Matemos la Nueva Mayoría ¿y después qué?

Mariano Ruiz-Esquide
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Los temas centrales de las noticias políticas en los últimos días han sido el desprestigio de sus actores y el afán por dar por muerta a la Nueva Mayoría. La casi pulverización de la derecha ya se había producido y como coletazo aparecieron francotiradores para dispararle a la actual combinación de gobierno, darla por muerta o transformarla en el blanco de todas las criticas.

Este afán se produce en todos los partidos y es una especie de tradición en el progresismo centro izquierdista de nuestro país, “si tu adversario esta derrotado, hay que inventar otro”.

Debo aceptar con asombro esta suerte de conducta suicida de nuestras opciones por las que tanto hemos luchado en nuestra vida: nos enfrentamos con saña en los años setenta y llegó la dictadura, donde todos perdimos.

Ganamos el 90`, creamos la Concertación y luego la Nueva Mayoría, otra vez triunfadora y entonces ahora hay que destruirla. Esto que suena a mofa es mucho más severo que un simple error político porque lo que hay detrás es la creación de otros referentes presidenciales. Unos para refundar la izquierda pura y otros para fundar la derecha.

En este escenario no hablan las directivas, sino actores o pseudo instituciones con la complicidad del silencio dirigencial al punto que hasta hoy no ha habido desmentido alguno.

Esta fantasmagórica jugada llega a lo increíble cuando más de alguien da por muerta la Nueva Mayoría y luego pronostica que en ese caso perderíamos frente a la derecha. Debo reconocer que esto destruye la política por su falta de lógica o su afán de confundir: “cuando digo Diego digo lo que niego porque no digo lo que dije”.

No soy quien para aconsejar a otros partidos, aunque somos todos responsables, pero si lo puedo pedir al que pertenezco por 50 años. Si este punto es una permanente confusión o tema de debate resolvámoslo de una vez en términos claros y que se sepa que no somos nosotros los responsables si se rompe.

Si esto no es suficiente, acordemos un protocolo de acuerdo con los demás partidos y que siempre sean nuestras máximas autoridades las que fijen nuestra línea de acción. La permisividad para todos (a) para transformarse en voceros oficiales u oficiosos de la Democracia Cristiana es un lamentable error.

Nuestra triada es clara.

En lo fundamental, unidad.

En lo disentible, libertad.

En lo operativo, disciplina.

Siempre, respeto y fraternidad.

Fragmentadas ambas combinaciones, la Alianza y la Nueva Mayoría, serán esos francotiradores y los dirigentes los responsables del vacío de poder en Chile.

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