No hay que darse el gusto de pelearse

Las recriminaciones habidas a inicios de semana entre los Partidos que todavía son el bloque de gobierno, la Nueva Mayoría, dan cuenta del afán de atacarse y ofenderse, sin reparar en el daño que provocan a su imagen y convocatoria, así como el costo que ello causa a sus propias aspiraciones presidenciales y parlamentarias.

Una situación tan lamentable no tiene justificación alguna. En efecto, el eventual retorno de la derecha al poder, si ello llegara a ocurrir a fines de año, va a significar una durísima derrota política para las fuerzas y liderazgos que se disputan entre sí con tanto entusiasmo como ceguera. De ello no debe caber duda.

Para el PS sería una segunda e infeliz ocasión que desde un gobierno liderado por una de sus militantes, Michelle Bachelet, se entregara la banda presidencial a Piñera. Seria una derrota de las más indeseadas.

Para la DC terminaría de pésima manera la decisión de ir con candidatura propia a la primera vuelta. Por mucho que se afirme la identidad partidaria ese hecho sería de incalculables consecuencias.

Para el PC sería debut y despedida, con un mal cierre de una etapa en que ha estado en la conducción del Estado, dando pie a cuestionamientos excluyentes sobre la fecundidad de su presencia en el gobierno, las que cuesta despejar una vez que se instalan.

Para el PR sería un fuerte revés por su rol al levantar la opción de un candidato independiente y un duro fracaso en su pretensión de ser la fuerza convocante del bloque de centroizquierda.

Asimismo, las figuras emergentes y los nuevos liderazgos se debilitarían inevitablemente. Nadie crea que "en cuatro años más le toca". Una derrota ante esta derecha extrema en su afán de ganancias que encabeza Piñera, permitiría a ese puñado de codicia que se reuniría en el gobierno, usar arbitrariamente el aparato estatal para perpetuarse y se comenzaría un periodo tóxico del cual salir va a ser largo y difícil.

En suma, en vez de confrontarse hay que entenderse. Las razones son evidentes: el camino está cuesta arriba y hay inquietud en las filas, las que surgen precisamente de los interminables conflictos que afectan severamente la imagen que se proyecta al país. La desunión es fatal. Aún se puede rectificar, pero hay que hacerlo a tiempo.

Hay que enterrar lanzas y machetes, hay que reponer la fuerza intelectual y política del trabajo conjunto para reagruparse en una fuerte voluntad unitaria, por la derrota de la derecha y de su proyecto de libre mercadismo a ultranza, el que tendrá un solo y gran perjudicado: el pueblo de Chile. Eso es lo que debe impedirse.

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