Por la boca muere el pez

Piñera: “Ahora, el conductor hace bastante poco, ¿ah?”

Conductor del Metro: No, hace bastante en realidad…tiene que manipular las puertas, manipular la marcha, además mantener el control de pasajeros…

Piñera: “…ya, eso para usted es mucho. Para mí es poco. Es una estafa…”

Así, en 27 segundos, el Presidente Piñera despreció el trabajo que realiza un conductor del Metro.  El breve diálogo fue en la cabina de un tren, oportunidad en la que el mandatario estaba conociendo los nuevos carros de la empresa estatal.

Sus dichos, a los que algunos le bajaron el perfil por considerarlos “uno más de sus piñericosas”, generaron inmediata molestia entre los trabajadores del Metro porque, tras este gratuito ninguneo lo que queda en evidencia es que la principal autoridad del país, por tanto el principal empleador del Metro, tiene cero respeto por el trabajo que realizan sus empleados.

No reconoce su aporte ni menos el esfuerzo a plenitud para movilizar a los capitalinos a costa de operar incluso en turnos de noche y fines de semana so pena de sacrificar la vida en familia; núcleo familiar que por lo demás, tanto dice proteger el Presidente Piñera y su esposa.

Luego de esta “chispeza” Presidencial, convengamos que Piñera no necesita a los Varela, Valente o Rojas para que de vez en cuando la Derecha nos regale palabras sinceras que reflejan lo que realmente piensan sobre cómo debe gobernarse un país.

Piñera es un fiel discípulo del neoliberalismo. Y su fortuna la amasó no gracias a su trabajo con el capital industrial sino con la especulación con el  capital financiero como tantos otros empresarios y grupos económicos de nuestro país.

Y quizá por eso es que ve como “una estafa” el trabajo que se realiza en el eslabón de una cadena productiva como, por ejemplo,  la que se desarrolla en el Metro. Para él, ese trabajo es “bastante poco”, palabras de Piñera que bien podríamos interpretar como que a este trabajador le pagan mucho para lo que hace.

De ahí, que su espontáneo reclamo al trabajador del Metro, devele su concepción de fondo del “trabajo”, del valor que le otorga al trabajador, a la mano de obra.

Así, al descubierto lo que sinceramente piensa, cabe preguntarse, ¿cuál es el sentido que le otorga entonces al trabajo en la llamada “Revolución 4.0?, es decir, en un proceso de revolución tecnológica y digital que amenaza puestos de trabajo y anuncia nuevas formas de trabajo, ¿cuál es el sentido y el valor que la sociedad chilena le va a dar al trabajo en esta etapa histórica?

Pero en todo caso, esta concepción del “Trabajo” y su valor, ya más formalmente se expresa en la actual Agenda Laboral de Piñera, en la que imprime su deseo de seguir profundizando la flexibilidad laboral, a través de proyectos de ley como el Estatuto Laboral Joven que precariza aún más las condiciones de trabajo para los jóvenes pero también para los que tienen trabajo formal y estable y del Salario Mínimo, en el que propone reajuste plurianual, alejándose de la tendencia mundial de salir de la “línea de la pobreza”.

Sin olvidar el proyecto de Ley con el que quiere establecer el Teletrabajo, es decir crear condiciones legales para trabajar desde fuera de “la oficina”. Este es el mejor ejemplo con el cual el Gobierno de Piñera evidencia el desprecio al trabajo como espacio colectivo de desarrollo individual para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos.

Estimular, vía leyes, el individualismo es lo que ha permitido la expansión del neoliberalismo: trabajadores aislados, produciendo solos, sin contacto con sus pares y sin muchas opciones de organizarse, es sin duda el anhelo con el cual se elaboró  en Dictadura, el Plan Laboral del hermano del Presidente, José Piñera.

Y esta Agenda Laboral del Gobierno, está expresada en el ninguneo de Piñera hacia un trabajador del Metro. Sus comentarios distendidos, reflejan el pensamiento que tiene el tipo de empresarios que representa Piñera. Aquel en que se sostiene que los trabajadores producen poco, por lo tanto hay que retribuirlos poco.

Para estos empresarios, lo principal no es el capital humano, como les gusta llamar a los(as) trabajadores(as), sino el dueño del capital.  Un pensamiento conservador, anquilosado en estructuras mentales que chocan con las definiciones actuales de las empresas modernas, sustentables y sostenibles.

Por la boca muere el pez”, señor Presidente. Su desprecio por las y los trabajadores, su desprecio por el trabajo como espacio de sociabilización, donde uno se desarrolla como ser humano y desde el cual construye también una sociedad más justa, quedó en evidencia.

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