Perspectivas presidenciales de la oposición ¿una tragedia griega?

Un amigo me ha pedido opinión sobre el riesgoso desenlace de un escenario de múltiples candidaturas presidenciales de la centroizquierda, y los caminos posibles para salir del impasse.

En primera mirada, el horizonte luce como tragedia griega. Ninguna persona descuella y no se vislumbra una fórmula para resolver la fragmentación. Peor aún, se han ido configurado dos izquierdas. El PC, después de participar en el gobierno de la Nueva Mayoría junto a los partidos de la Concertacion, ha decidido constituir un polo radical, disputándole ese espacio al Frente Amplio. Ha abandonado la opción de conformar una coalición capaz de gobernar. Por otra parte, la socialdemocracia o socialismo democrático, no logra configurar una fuerza compacta y gravitante. Y su relación con la Democracia Cristiana, si bien se mantiene, no posee los lazos de antes.

En este cuadro, es alta la probabilidad de que triunfe un presidente de derecha. Tal gobierno carecería de capacidad y de voluntad de ejecutar transformaciones sustantivas luego del estallido social y la pandemia; ni de realizar la transición a una nueva Constitución. Con otro gobierno tan ineficaz como el actual viviríamos tiempos de conflicto social y estancamiento, amenazas de populismo y autoritarismo. Chile no progresaría.

Por tanto, el desafío principal es aglutinar a los sectores socialdemócratas y afianzar la coalición de centro izquierda con un candidato o candidata de sus filas. ¿Cómo salir del impasse antes del 4 de mayo? La idea era acordar una candidatura común de la convergencia progresista antes de esa fecha límite para inscribir las candidaturas a la primaria legal. La negativa del Partido Radical ha restringido ese posible acuerdo al Partido Socialista y al Partido Por la Democracia. Ante ese escenario, se han planteado tres mecanismos: preprimaria, encuesta o convención. Estimo que las tres tienen escasa viabilidad, salvo que la situación varíe notoriamente después de la elección de la constituyente.

Si los resultados son desilusionantes para los partidarios del apruebo, por la dispersión de listas, después del 11 de abril es concebible una reacción en favor de una nueva convergencia, incluso con sectores del Frente Amplio. Si así no fuera, también puede ocurrir que la ciudadanía vaya concentrando sus preferencias en una o dos personas, antes del 4 de julio, día de la votación en las primarias.

El problema de fondo es que el sistema de primarias está perdiendo eficacia. Opera cuando hay pocos candidatos fuertes, no funciona cuando hay numerosos candidatos débiles. Recordemos la historia. En 1993 y 1999 hubo dos precandidatos presidenciales, Frei-Lagos y Lagos-Zaldívar. En 2005 no hubo primaria, Michelle Bachelet fue la única, luego que Soledad Alvear declinara competir. En 2009 hubo una primaria entre dos, Frei y Gómez, sin embargo otro candidato, Marco Enríquez-Ominami, dejó la Concertación y fue directo a primera vuelta, produciéndose la primera derrota de la Concertación en 20 años.

En 2013 se aprobó la ley de primarias. Ese año, Michelle Bachelet compitió con varios candidatos, pero riesgos de fragmentación no existían, pues ella atraía el grueso de las preferencias. En 2017 se aprobó un nuevo sistema electoral, poniendo término al binominal. Y las fuerzas que conformaron la Nueva Mayoría se dividieron. No hubo primarias y varios de sus candidatos fueron directo a primera vuelta: Guillier y Goic, ME-O y Navarro; luego arremetió el nuevo Frente Amplio con Sanchez. Ganó la derecha en segunda vuelta.

Mirando de 2022 adelante ¿qué fórmulas se pueden avizorar para conformar coaliciones progresistas con capacidad de gobernar, en el nuevo sistema electoral?

Aparecen tres ideas, por ahora. Primero, aglutinar finalmente a las fuerzas socialdemócratas en una federación, confederación o movimiento nuevo. Se ha intentado varias veces sin éxito, aunque no hay que darse por vencido. Segundo, reformar la ley de primarias incorporando una segunda vuelta, si alguno no consigue un piso mínimo de 30%, por ejemplo. Y la tercera es evolucionar a un sistema semipresidencial, donde el primer ministro se elige por el Parlamento y allí se configuran las coaliciones. Este último tema será debatido en la Asamblea Constituyente.

Debemos anticipar que está en curso una importante transformación social y del sistema político. Hay nuevas generaciones mejor preparadas, se crearán nuevos vínculos entre partidos y movimientos sociales, se fortalecerá la sociedad civil, y las nuevas tecnologías permitirán una alta participación ciudadana. Para construir un futuro mejor el progresismo deberá cohesionarse con dos propósitos prioritarios: Impulsar la evolución hacia una democracia representativa, abierta, participativa e inclusiva; y conjurar el peligro de un debilitamiento de la democracia, que facilite el surgimiento del populismo y el autoritarismo.

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