Narcobarrios

No sé cuál es el afán por denominar “narco barrios”, o crear mediáticamente una “narco cultura”. Creo que esas creaciones no aportan a la solución, por el contrario, importan conceptos de otras latitudes, estigmatizando zonas y afectando internacionalmente la imagen de Chile.

Lo anterior hace necesario  el asumir los altos niveles de descomposición social en algunos barrios del país.

Marginalidad, falta de oportunidades, nulo equipamiento urbano, deserción escolar, cesantía, presencia de armas, altos niveles de violencia, nula prevención policial y creciente penetración de la droga, son algunos de los flagelos que azotan a esas zonas.

El Estado no sabe cómo reaccionar. Han existido múltiples intentos, desde el copamiento policial, la afectación de libertades a todos sus residentes, hasta intervenciones situacionales. Nada ha resultado en los términos deseados, pues los niveles de violencia son pan de cada día. Al decir de un joven residente de una de esas zonas, “cada día quiero que llegue la noche, y cada noche deseo amanecer vivo”.

Si queremos mejorar nuestros indicadores de paz social, es urgente hacerse cargo de este drama social. Necesitamos intervenir esos barrios, pero con una mirada integral.

Por una parte, coordinar al sistema de seguridad para no perseguir al último eslabón del tráfico de drogas y enfocarse en los proveedores. Por otra, se requiere una ofensiva de política social. El Estado debe coordinarse para otorgar una oferta social integral: reinserción escolar, alternativas de empleabilidad, acceso preferente a atenciones de salud y programas masivos de rehabilitación de adicciones.

Junto a ello deberán implementarse programas de recuperación situacional, que deben ir desde la recuperación de plazas y parques, hasta nuevos sistemas de iluminación, expropiaciones para disminuir la densidad poblacional y su reemplazo por un equipamiento público generador de oportunidades.

El país ha cambiado, y con el, nuestra sociedad. Las políticas públicas deben adecuarse a la nueva situación y hacerse cargo de realidades que existen pero se invisibilizan por la incomodidad que genera al debate público.

Chile debe asumir que tiene, al menos, 30 barrios críticos. Por ello,  debe diseñar un modelo de intervención estable en el tiempo, con sistemas de medición externo y financiamiento asegurado.

Quizás ello es una de las grandes deudas que tenemos como sociedad, por tanto debemos ser capaces de enfrentarla con humildad pero con decisión y eficiencia, con una política de Estado que permita que una parte importante de nuestros ciudadanos tengan el derecho a vivir y dormir tranquilos.

Si queremos optar al club de los países desarrollados, tenemos el imperativo ético de dar pronta solución al sufrimiento de miles de familias que sufren del miedo a diario, en vez de estigmatizar y crear conceptos como “narcobarrios”.

El llamado es a un gran acuerdo nacional para erradicar los barrios críticos y transformarlos en un lugar de mejor vivir.

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