Papa Francisco, ¿el invitado de piedra?

Entre US$ 7 a 11 millones costaría la venida del Papa a latitudes nacionales. Quién lo diría… la inminente visita del Jefe de Estado Vaticano e Iglesia Católica mundial, concentra más atención por los costos de su visita, que por una serie de otras circunstancias políticas y pastorales que encarnaría.

A diferencia de los anteriores, este Papa proyectaría un franco deseo de reforma al interior de la Iglesia, la cual, como cualquier organización humana contiene diversos intereses, desde los más conservadores, a los más progresistas, pasando, inclusive por los liberales. El líder religioso sería un jesuita progresista, mientras que por otro lado su nacionalidad argentina posibilitaría una mayor afectividad en cuanto a su recibimiento por lo menos en los medios o grupos de interés del país.

Curiosamente, El Mercurio y su consorcio periodístico asociado, así como también La Tercera, han puesto a Benito Baranda en aprietos para la debida explicación de los costos y la gestión de los mismos. Algo que era más esperable de definiciones de izquierdas y laicas en su radicalidad. El papel de medio laico no confesional parece recaer en los diarios más conservadores esta vez.

Junto con lo anterior, el Papa Francisco a nivel Global tiene una definición apostólica de denuncia y superación de las evidentes desigualdades a nivel global. Lo mismo en cuanto condenar las prácticas abusivas que permite el capitalismo a propósito del hambre y procesos migratorios, entre otros. El medio ambiente ha sido un tema central en su agenda valórica que ha tratado de contener las prácticas económicas del capitalismo extractivista que contribuyen al cambio climático.

Todas estas cuestiones que, de acuerdo al Concilio Vaticano II, resultan básicas para la práctica de la Santa Iglesia respecto de sus hijas e hijos esparcidos por el mundo, creyentes en la fe judeo, cristiana apostólica y romana o no.

Si esto es así, ¿la elite chilena se siente interpelada? No parece ser uno de los temas de fondo hoy.

El aludido ha anunciado que su visita se extenderá por los lugares donde existen conflictividades profundas y simbólicas como la Región de la Araucanía.

Ahí, la cuestión étnica, en cuanto conflicto profundo, suma la problemática capitalista del extractivismo forestal y la pobreza tal como en el extremo norte, existe un intenso dinamismo migratorio, y cuestiones fronterizas siempre calientes que interpelan, una vez más, intereses contradictorios.

En lo pastoral, el Obispo de Osorno, representa una controversia, dada la ratificación en su cargo pese a mantener una relación con el abusador sexual de menores Fernando Karadima. Algo que puede ser leído como una lamentable transacción política interna dentro de la iglesia.

Estas evidencias hacen de la visita de Francisco algo difícil de administrar. Un invitado de piedra para unos, menos incómodo para otros. A diferencia del recibimiento del Papa polaco Juan Pablo II, Francisco recibe cuestionamientos desde lo más sensible que el chileno promedio puede resentir, el bolsillo.

En ese sentido la visita de Francisco podría quedar encapsulada desde sectores más conservadores de la curia chilena, ya muy dañada en prestigio e intencionando otro mensaje pastoral, diferente al pronunciado en Río de Janeiro, centrado en una Sociedad Nueva, donde la corrupción, la desigualdad y las injusticias deben enfrentarse en todo ambiente y sin dejarse persuadir por las mismas.

Esperemos un sermón de profundidad pastoral, anclado en la geopolítica social, económica y cultural de este nuevo Papa y que pueda ser entendido desde una perspectiva analítica útil para contribuir a un Chile más justo, fraterno, solidario, tolerante, democrático y por sobre todo laico. 

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