No pido explicación, exijo solución

Febrero fue un mes tranquilo para el gobierno, claramente no tuvo contendores. Pero se vino marzo y con el, el inicio de polémicas, diferencias, negociaciones, el movimiento del 8M; en fin, la constatación, una vez más, de que el pueblo se encuentra entre la rabia, la impotencia y la movilización. En esta oportunidad, la movilización de las mujeres, del movimiento feminista que a nivel mundial y nacional vive un momento expectante, lleno de posibilidades.

Algunas perlas de estos días: el medidor de luz; el estudio que propone disminuir la indemnización por años de servicios a la mitad, pero “a todo evento”; la gira de la ministra de educación tratando de imponer su propia retroexcavadora en educación; el alza en la cuenta de la luz de un 10%; detención del ex comandante en jefe del ejército, general en retiro Fuente-Alba; colusión de los pollos y supermercados; respaldo de Piñera al subsecretario de salud, Castillo; el intento de traspasar al cliente bancario la responsabilidad por cualquier fraude con tarjeta; la lentitud del gobierno en reaccionar ante las lluvias torrenciales en el norte grande, en fin, muchos episodios que hablan de un país donde el abuso y la indolencia se han naturalizado.

Reciente es el episodio del medidor de luz inteligente, que deberemos pagar, aunque sea de propiedad de la empresa. Un simple proyecto destinado a que las empresas se hicieran cargo de empalmes y medidores en caso de catástrofe concluyó en una nueva normativa que ataca nuestros escuálidos bolsillos en beneficio empresarial.

Como con el proyecto de estacionamientos, ingresado como ley pro consumidores que terminó consolidando un pingüe negocio. Ahora son los bancos, los que producto de indicaciones parlamentarias, previo lobby, cobrarían a sus clientes un deducible en caso de fraude bancario. Exijo una explicación. O legislan con seriedad leyendo y entendiendo qué votan, o váyanse para la casa. ¡Que rabia, que impotencia!

Somos estadísticas, engranajes que alimentan un sistema que beneficia a los menos; nos damos cuenta, pero ahí estamos, aguantando, mascullando ante las pantallas, pero incapaces de actuar, de unirnos, de demandar un basta frente tanto abuso.

La rabia crece, se nutre de estos y otros hechos vergonzosos, pero está ahí, “al agüaite”, alimentada por redes sociales, ante la desidia de los líderes de opinión que no se preocupan ni alertan sobre la peligrosidad del fenómeno.

Más aún, nuestra clase política llamada a ser un actor atento a las señales del país, fuente de soluciones, generadora de diseño de políticas públicas que modernicen, protejan y promuevan el desarrollo, por el contrario, se luce todas las semanas con algún numerito.

En este escenario, las mujeres muestran una organización transversal que - capaz de movilizar sumando reivindicaciones laborales, de derechos, de rechazo a la violencia y a la discriminación -, representa un fenómeno interesante que va más allá de los partidos y organizaciones sindicales, que tradicionalmente convocan estas movilizaciones.

Para encaminarse al éxito y captar el apoyo mayoritario de la ciudadanía, es importante sí, que estas movilizaciones sean amplias, capaces de entender las diferencias y de respetarlas.

De verdad, sólo con movilización, unidad y argumentos serios y responsables podremos terminar con esta situación en la que todos los días vemos o conocemos de algún abuso contra la ciudadanía.

No podemos seguir pidiendo explicaciones a quienes no les importa ni les toca nuestra angustia diaria; debemos exigir respuestas y soluciones a toda esa elite compuesta por ciudadanos que olvidan que están donde están como mandatarios de nuestra voluntad.

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