Políticos haciéndose los crespos

Los políticos, parlamentarios, dirigentes partidarios y militantes de renombre, sus familiares y conocidos, otros miembros de partidos prácticamente inexistentes o de fracciones microscópicas de la escena, algunos independientes bien conectados, amigos nuestros, etcétera, todos se hacen "los crespos" por estos días para una diversidad de propósitos relativos al acceso a posiciones de poder formal en democracia. Y hacen alianzas o tratan de hacerlas para maximizar sus chances de lograrlo.

La clase política chilena está ansiosa y la confusión podría llegar a ser grande; los más poderosos hacen gambitos estratégicos y apuestas de toda especie mientras los que cuelgan de las listas a duras penas, sujetos con dientes y muelas, han llorado amargamente frente a las cámaras de televisión porque se han considerado en desventaja.

Pasaremos todo el año en esta función y El Mercurio nos recordaba hace unos días que por lo pronto habría 2.768 cargos en disputa para alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes, al punto que nos podríamos quedar cortos de candidatos. Es decir, habría para todos, sería cosa de ponerse de acuerdo de una vez para presentar un solo candidato a cada cargo, dejando la repartija en manos de los partidos, no del pueblo, lo que suele ser siempre parcialmente cierto. Pero afortunadamente se inscribieron más de 20.000 candidatos, 2.000 y algo para constituyentes, todo un éxito.

Más adelante vendrán las primarias presidenciales, de senadores y de diputados, para rematar en las elecciones presidenciales, de senadores y de diputados propiamente tales. Aquí los espacios son más estrechos y las coaliciones se desarman y vuelven a armar, una y otra vez, detrás de determinados nombres. Cuesta seguirle la pista al asunto en medio de este despliegue polidimensional. Más todavía, cuando todo ocurre en medio de la pandemia que levanta su segunda ola, como en un cuadro de Hiroshige, para dejarse caer sobre una fiesta de Cachagua y sobre toda la población.

Los telespectadores -que es lo que finalmente somos, recluidos en nuestras casas-, observamos este asunto todo el día porque el periodismo ha supuesto que tal cosa es lo que queremos ver, una especie de status farandulero de la política, un tedioso reality donde se mezclan personajes públicos de distintos calibres y tonelajes con seres anónimos que buscan por primera vez su oportunidad, afortunadamente interrumpido por el escándalo de lo acaecido a la democracia norteamericana, el de los búfalos en el parlamento y los preparativos para llegada de don "pato" Biden.

Acá todos corren esquivando al "chacal de la trompeta", que puede encontrarles en cualquier rincón si no son prudentes. Es como una gran pista de hielo sobre la que se deslizan los personajes procurando no resbalar y mantenerse en juego. Por si no lo hemos notado, se preparan para gobernar y para gestionar los asuntos y, lo más relevante de todo, los recursos públicos. De eso se trata. Y nosotros seremos convocados durante todo el año que comienza a impecables procesos eleccionarios a los que algunos concurriremos y cuyos resultados mostraremos orgullosos al mundo el mismo día de realizados los escrutinios, antes de que se ponga el sol. El presidente del Servicio Electoral se declarará satisfecho, como es habitual. Los ganadores serán automáticamente confirmados. Nosotros nos iremos a dormir.

En el transcurso, habremos depositado nuestra confianza en que la nueva Constitución de la República que construiremos, en delicado proceso, traerá consigo una solución para muchos de nuestros problemas, que no son pocos, con fecha tope de diseño para su ratificación popular -la salida, el "output"- en abril de 2022. De hecho, en marzo próximo ya habremos seleccionado a los constituyentes, 155 personas en quienes delegaremos la tarea de construir esta pieza normativa que hemos considerado fundamental para el devenir.

Mientras todo lo anterior ocurre estaremos como "loros en el alambre", intentando contrarrestar los efectos de la proliferación del narcotráfico y los brotes de violencia -las "movilizaciones sociales" que, al entender de algunos de la amenazante izquierda radical, son las que mueven verdaderamente al mundo- y cruzando los dedos para llegar a puerto con alguna guagua en brazos, que ojalá no sea igualita a sus papás. Y mientras tanto, no lo olvidemos, producto de una espléndida carambola habremos elegido de paso a un nuevo Presidente de la República.

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