Partidos y disciplina consensuada

Mariano Ruiz-Esquide
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La política chilena ha entrado en una tormenta de arena del desierto donde la ley arábiga libera de culpa al que comete un delito o un error garrafal.

Para que los partidos políticos puedan enfrentar este periodo de confusión que se asemeja a las tormentas del desierto se requieren algunas exigencias de su institucionalidad y de sus militantes.

En el caso de nuestro Partido, la Democracia Cristiana, hay un cierto símil con nuestra visión de doble posición del ser humano: somos individuos con obligaciones con la sociedad y somos personas con derechos superiores a la sociedad. Es el dueto de derechos y deberes de ambas partes.

El derecho del militante de dar su opinión es inalienable y en algunos es un verdadero deber. El deber del Partido es tener una organicicidad previa y claramente señalada para que se resguarde el bien común partidario y la disciplina por consenso.

¿Por qué he querido plantear este tema? Por que cuando entramos a nuestro partido asumimos, a su vez, que hay tres niveles de temas.

Lo doctrinario que exige unidad esencial.

Lo programático que permite libertad dentro del consenso.

Lo político que se abre a la libre interpretación.

En todo siempre fraternidad y respeto a la verdad y el bien del partido y de Chile antes.

Esta semana se ha abierto esta discusión a raíz de una entrevista de nuestro camarada Jorge Burgos señalando asertiva y claramente que la DC no puede seguir con el Partido Comunista por su exceso de poder en el Gobierno y porque tenemos un acuerdo de la DC que estaremos en la Nueva Mayoría sólo hasta el fin del gobierno de la Presidenta Bachellet.

No comparto ni la forma ni el fondo de este planteamiento. No he encontrado ningún documento que así acredite dicho acuerdo y solo hay interpretaciones.

No es una buena costumbre entregar un texto que contiene materias que tratará el Consejo Nacional hoy mismo y la Junta Nacional en 15 días más.

No puede nadie en el Partido decir públicamente que el Gobierno y la DC son un fracaso y un tren descarrilado si se ha sido ministro del Interior y Jefe de Gabinete hasta hace unas semanas.

La vieja costumbre de pautear a los militantes en materias de conducción política desde fuera es implícitamente una extralimitación del derecho a entregar opinión.

Es evidente que tal declaración  le hace daño al partido. Cuanto habríamos apreciado que Jorge hubiera esperado solo tres días y nos ilustrara en el Consejo de hoy.

¡Cómo no desear un debate tranquilo y serio incluso invitando al actual ministro del Interior y a ex Presidentes del Partido!

Los militantes, Consejeros o no, tenemos opiniones razonables que dar, tanto como quienes han sido personeros de gobierno, aunque reconocemos fraternalmente su valor magisterial.

Por ello no pueden abusar de esa facultad que le reconocemos, porque ya lo dijo Unamuno,"hay que convencer camarada, no solo vencer desde la altura".

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