar la labor del Estado cuando no está en sus manos, pero ¿ha sido gratuito?

No es un comportamiento nuevo, ya en 2007, la propia Presidenta Bachelet exigió a los que llamó agoreros del pesimismo terminar con su práctica de sembrar inquietud respecto del manejo económico del Gobierno, y lo hizo cifras en mano con un desempleo a la baja.

Tan irresponsable como ignorante es suponer que un signo político tiene en exclusiva la potestad de conjugar bien inversión, crecimiento, empleo y justicia social. Muestra de ello es el manejo responsable que se ha mantenido en nuestro país y su política contracíclica,  pese a la campaña de algunos sectores con intereses creados.  

Y nos están acostumbrando, ejemplos sobraron durante el primer Gobierno de Sebastián Piñera: alteraciones en la Casen para acomodar los índices de pobreza, fiasco del Censo, y cifras artificiosas de empleo donde más bien éste se precarizó, son sólo parte de los antecedentes que pueden dañar la credibilidad pública en las instituciones. Situación en extremo delicada.

Lógicamente lo ocurrido con la revelación de Paul Romer, economista jefe del Banco Mundial que dio a conocer una alteración en la metodología del ranking de competitividad durante el gobierno de Michelle Bachelet que perjudicó al país, indignó a todos de manera transversal. Lo preocupante es que de inmediato, los dardos apuntaron a la Derecha como responsable.

Y es que cuando las cifras hablaban de una recuperación en la economía nacional, la derecha no dudó en utilizar plataformas como el informe del Banco Central para poner en cuestión al gobierno de turno.

Mientras se conocía un IPOM que adelantaba un crecimiento en 2018 de entre 2,5 y 3,5 por ciento, marcando una recuperación económica  evidente, la Oposición mantenía un discurso en coherencia con lo que fue la campaña de Sebastián Piñera, manifestando que ha sido un pésimo gobierno, y que todo el mal momento económico que pasamos es producto de la gestión. Ello fue el corolario de declaraciones sistemáticas sin mayores antecedentes como atribuir problemas en la inversión en Chile a la Reforma Tributaria.

Si bien no hay aún datos fidedignos de cuánto se pudo haber perdido en inversión extranjera por esta variación que a fin de cuentas creó un escenario ficticio, es difícil afirmar que la trayectoria y comportamiento histórico de la economía chilena se vea afectada, porque pese a la polémica con el Banco Mundial, Chile se clasifica bien en comparación con otros mercados emergentes.

Sin las polémicas modificaciones, Chile habría caído sólo cinco puestos en el ranking, desde el lugar 46 al 51 y no al 55 como se publica.

¿Y cuánto perdimos en confianza? Volvimos al ambiente pre eleccionario, donde parecía ser un “Todo Vale”, pero ojo, que aquello  influye en la toma de decisiones del resto de los países y del sector privado.

¡Vaya tarea la realizada! a través de un factor de ideologización de una parte del empresariado que repetidamente rechazó las reformas importantes para dar paso a una visión de realidad negativa que no es tal.

¿Quiénes son los que pierden? No sólo la Derecha. Se aporta al deterioro de  la fe pública, base de toda actividad y primordial en el prestigio país para avanzar en alianzas beneficiosas.

No basta con negar relaciones con quienes han sido apuntados como los pensantes y ejecutores de estas modificaciones que para muchos tienen cara de manipulación malintencionada, no basta con frases rimbombantes respecto de lo obvio. Es legítimo entonces exigir a todos los sectores trabajar para generar confianza en la inversión, el mejor punto para garantizar el desarrollo sustentable de nuestra economía.

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