No presto mi muro al Neofascismo

Nos acostumbramos a escuchar o leer declaraciones de celebridades televisivas atiborradas de lugares comunes, ingravideces y fatuidades, las que alimentan la convivencia cotidiana de la ciudadanía, otorgan sintonía a los matinales y sustentan la curiosidad por la vida ajena y/o conducen la atención hacia una coyuntura irrelevante para el acontecer social.

A esta cultura de la banalidad, la desvergüenza y lo desechable se suman, con mucho entusiasmo, autoridades municipales o parlamentarias, quienes ponen al centro un sesgo que transforma la ignorancia ingenua y ramplona en un oscurantismo envilecido por la amoralidad, el olvido y el fomento de la falsedad y el engaño.

Esta evaluación se puede ejemplificar fácilmente. Un diputado se refirió a las víctimas de exilio, tortura y prisión política como “terroristas con aguinaldo”; una parlamentaria calificó a una brigada muralista como “un grupo extremista de la Unidad Popular” y acusó a una defensora de los derechos humanos de haber “llamado a matar personas”, teniendo como prueba una viñeta cómica; y un ex candidato presidencial desconoció la verdad judicial sobre el asesinato de Nattino, Parada y Guerrero,  afirmando que “hubo personas que tomaron venganza por compañeros de ellos que cayeron en el atentado a Pinochet”, desconociendo la participación de Carabineros.

Estas declaraciones, cuatro entre muchas, son cada vez más habituales, no sólo evidencian una desprolijidad histórica y contextual, también son atroces modos de inducir al odio.

El balbuceo de neofascistas impugnando crímenes contra la humanidad, la ausencia de un marco regulatorio que impida que estas personas expresen su embuste, la exención de condenas institucionales a su verborrea, son algunas urgencias que el país debe ser capaz de atender y dictar leyes más estrictas en torno a la temática.

A lo anterior, debo sumar que es posible que nuestro desagrado aumente por la vehemencia de las palabras de estos personajes, por la crueldad de  sus actos, la ineptitud intelectual y la propagación de sus mensajes a través de los medios de comunicación masiva y las redes sociales.

Sobre los medios de comunicación, sería conveniente revisar o complementar la creación de acontecimientos noticiosos a partir de juicios vertidos en las redes sociales, no hacerlo significará potenciar a los profesionales del “fake news” o  noticias falsas, convertirlos en líderes de opinión o comentaristas incendiarios que rigidizan los marcos de razonamiento, polarizan a la sociedad y ocultan la historia y sus múltiples verdades.

Si asumimos que hay verdades lo suficientemente documentadas y evidenciadas, ¿alguien razonable puede negar que en Dictadura se asesinó, torturó e hizo desaparecer a personas?, nadie en su sano juicio podría hacerlo y si lo hace y tiene el juicio sano, lo que está haciendo es falsear intencionalmente la historia.

Que los medios de comunicación abandonen el sensacionalismo y hagan prevalecer la prudencia y la rigurosidad sería de gran utilidad.

En cuanto a las redes sociales, quien quiera utilizarlas como vectores de la  información que proviene de estas “celebridades” u otras personalidades de similar comportamiento, debería estar consciente de que la tergiversación o hacer circular información falsa tiene implicancias éticas y morales que atentan contra los principios democráticos.

Por otra parte, soy un convencido que condenar exabruptos de neofascistas a través de los muros de redes sociales es un ejercicio inútil.

En esta acción, funciona la idea masificada por el ministro de propaganda Nazi, Joseph Goebbels, “miente, miente que algo queda”, amplificar el mensaje captará la atención del usuario facilitando el ocultamiento de temas de mayor relevancia para el país.

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