No hay democracia sin honestidad

Humberto Maturana en su libro póstumo junto a Ximena Dávila, "La Revolución Reflexiva", nos entrega su legado sobre el Chile en los últimos días de su vida.

Con su gran sabiduría nos dice: "En los últimos años, hemos dicho en entrevistas que Chile no está viviendo una democracia, porque si hay deshonestidad, no puede haber democracia. Si vivimos atrapados en visiones ideológicas desde las cuales la conversación reflexiva no es posible, no hay democracia. Para que exista, es necesario que volvamos a ser capaces de conversar para resolver nuestras dificultades, en busca de un propósito común. Pero esto es muy difícil lograr si seguimos funcionando en términos de gobierno y oposición, en vez de colaboración".

Su preocupación es la verdadera transparencia y coherencia entre lo que se dice y se hace, entre los intereses reales y manifiestos, en una ética social construida sobre la reflexión y el diálogo. "No hay una democracia si observamos corrupción en las instituciones y en los partidos políticos. La democracia no es solo una forma de elegir autoridades a través del voto -y no podemos reducirla a eso- sino un acuerdo de convivencia en la honestidad, en el mutuo respeto, en la conducta ética, en la colaboración y en la equidad social".

Al poner en duda nuestra democracia nos lleva a un terreno hondo de la reflexión. ¿Dónde estamos parados hoy? En tiempos donde las funas se transforman en un arma política que pretenden imponer posiciones por la violencia, sin reflexión que valga. Donde las luchas de poder olvidan su responsabilidad por la sociedad y vale más el daño o el efecto que provoco al atacar al contrincante para lograr más apoyos vociferantes o votos circunstanciales, sin pensar en el daño que se le hace al país. Donde la violencia se justifica o se trata de explicar: sea la del Estado como la que vivimos en La Araucanía o en Santiago.

Maturana al respecto nos dice: "Para recuperar un convivir honestamente democrático, la pregunta que todos los chilenos y las chilenas de cualquier etnia o partido político debemos hacernos y responder seriamente, sobre todo en estos momentos históricos, es ¿queremos o no queremos convivir?.

Esta pregunta se hace central, ya que en Chile acabamos de iniciar un proceso para escribir una nueva Constitución; si queremos convivir, tenemos que abrir un espacio de reflexión para encontrar un ámbito de colaboración y co-inspiración en la honestidad, para no seguir generando solo enriquecimiento y sometimiento. Si queremos lograr eso, los partidos políticos tendrán que cambiar el eje de su discusión: no podemos seguir enfrentando dolores como la pobreza oponiendo teorías cuya existencia niega la reflexión. Toda conversación que parta de posiciones partidistas va a ser ciega, porque defenderemos la teoría con la cual nos identificamos, más que mirar el ocurrir cotidiano".

En la vida política de cada día se puede descubrir esa falta de honestidad que nos señala Maturana, cuando se defienden intereses económicos encubiertos y a cualquier precio, envueltos en el desarrollo económico para el país; cuando se lucha por la dignidad humana y el derecho a manifestarse en el país, pero no en países que se asocian a su ideología; cuando exigimos libertad de expresión, pero la negamos si manifiestan opiniones contrarias a las nuestras; cuando exigimos que el Estado asuma su responsabilidad con el resguardo del orden público y la seguridad, pero callamos, aceptamos y hasta aplaudimos a quienes destruyen espacios públicos, saquean, atacan con bomba molotov a carabineros. Suma y sigue.

"Hemos dicho también que vivimos una crisis de honestidad: cada vez que declaramos un cierto propósito, pero tenemos otro, somos deshonestos. Si declaro que tengo una responsabilidad social y cometo actos en contra de eso, entonces estoy siendo deshonesto".

Sin honestidad, nos señala, no puede haber plena democracia, porque no podemos dialogar ni reflexionar transparentemente.

Gran testamento que nos deja Maturana en esta importante hora de Chile.

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