Mayor ambición para enfrentar la pandemia

El Ingreso Familiar de Emergencia ha sido recientemente aprobado en el Congreso Nacional, culminando con eso un período de discusión donde la oposición en su conjunto articuló en una demanda única la Renta Básica de Emergencia, como una alternativa de apoyo a las familias perjudicadas por la pandemia. Lamentablemente no fue escuchada ni apoyada por el Gobierno que tiene la iniciativa exclusiva para aumentar los monto.

Las razones que justificaban nuestra propuesta son diversas. En primer lugar, quisimos establecer un piso ético mínimo para la asistencia estatal. Es decir, que ninguna familia cayera bajo la línea de la pobreza. Frente a ello, la iniciativa aprobada se encuentra bajo la lìnea de la pobreza extrema, para ir decreciendo en cada uno de los tres meses en que se extiende el subsidio y que coincidiría con el periodo de invierno.

En esta materia, fuimos incluso menos ambiciosos que la CEPAL, que recomendó un Ingreso Básico de Emergencia sobre la línea de la pobreza durante seis meses. Lamentablemente la tozudez del Gobierno lo llevó a imponer una alternativa sin el respaldo de ningún partido de oposición, en vez de liderar una propuesta ambiciosa que conectara con la realidad de las familias chilenas.

La supuesta inviabilidad de financiar un ingreso de emergencia de mayor ambición no es real, el Estado chileno puede realizar dicho gasto ya sea a través de deuda pública (somos una de las economías de la OCDE con menores índices en esta materia), fondos soberanos, o de medidas tributarias extraordinarias como un “impuesto a los super ricos” basado en los altos patrimonios.

A propósito de esto, en la oposición se comienza a perfilar una articulación permanente en torno a las necesidades económicas crecientes que volverán ineficaces las cuarentenas. Esperamos que el Gobierno defina una nueva estrategia, una nueva gobernanza, que corra los cercos del sesgo ideológico con el que opera. 

Una reciente publicación en el diario.es de España nos da luces acerca de la brutal crisis que se avecina. Dicho artículo narra el resurgimiento de un fantasma que para muchos parecía desterrado de Chile, las ollas comunes y el triste fenómeno que las produce: el hambre. En un país en el que la alimentación sana es un lujo reservado para los privilegiados y el gasto en alimentación es reportado como el ítem más relevante en los presupuestos familiares, la sensación de alarma es comprensible. 

En este escenario complejo observamos además el creciente conflicto entre la JUNAEB y los proveedores de las canastas familiares, que se acusan mutuamente de incumplir contratos, mientras las familias beneficiarias se ven afectadas por entregas incompletas de las cuales cada día se ven más necesitadas.

Al mismo tiempo, el ministro de Agricultura llama a no alarmarse por problemas de stock de alimentos, ya que al ser Chile un exportador neto no debería tener problemas. Lamentablemente el problema puede ir por el alza de los precios, situación que ya manifestó la FAO al apuntar a Chile como un país de riesgo medio bajo para sufrir alzas de productos importados, de los cuales dependemos en productos esenciales, como el trigo. 

La vulnerabilidad a la que se enfrentan los chilenos y chilenas en este momento no será ignorada por la bancada del Frente Amplio y espero no sea ignorada por la oposición.

Es urgente que el gobierno y el resto del Congreso oiga las demandas urgentes y razonables que las familias, la clase media, tiene hoy.

Para poder seguir las recomendaciones de la autoridad sanitaria y realizar las medidas de aislamiento social y cuarentena requeridas el Estado tiene que al menos entregar los medios para asegurar el derecho a la alimentación de todos. Es lo mínimo que podemos esperar.

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