Municipales, cuando el bombero se quedó en casa porque no le gustó el incendio

Si crees que ganaste algo sin ir a votar en las elecciones municipales la respuesta es sí, un mal alcalde.

El absentismo electoral con el que los ciudadanos “castigaron” a la clase política es una cuchillada auto infligida y a las aspiraciones de un mejor país para todos. El gustito de no ir a votar fue estúpido y mezquino con los que están en el fondo del pozo y también te afecta a ti mismo. 

Un mejor país es construido por la ciudadanía a partir de sus actos, de los cuales emanan sus decisiones. Me dirás que abstenerse es un acto político y claro que lo es: es la evidencia del hastío pero también lo es de una comodidad borrega de gente que actúa como consumidor pasivo. En este contexto es un acto fútil, que sólo beneficia a los peores de la coalición que sea. Porque la abstención no va a hacer que cambien las cosas. Sólo sirve para profundizar el statu quo. 

Por el contrario, son ciudadanos como los que se organizaron en Valparaíso para lanzar un candidato propio, de los que muchos se rieron, los que toman las riendas de su destino y deciden cambiarlo de manera colectiva. Los que dicen yo no voto le dan de regalo en bandeja la elección a los mediocres, que saben cómo aprovechar las migajas de la crisis democrática. 

La abstención es en definitiva un simulacro de rebelión en el que crees que “la hiciste” cuando en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

La idea de que elegir alcalde y concejales no es un acto político chocará con la realidad: de los estudiantes y su deseo de mejor educación, de quienes abogan contra la violencia de género y a favor del #NiUnaMenos, de los que aspiran a un trato digno en el consultorio y en el servicio municipal, de aquellos que requieren asistencia comunitaria, de los que sueñan con más cultura, artes y deportes… Podría seguir. 

Es cierto que el sistema político chileno, con todas sus letras chicas que impiden nuevos liderazgos y que vive de la impunidad, es indefendible y hay que cambiarlo. Es cierto que el ausentismo puede servir de mensaje y que Bachelet y otros hagan pucheros y digan que lo han escuchado. Pero no es cierto que el ausentismo logre transformar la forma de operar de los actuales concesionarios de la política. 

El sistema político se cambia en las protestas, en los actos cotidianos, en la autogestión, en la organización colectiva, en el levantamiento de otras propuestas distintas a las vigentes, que te representen, y de montones de otras maneras creativas donde el gesto simbólico se llena de sentido a partir de los actos que llevas a cabo.

Yo pensaba como tú hasta un par de elecciones atrás pero me di cuenta de lo inútil que es abstenerse. Incluso votar nulo es simbólicamente de mayor peso que abstenerse.

Abstenerse es decir que no quieres participar del sistema vigente porque no te representa y aún así en los hechos no tienes inconveniente de que otros decidan continuar resolviendo por ti. 

Es como si varios bomberos decidieran un día no ir a apagar incendios porque no les gusta como funciona su compañía de bomberos y no hacen nada al respecto. Si sólo se quedan en eso, en el gesto inicial, el incendio seguirá, vendrán otros fuegos nuevos y la compañía de bomberos continuará igual de mal. 

No hay lógica ni oportunidad de cambio en eso. 

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