Paz política, paz social

El acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución acordado ayer por la mayoría de las fuerzas políticas es un avance muy significativo. Los países no resisten que su Constitución esté en permanente campo de batalla. La democracia requiere que nunca se atrofie la capacidad de dialogar y de lograr acuerdos. He ahí la principal importancia de lo que ocurrió ayer (pese a la inexplicable ausencia del PC). 

Ahora, hay dos riesgos que no podemos callar. 

El primero, es la sobre-expectativa. Los sectores de izquierda han transformado a la Asamblea Constituyente y a la Nueva Constitución en una especie de remedio de todos los males. Y lamento contarles a los lectores que la consagración de derechos sociales en los textos constitucionales no resuelve el dilema del gasto social: mucha demanda, limitada disponibilidad de recursos. Por eso es clave no comprarse cantos de sirena. 

Y el segundo, es el ensimismamiento. Parte de la crisis que vivimos hoy dice relación con el excesivo tiempo que destina la elite a ocuparse de sus temas, de sus agendas, de sus preocupaciones.

Es cosa de mirar los debates presidenciales, donde la triste realidad de la salud pública o la insuficiente pensión básica solidaria no salía ni por si acaso. Entonces, que no ocurra que el debate constitucional termina por anular la prioridad de las agendas sociales. 

Ayer se firmó la paz política, lo cual es indispensable para la democracia. Pero solo lograremos la paz social cuando aseguremos condiciones mínimas de dignidad para todos los chilenos.

Cuando terminemos con los abusos y privilegios que hacen de la vida de la elite cultural, políticos, empresarios, rectores de universidades, animadores de televisión, líderes sindicales, etc. algo tan distante de la vida de los chilenos. Cuando hagamos reformas sociales que aminoren la sobredosis de individualismo de nuestro modelo, cediendo en favor de una inyección de solidaridad. 

¿Cómo avanzamos hacia allá? En primer lugar, medidas concretas que combatan los bajos niveles de ingreso de muchas familias.

Requerimos subir la pensión básica solidaria, mejorar el ingreso mínimo, exigir al Banco Estado renegociar sus deudas y explorar una condonación parcial del CAE (entre otros).

Luego, asumir una decidida agenda antiabusos que termine con las inexplicables penas a los delitos para casos de abusos y colusiones; que persiga las evasiones de impuestos; que termine con los abusos del retail; y que fiscalice como las grandes tiendas tratan a sus proveedores. Y finalmente, requerimos reformas que hablen de terminar con el monopolio de las AFP, de crear planes únicos de salud, de incluir la participación en las utilidades en el mundo del trabajo y el cobro diferenciado del IVA. 

No existe paz sin justicia social. Pero tampoco existe justicia social sin orden público e instituciones firmes. Estemos a la altura de construir la segunda transición de Chile.

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