Nuestra democracia está en riesgo

Nadie pareciera dudar, aunque algunos se nieguen a reconocerlo, que la razón profunda de la protesta tan masiva y permanente, tiene su origen en un modelo, implantado en dictadura y, seguido en democracia. Al principio por la fuerza de las armas y, luego, por la idea, adoptada por demasiados de los que gobernaron, de que todo debía ser hecho “en la medida de lo posible” que, en la práctica, significó el mayor enriquecimiento de los más ricos y, la pauperización de millones, que hoy trabajan, todo el mes, por 400 mil pesos o menos. 

Como contraparte, las grandes empresas, que recibían el 76% de las ventas en el país, hoy reciben más del 86%; el 1% más rico recibe más del 26% de los ingresos y el presupuesto de la nación les reserva 6.000 millones de dólares en exenciones, todos los años. 

Este proceso lleva 45 días y, hasta aquí, más allá de pequeñas ofertas de gasto público, NADA, absolutamente nada de las propuestas que se discuten, apunta a disminuir las inequidades del sistema.

Dicho de otro modo, no se toca a los más ricos, no a las AFP, ni a las Isapres, ni a los Bancos. No se habla de terminar con las deudas del CAE, ni sacar a más de 2 millones de chilenos del Dicom, o congelar las tarifas básicas, que todos los años aumentan más que el índice de sueldos y salarios; ni terminar con las “utilidades aseguradas” a las concesionarias de las autopistas, incluyendo un TAG, que crece 3.5%, sobre el IPC, todos los años. 

En fin, hoy toda la discusión se centra en “la necesidad de normalizar el país”. Dicho de otro modo, volver al país al 17 de octubre, sin darse cuenta que fue, precisamente, esa “normalidad”, la que hastió a los chilenos. La inmensa mayoría, no solo los millones que han salido a las calles, no están disponibles a volver a esa situación. Como decíamos en otra época, el “Chile Despertó” viene acompañado de su sustento, el “Ni un paso atrás”. 

El riego, entonces es que se imponga la pretensión del ejecutivo, que consiste en no conceder nada, o casi nada, apostando al cansancio de los millones que se han movilizado. Es la típica apuesta del especulador, que intenta llevar las situaciones al límite pero que, en este caso, pone en riesgo, ni más ni menos, que la estabilidad de nuestra democracia que, una vez más, demuestra su debilidad. 

La movilización decaerá, ello es esperable; el cansancio, la llegada del fin de año y el verano podrá ayudar a eso.

Pero lo responsable es preguntarse que podría pasar, en pocos meses más, probablemente en marzo, cuándo cada uno de los que se movilizó, nuevamente, en la soledad de su dolor, por la situación que  le toca vivir, se pregunte por los logros conseguidos y, tenga que reconocer que, el mayor de ellos sea el acuerdo por la nueva Constitución. 

Si eso es así, la reflexión será ineludible. La verdad es que probablemente muy pocos salieron a la calle teniendo una nueva Constitución, como el principal elemento motivador para salir a marchar. Es cierto que ello se empezó a abrir paso, como articulador institucional de la movilización. 

Sin embargo, esa no es la respuesta a las razones profundas que motivaron a millones de chilenos a salir de sus casas. Fue el salario miserable; las pensiones indignas; la imposibilidad de comprar los remedios o las tarifas básicas, cada vez más impagables.

Las deudas del CAE que hacen perder sus viviendas, la salud pública que ofende y, por sobre todo, muy por sobre todo, las condiciones e inequidad, de todo tipo, que permite que unos pocos vivan mejor que en Suecia y millones de chilenos, como en las peores zonas de África. 

Entonces, el gobierno juega con fuego. Esa conducta lo tiene en la peor evaluación de un gobierno, en la historia de Chile, pero su extremismo ideológico y la protección al gran capital, que es su verdadero norte, le impide adoptar otra conducta. 

El país está en riesgo; la democracia está en riesgo. Algunos añoran una involución autoritaria. Ello ya está sobre la mesa. El tiempo apremia. Se requiere un liderazgo, en la oposición, ya que no se encuentra en el gobierno, que le proponga al país una salida pactada, con el apoyo de los sectores sociales que se han movilizado. 

Ojalá aún haya tiempo para eso.

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