Los conversos

Sergio Velasco
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Recuerda que un guerrero no detiene jamás su marcha. (Luis Alberto Spinetta).

Mónica Echeverría, la autora del best- seller “Háganme Callar” (editorial Ceibo), con sus 95 años, vino a San Antonio, a lanzar su polémico libro. Fue todo un acontecimiento local, en el litoral de los poetas, donde Neruda, Huidobro, Parra, y otros, se avecindaron por estos lares, en busca de la esquiva inspiración.

La grata sorpresa fue la masiva asistencia, el salón estaba atiborrado de gente, la mayoría de ella jóvenes. Parecía imperdonable que no estuviera en la galería de los famosos, aunque fuera por un instante de su tormentosa y longeva vida.

Admirable mujer, cuya energía contagia, sigue luchando en  develar la verdad, con su inalterable consecuencia, como tributo a los pobres de nuestro tan aporreado y esquilmado país.

Su obra traspasó las murallas de la abulia. Trata de hacer PensarChile, el otro país profundo que esconde la miseria humana en todas sus horribles dimensiones.

Lo habitual, casi normal en estos tiempos es agachar la cabeza, esconderla como escoria. Ver pasar el cadáver de tu amigo frente a tu casa sin decir nada. Peor aún ser cómplice pasivo del saqueo a tu Nación. Nos espeta en su libro-denuncia “hay de quienes guardan turbios secretos o atesoran sucias riquezas, yo jamás podré permanecer muda”.

Sus dardos están dirigidos en su documentado relato de aquellos jóvenes idealistas de izquierda que a diario invadían su hogar, los que otrora fueron los impulsores de la Reforma Universitaria con la toma de la casa central de la UC, donde destacaba un enorme lienzo “El Mercurio miente” como mudo testimonio de la oligarquía conservadora imperante en los sesenta.

No trepida en nombrarlos, uno por uno, los que ayer gritaban consignas revolucionarias y hoy son parte del poder total. Max Marambio,  Oscar Guillermo Garretón, José Joaquín Bruner, Enrique Correa, Jaime Estévez, Fernando Flores, Eugenio Tironi,  algunos de ellos le ofrecieron penas del infierno, los que no se atrevieron contestarle su extenso cuestionario.

Mónica Echeverría, es una mujer que lleva la historia en el alma  y su alma en la historia… dice Gabriel Salazar.

No es una aparecida en el mundo de las letras, por el contrario, prolífica escritora,  por ello cuando intenta publicar  “Los Conversos “como inicialmente se iba a titular  este último libro,   varias editoriales, rechazan la oferta. La torpe excusa, no era políticamente correcto. El miedo corrompe las conciencias, sobre todo, cuando se trata del  intrincado laberinto del poder absoluto de los grandes intereses económicos.

Los conversos y sus redes llegan a todas partes, abarcan todas las esferas, escalando puestos de responsabilidad  gubernamental a partir del retorno a la democracia, cada cual con sus propias características, hombres todopoderosos,  influyentes lobistas, olvidándose por completo de los principios  que alimentaron sus ideas, cuando eran muchachos que soñaban con cambiar el mundo.

El destacado profesor José de la Fuente, dice “a cuantos más de estos conversos habría que agregar en las listas del camaleonismo chileno. Nada bueno se podía esperar de intelectuales oportunistas, sin verdaderas convicciones ni valores que irónicamente se dieron el gustito personal y de mirada oblicua, acompañando a Salvador Allende o abrazando la utopía de una sociedad democrática para el Buen Vivir, sin prebendas ni privilegios”.

La historia cultural y política del pueblo chileno los juzgará, es de esperar más temprano que tarde.

En estos tiempos es difícil leer, tener un lugar para hacerlo, concentrarse. Pero lo más difícil es enfrentarse a los contenidos de un libro como éste. Que al leer las reseñas sabemos que las convicciones y relatos sobre nuestra historia reciente, la historia de Chile, volverán a fluctuar en nuestra conciencia. Esta que muchas veces como pueblo la queremos en calma y porque no decirlo, dormida, sosegada, inactiva.

La memoria, a mi parecer es la que se expresa taxativamente en el texto, y no me refiero al recordar y llegar a esos recónditos lugares de la mente. Si no al respeto histórico esencial que conforma una sociedad y su vigencia. Siento que la autora hace un llamado urgente a sincerar el acto cívico identitario.

Sin escribirlo nos dice vayan tomen sus puestos para lograr una sociedad más justa. Un Chile mejor para todos.

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