Medalla al tiro por la culata

Siempre se pueden extraer buenas conclusiones de malos episodios. Cuando a nadie le quedan dudas en considerar que el ataque al PS, a través de la Vocera de gobierno, fue una pésima idea, cabe preguntarse porqué es que se puede caer en tamaño desatino. Y hay dos causas. 

La primera es que la fuente de los errores se ubica en la cúpula, actúa sin consultar, se deja llevar por el apresuramiento y está cambiando los colaboradores por los ejecutores acríticos de su voluntad. En una palabra, el que falla es Piñera. A él no le hacen tropezar, él se abastece a si mismo de tropiezos. 

Siempre ha sido así. Solo que, en períodos de prosperidad, sus salidas de madre solían pasar por excentricidades. Cuando el panorama se pone sombrío y en el horizonte asoma tormenta, nadie está de humor para rarezas. 

El error queda como lo que es y, nadie tiene ánimo para buscarle explicaciones. No siquiera los cercanos. ¿Se ha fijado que ya no se habla de “piñericosas”? Ahora, ante una metida de pata, a todos se nos puede ocurrir calificativos más duros para describir a un Presidente, que no está a la altura de lo que esperaban de él ni sus aliados. 

Pero hay un segundo aspecto que debiera interesarnos. Este primitivo ataque al PS fue ejecutado por una percepción errada. Solo se explica porque se esperaba poder manejar y utilizar en provecho propio la reacción de los opositores. 

Es lo que hace alguien que confía mucho en sus habilidades y que desprecia la capacidad de respuesta de la contraparte. Una percepción realmente insólita. 

No sé si la oposición, en algún lapso, dio pie a que se la considerara de esta forma. La falta de una coordinación mínima hace siempre que la gente se vea más torpe de lo que es. 

Además, la arrogancia nunca ha sido un defecto que escasee en la derecha. El caso es que sobrevaloró sus propios méritos (que existen y están más radicados en la coalición que en el Ejecutivo). 

Lo cierto es que, en los primeros meses, con los llamados a los acuerdos nacionales y la constitución de comisiones, a pleno gusto del convocante, parecía querer enseñarle alguna que otra cosita a Maquiavelo. Nunca tanto. 

En realidad, lo que estaba haciendo se parecía mucho al ingenioso título que un ensayista uruguayo, Nicolás Albertoni, le puso a uno de sus libros: “Instrucciones para inventar la rueda”

De modo que no puedo asegurar si, en algún instante, la oposición dio motivos suficientes para que la miraran por encima del hombro. Pero lo que sí está ocurriendo es que los cerebros grises del oficialismo (en esta ocasión más grises que cerebros), están consiguiendo justo lo que menos querían que pasara: agrupar a los adversarios. Es decir, están concursando por la medalla olímpica en la especialidad de tiro por la culata. 

Hay que persistir en agruparse, pese a las diferencias. A la derecha no hay que imitarla en sus errores. No se puede esperar que Piñera nos ayuda siempre con sus inefables inspiraciones. Reaccionar es bueno, graduar la reacción es mejor.

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