Nunca más el “mal menor”

Explotó lo que se venía insinuando hace años, y que en las últimas elecciones presidenciales alcanzó su mayor síntoma, cuando millones de chilenos decidieron no votar, pues evitar el segundo gobierno de un empresario con antecedentes, no era suficiente motivación frente a la alternativa ofrecida. 

Aunque se trata de una protesta transversal, estoy seguro de que es la presencia de la gente que dejó de participar de esas elecciones la que hace que sea históricamente masiva. Esos millones de chilenos hoy están en la calle, divididos en dos grupos: uno minoritario, que se dedica al saqueo y al vandalismo, y otro diez o cien veces mayor, que se funde con aquellos que sí votan y están igual de decepcionados, indignados, pero conscientemente empoderados. 

La protesta está justificada por razones de dominio común. No voy enumerar la lista de inequidades que hacen de Chile uno de los países más ricos de la región y al mismo tiempo uno de los más desiguales del mundo. A esta altura, hasta los más miopes están enterados de las demandas sociales que reclama transversalmente la población. 

La gente se cansó de vivir bajo el paradigma de “escoger el mal menor”. Esa es la principal causa de la abstención electoral y la sensación de inutilidad del voto como instrumento de cambio.

Sin embargo, el cansancio llegó más allá. Ahora tampoco acepta la militarización de las calles con la excusa de combatir el vandalismo. Si el “mal mayor” son los saqueadores y el “mal menor” son los abusos policiales, la gente se rebela y opta por una tercera vía: organizarse a nivel vecinal, defender sus barrios, y seguir protestando contra las malas prácticas de un gobierno con conductas dictatoriales. 

Si el “mal menor” es escoger un canal de TV lo menos comprometido posible con una elite de poder desacreditada para acceder a la información, la gente opta por las redes sociales y los medios independientes. Porque decisiones editoriales vergonzosas, como repetir en un loop eterno, secuencias de un auto siendo volcado o un militar pateando a una persona, causan rechazo. 

Y si el “mal menor” es quedarse en la casa y no participar para evitar el “mal mayor” de ser reprimido, la gente ha optado también por una tercera vía, unirse, perder el miedo, y salir a la calle a cara descubierta, en masa, a gritar su rabia y pelear su lucha. Y la de todos. 

Ya no vamos a aceptar “males menores”. Llegó la hora de luchar por el bien. Es tiempo de generar una democracia construida desde la soberanía popular, desde los ciudadanos, desde la realidad. 

Y ya no caemos en el miedo individualista, la lucha es por el bien común y por alcanzar el sueño del buen vivir, que practicaban nuestros antepasados mapuche.

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