Mirando a Chile desde Taltal

Es viernes por la mañana y un grupo de 200 pequeños agricultores avanza por la plaza de Taltal, acompañado por artistas que tocan música nortina tradicional.  Algunos han venido desde Ollague -en la frontera con Bolivia-, otros desde San Pedro de Atacama, Calama, Antofagasta y desde diversas localidades. Estamos conmemorando una fecha importante para las regiones, más que una fecha, una fiesta: el Día de los Campesinos y Campesinas de Chile.

Hay discursos, bailes, conversaciones, y unos treinta puestos en donde todas las localidades campesinas de la región exponen sus productos: aceites de oliva, mermeladas, hierbas aromáticas, vinos, hortalizas frescas, frutas, textiles, vasijas de greda… Una señora me muestra unos guantes de lana y me dice con orgullo que ha sido reconocida como “Tesoro Vivo” por el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes. ¿Lana de alpaca?, pregunto,“no", dice ella, “está hecho con plumas de pajaritos recién nacidos, que extraemos de los nidos”.

Luego, a compartir un almuerzo con todos los convocados,y después una ceremonia para inaugurar un proyecto de riego en la quebrada El Hueso, a la salida de Taltal, en donde 38 campesinos tienen una pequeña planta industrial para producir sus aceites de oliva.

En esta época del año esta escena se repite en todas las regiones de Chile y siempre es más o menos lo mismo: esfuerzo, compromiso, entusiasmo, ganas de seguir avanzando. Los funcionarios públicos  afanados organizando estos eventos, los dirigentes campesinos tan afanados como ellos, buscando lo mejor para los suyos, y centenares de pequeños productores interesados en participar. Junto a ellos, los parlamentarios (de todas las tendencias políticas) y las autoridades locales y regionales.

Cuesta entender al Chile de hoy si uno compara estas escenas con los ásperos debates políticos que tenemos a nivel nacional. ¿Será que el mundo rural está “en otra”, y no vive esta modernidad como lo hace el mundo urbano?

¿O serán los medios y las redes sociales, que visibilizan sólo lo negativo y que distorsionan todo? 

¿O será que el conflicto y la sensación de crisis permanente son propios de todas las sociedades democráticas contemporáneas? Es difícil saber cuál es la verdadera respuesta. Intuimos que debe ser una mezcla de ellas.

Creo que la escena de Taltal refleja adecuadamente lo que tenemos en Chile. Esos aceites, esos vinos y esas hortalizas son el resultado de décadas de trabajo, en donde el Estado ha invertido sistemáticamente para lograr una mayor equidad e inclusión social.

Esa inversión ha sido respaldada con el compromiso y el esfuerzo de los pequeños agricultores, al que se han sumado algunas (¡todavía muy pocas!) grandes y medianas empresas privadas.

Estamos cosechando lo que se ha sembrado por años. Hemos avanzado mucho, pero falta todavía.

Estamos bien, pero no demasiado bien. Estamos mal, pero no demasiado mal.  Creo que lo que corresponde es una lectura matizada de nuestra realidad, alejada de las visiones grandilocuentes y maniqueístas. Es necesario deliberar más acerca de lo que hemos avanzado y acerca de lo que nos falta. Necesitamos datos, argumentos, buenas ideas, pero también valores que nos inspiren y que nos motiven a actuar.

Este es quizás el principal desafío que surge en esta fase de pos transición en la que empieza a transitar nuestro país. Una mirada más serena de lo que hemos hecho nos permitiría avanzar con más seguridad en nosotros mismos, con más cohesión, con más rapidez y con más eficacia.

Son las cinco de la tarde y todos regresamos a nuestros hogares. Salimos de Taltal y en la carretera aparecen de pronto varios transportes y buses que llevan a estos campesinos a sus localidades. Muchos de ellos tendrán que recorrer 400 kilómetros para llegar sus casas, pero habrá valido la pena: han interrumpido sus rutinas, han compartido, han comparado lo que hacen unos y otros, han vendido sus productos. Algunos ni conocían el mar.

Ha sido un día alegre, en donde hemos podido constatar una vez más cuál es el origen de la grandeza de Chile.

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