Mensaje, avances y retrocesos en nuestra democracia

Eduardo Lara murió a los 71 años laborando en un día feriado para la mayoría de los chilenos. Murió haciendo su trabajo, su aporte al país, haciendo su labor para llevar el sustento a su familia. Al igual que muchos de nuestros héroes y prohombres de nuestra historia republicana, desde su pequeño aporte como guardia de una dependencia municipal, él murió  a manos de delincuentes que no tienen la más mínima estatura moral.

Este trabajador nos demuestra la realidad del día a día de muchos que con sacrificio trabaja de manera honesta, sencilla y anónima y así contribuir a objetivos personales, familiares y colectivos. Eduardo no tenía la culpa de la falta de acuerdo político en las reformas, no tenía responsabilidad alguna en la intransigencia de unos ni menos en la pasividad de otros frente a la violencia, él no tuvo nada que ver con los errores o aciertos de los cambios normativos, pero perdió su vida.

Deberíamos estar hablando del contenido del Mensaje Presidencial el 21 de mayo, pero terminamos lamentando la muerte de un compatriota, un hermano. ¿Qué le pasa a Chile?

La política dejó de ser un tema relevante para el grueso de la población y quedó enclaustrada en las voces de las élites empresariales y políticas. La ciudadanía empezó a percibir a esta actividad con desconfianza y derechamente la repudió y se alejó de ella, lo que ha sido aprovechado por desadaptados y abusadores que han venido diciendo hace rato que todo lo que se hace en política es perverso, malo y repudiable.

Unos se niegan a aceptar el avance de la democracia y la equidad, se coluden para afectar a la economía y a los consumidores, o anuncian que se van de Chile porque sus inversiones no están “seguras”; otros, destrozan todo a su paso. No los queremos, a ninguno de ellos.

La Presidenta Bachelet entregó una cuenta pública de lo realizado por el Ejecutivo  respetando el sentido original que siempre ha tenido esta fiesta republicana: más que un carrusel de anuncios, lo que hubo fue una sobria exposición de los avances que se han registrado en la gestión de Gobierno, mostrando también dónde se debe acelerar el paso.

La obra gruesa ya está lista, subrayó la Mandataria, y coincidimos con ella en que los principales compromisos y propuestas que la gente eligió a través del voto, se han cumplido. Ahora hay que hacer la terminación fina y el detalle que básicamente tiene que ver con el grado de acuerdo político que seamos capaces de alcanzar.

Vimos un país que avanza y da mucha impotencia que, desde los círculos de la oposición y a veces también de los aliados, exista  afán por destacar  sólo lo negativo o incluso intentos por torcer la realidad de un Chile que sí muestra mejoramientos en la calidad de vida de las personas.

Hemos sacado adelante las reformas tributaria y educacional, hemos aprobado nuevas normas para regular la ética y probidad en la relación de los negocios de las grandes empresas y la política; se ha hecho un enorme esfuerzo en materia de obras públicas, salud, infraestructura, productividad o impulso a la innovación.

Mientras unos andan por ahí diciendo que Chile está en caída libre, creyendo que con eso van a conquistar a una ciudadanía que ya los ha castigado antes, vimos en el discurso de la Presidenta un conjunto de cifras que nos muestran otra realidad.

Más allá de los números, lo relevante es que detrás de cada uno hay una familia que tiene una mejor vivienda, que tiene un centro de salud nuevo, un nuevo hospital, una Tablet para que sus hijos se conecten a internet y de ahí al mundo, hay un escolar que no tendrá que pagar ni matrícula ni colegiatura, hay un joven que no pagará por sus estudios universitarios.

Hoy, tenemos un país en donde son cientos de miles los que tienen acceso a atención médica, ambu-lanchas para sectores costeros y bonos de invierno para un millón de adultos mayores, condiciones de vida que no existían hace 10 años.

Pronto habrá centros de formación técnica e institutos profesionales en cada región a los que también llegará la gratuidad. Nuevos barrios sociales más integrados e inclusivos, podremos ir recuperando nuestra capacidad de acumulación de agua para enfrentar la sequía y el cambio climático, tendremos más centros asistenciales gracias a la mayor inversión en salud pública de la historia del país.

Entonces, que unos pocos agoreros busquen instalar que perdimos el rumbo, que no hay certezas jurídicas, que hay incertidumbre para la inversión, es francamente indignante.

Peor aún, que desadaptados busquen instalar el temor e instar a destruir el Estado, la propiedad privada y todo lo demás, es más que condenable. Ellos quieren al país de rehén y es hora de que dejen de verse obsesivamente el ombligo.

Y estamos quienes queremos avanzar sobre la base de diálogo, el entendimiento y el trabajo, lejos de la desconfianza, la intriga, la violencia y la mala voluntad. Al medio están personas como Eduardo Lara, que tuvo que morir por los malhechores del caos, lo que nos obliga moralmente a actuar con más determinación, más coraje y más convencimiento de que Chile no es un agujero negro, sino un país de gente trabajadora y sencilla, que no quiere otra cosa que progresar.

Se lo debemos a un hombre sencillo, se lo debemos a un trabajador y su familia, se lo debemos a quien desde este hecho nos revela el Chile que no queremos, el que abusa de su derecho de manifestación y no  sabe ejercer su ciudadanía, hiriendo las confianzas y causando tremendo retroceso que opaca cualquier avance en nuestra historia republicana.

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