Preguntas desde Argentina sobre el Chile que viene

Desde su visión y su experiencia como hombre de Estado, ¿qué significa la llegada de un joven como Gabriel Boric a La Moneda?

Su llegada a la presidencia es una esperanza. Es fruto de la conjunción de varios procesos políticos y sociales que venían gestándose en los años recientes. El primero es un cambio generacional, estamos en presencia de una sustancial cantidad de jóvenes, hombres y mujeres, capaces de asumir la conducción del país, después de una prolongada preeminencia de una generación que luchó contra la dictadura, que construyó la gran coalición de centro izquierda y gobernó 24 de los últimos 32 años.

Esta nueva generación es la portadora de un mensaje de futuro, que combina por un lado las aspiraciones de la sociedad contemporánea que han irrumpido a nivel global, como el cambio climático, la salud, el feminismo, la digitalización y las relaciones horizontales; y, simultáneamente, la voluntad de extender los avances conquistados en derechos sociales básicos, en particular en pensiones, educación pública, salud pública y vivienda, y así reducir la desigualdad.

Boric representa ese nuevo espíritu, y el tiempo nos dirá si posee capacidad política y técnica de conducir una situación compleja en medio de las restricciones post pandemia.

El resultado electoral de las presidenciales y, antes, el de la Constituyente, ¿marcan el fin de la transición chilena en los términos en que era concebida?

La transición de la dictadura a la democracia terminó hace mucho tiempo. Chile posee una democracia institucionalizada, con respeto al estado de derecho, participación ciudadana cada vez mayor y exigente. La Constitución actual ha sido objeto de más de 50 enmiendas, y aunque tiene una ilegitimidad de origen, es una Constitución que garantiza un estado de derecho. La nueva Constitución corregirá una falla principal: la ausencia de una orientación social, que propenda a los derechos básicos universales. Establecerá una democracia social de derechos.

Distinto es lo que se puede denominar transición al desarrollo, en el siglo XXI, con mayor igualdad y dignidad, un nuevo pacto social, una economía pujante y sustentable. Un mejor nivel de vida para todos es una aspiración continua y una transición permanente, apremiante luego de una pandemia que ha acentuado las diferencias y los rezagos económicos sociales y políticos.

Si bien se trata entonces de dos transiciones, hay quienes las confunden, y esperan que la primacía de un estado de derecho conduzca automáticamente a resolver los problemas económicos y sociales. Sin duda, ambas transiciones se retroalimentan, pero no son lo mismo, y todos sabemos cuánto más difícil es lograr bienestar con igualdad. Una mejor democracia, con mayor participación electoral y un ejecutivo eficiente, responde mejor a las aspiraciones de las mayorías.

A su vez, una economía más igualitaria, y un Estado que provee los bienes y servicios básicos a todos, fortalece la democracia. Un programa progresista, por tanto, debe contemplar ambas. Pero nunca se debe olvidar que ambos procesos tienen dinámicas distintas. Instalada la democracia, a muchos les parece que basta con elecciones para que se transforme en una forma de vida asegurada, y las demandas ciudadanas se vuelcan rápidamente al bienestar económico.

Se suele descuidar la democracia, y caemos en las actuales regresiones democráticas que abundan en nuestra región. En el Chile de 2022, como lo fue al comenzar la democracia en 1990, se buscará avanzar en ambas. Esta vez se abre una oportunidad, única en el siglo: elaborar una nueva Constitución en democracia. Esta es la piedra angular que orientará el rumbo futuro, pero no garantiza la solución de los problemas. Al mismo tiempo, se debe transitar a una economía diversificada, con ciencia, innovación, mejor educación, verde, y con empleos de calidad, aprovechando los acelerados cambios tecnológicos. Ese camino es prolongado y requiere de una estrategia convenida y compartida.

Usted ha sido ministro de diferentes carteras en épocas muy distintas de Chile, como fueron los gobiernos de Salvador Allende, Ricardo Lagos y el primer mandato de Michelle Bachelet; ¿Cuáles serían los cinco o seis puntos o premisas en políticas de Estado que le aconsejaría priorizar al presidente electo una vez que asuma?

Tres prioridades demandarán una acción preferente del nuevo gobierno para superar sus principales debilidades, y sostener una misión de largo alcance.

La primera es ampliar la actual coalición, que es minoría en ambas cámaras del parlamento, de las gobernaciones regionales y alcaldías; y hacer esa ampliación sin bajar la vara ni mermar su vitalidad. La tarea principal será formar, paso a paso, una nueva coalición de envergadura, tanto electoral como programática.

Será necesario que muchos personeros del Frente Amplio dejen atrás la práctica de atacar a la centroizquierda, que pudo servirles para diferenciarse, pero no para gobernar. Por años estuvieron más preocupados de desplazarla, distorsionándola, que de enfrentar a la derecha. La nueva etapa de cambios necesitará unidad, pues el gobierno nuevo enfrentará una intransigente oposición conservadora, que representa más del 40% de los votos y gran poder económico y mediático. El presidente electo tiene la inteligencia, capacidades y carisma para corregir, y lo está haciendo. Ha contado con el apoyo incondicional de las fuerzas de centroizquierda para conjurar el riesgo de formas autoritarias.

La segunda prioridad es garantizar el orden público, combatiendo la violencia creciente que el Gobierno de Piñera no fue capaz de contener. El comportamiento de grupos minoritarios destructivos ha despertado rechazo y temor de amplios sectores medios y populares, favoreciendo a la extrema derecha.

La tercera prioridad es llevar a cabo transformaciones sociales, edificar un nuevo pacto social, manteniendo el crecimiento y las inversiones públicas y privadas. La estabilidad social necesitará de una reforma tributaria sustantiva. Los nuevos recursos deben destinarse a dar sustentabilidad social y ambiental, y el Estado habrá de acrecentar la capacidad tecnológica nacional.

El programa de la nueva coalición de gobierno está en restauración, para hacerlo viable. Las expectativas elevadas después del estallido social y luego de las campañas electorales no pueden ser satisfechas en el corto plazo. Las restricciones deberán transparentarse para evitar una frustración temprana. Estimo que el presidente Boric tiene el liderazgo, por su transparencia, empatía y convicción, para explicar qué es posible en cada momento y cuál es el camino de plazo largo; y puede recuperar la confianza perdida por años en dirigentes políticos y grupos económicos privados.

El presidente electo puede conformar acuerdos con el sector privado para proyectar nuevas innovaciones en cobre verde, hidrógeno verde, litio, energía solar, desalación de agua de mar, agroindustria, acuicultura, infraestructura y digitalización.

En algún reportaje anterior usted me dijo que una de las claves para el progreso y la superación de las desigualdades en Chile pasaba por fortalecer una educación pública y hacerla transversal... ¿Cuál cree que será el papel de Boric, exlíder estudiantil, respecto del "modelo educativo" de su país?

Sin duda, la educación es el pilar del futuro, crea mayor igualdad de oportunidades, despliega el talento de las personas, impulsa el desarrollo tecnológico, genera empoderamiento ciudadano y una cultura democrática. El presidente electo representa bien la urgencia de romper la segmentación social en educación y concentrar energías en levantar la calidad de la educación pública, favoreciendo a los sectores más pobres. El sector público representa apenas el 35 % de la matrícula en la educación primaria y secundaria, y deberá elevar su participación, con escuelas públicas de mejor calidad. Esta tarea implica destinar a los mejores profesores, y colocar el énfasis en la educación preescolar, de cero a cinco años, niños de sectores urbanos y rurales, combatiendo la desigualdad donde nacen.

Los gobiernos de centro izquierda avanzaron con dos instrumentos: créditos con apoyo estatal y gratuidad para los más pobres. Chile ha logrado la mayor cobertura en educación superior de America Latina, con un sustancial incremento de los inscritos en educación técnica, la mayoría de los quintiles más pobres.

En educación superior hay una gran aspiración por gratuidad, y el equipo del nuevo gobierno ha propuesto la condonación de deudas por créditos públicos, medida poco viable en lo inmediato por la magnitud del costo.

La ley de crédito debe ser reformada para condonar deudas de personas sin capacidad de pago, sea por falta de trabajo o por haber desertado de los estudios, y retirar a los bancos del sistema. El plan de gratuidad, instaurado en el gobierno de la Nueva Mayoría, debiera expandirse. No obstante, se deberá optar, no alcanzará para todo, y creo que corresponde priorizar la educación al inicio de la vida de los niños. Además, habrá que expandir los institutos de ciencia y tecnología, y estrechar la relación con empresas, que deben responder con innovación.

Con una nueva Constitución, que sepultará a la de 1980 (forjada en plena dictadura), y el presidente más joven de su historia. ¿Hacia dónde va Chile? ¿Cómo imagina los próximos meses y años de su país? ¿Cómo se saldan las demandas de octubre de 2019 aún latentes?

La convención constitucional es la piedra angular para orientar y sostener las transformaciones en las próximas décadas de Chile. El avance paralelo de la Convención con una presidencia que sintoniza con ese propósito facilitará los acuerdos. Sin ellos se correría el riesgo de fracasar y quedarse con la Constitución actual. El incentivo es poderoso para arribar a buen puerto.

El presidente electo de Chile es una figura que despierta esperanza y motiva el compromiso de las nuevas generaciones. Puede liderar el inicio de una nueva etapa de transformaciones en democracia, siempre y cuando vaya estructurando una base política sólida, y convoque a cuadros político-técnicos capacitados.

Boric tiene visión y madurez, es necesario apoyarlo, y también respaldar el trabajo que de los constituyentes. Es mucho lo que se juega. Se necesitará prudencia y sensatez.

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