Primer chequeo médico al gobierno Boric

Así como los médicos nos recomiendan hacernos chequeos rutinarios, los gobiernos también deben tener momentos de análisis clínico de su salud política. Gabriel Boric cumple un mes de gestión y lo hace demostrando una salud bastante aceptable, a pesar de las duras peripecias y sobresaltos vividos durante la campaña electoral y durante el período de instalación del gabinete. Pero estos primeros 30 días no dan para celebraciones, ni menos para fiestas que lleven a una resaca autocomplaciente.

No hay nada más peligroso para la salud que pensar que se está estupendamente y creer que no se necesita ir al médico, mientras empiezan los síntomas naturales del desgaste, de las decisiones difíciles, del roce inevitable con los amigos y el choque ineludible con los adversarios.

El Presidente Boric ha devuelto al país un clima de libertad y convivencia que cuesta dimensionar en su importancia porque se podría achacar al resultado espontáneo de la partida de Sebastián Piñera. Pero no lo es. Si hay algo que celebrar en este mes es la recuperación del espíritu de escucha política y diálogo social que se había perdido totalmente desde fines de 2019. Si alguien piensa que el gobierno de Boric ha crispado la convivencia cívica requiere también un chequeo médico porque algo no está percibiendo correctamente. De alguna forma, Boric abrió intencionalmente una etapa de reencuentro entre quienes tenemos el deber de conllevarnos.

La puerta ya no se abre sólo hacia un lado y los teléfonos no llaman sólo a los incondicionales, a los primos o a los socios comerciales. Es un mérito del Presidente haber construido rápidamente un clima mucho más adecuado, de escucha abierta, sin que ello implique reducir las diferencias o ceder al chantaje de los intereses particulares. Si no lo observa así, dele una mirada al resto de América Latina y el mundo para comparar el ambiente que se respira en nuestro país.

Los síntomas preocupantes radican en otro campo. Mientras las carteras sectoriales se han instalado consistentemente, y empiezan a avanzar en sus tareas, la primera gran debilidad ha aparecido en el seno del comité político de La Moneda. Surgen dudas relevantes respecto al control de la agenda mediática y legislativa, al comando de las policías, a la capacidad de enfrentar el alza de los precios, a la confiabilidad de las decisiones técnicas y sobre todo a la disciplina de la "gran coalición" oficialista, que aglutina a dos almas políticas dispares.

Ir al médico es siempre un ejercicio que lleva al disgusto, y es fácil confundir el síntoma con la causa de algo mayor. Sería erróneo personalizar la crítica en las ministras y ministros que forman parte de ese comité. Sería imprudente que pensáramos que los problemas que aquejan al gobierno recaen en las personas que están en esos cargos. Se trata de un dilema mucho más colectivo, que no tiene domicilio en La Moneda. Las debilidades del comité político del gobierno radican, en buena parte, en la flaqueza de sus partidos de apoyo. Especialmente por la compleja coyuntura interna que vive Apruebo Dignidad, espacio que debería ser, usando la metáfora de Iñigo Errejón, el "núcleo irradiador" de una conducción política más amplia, que esclarezca las metas, intuya los procesos de resistencia, ofrezca espacios de afirmación del programa de cambios y genere apertura frente a las cegueras involuntarias del gobierno.

Una fantasía recurrente de este tiempo es que se puede gobernar sin unas fuerzas políticas que pongan los pies en la calle y puedan ordenar la agenda nacional más allá de los muros de las instituciones del Estado. Eso no es posible. Haciendo zoom en la salud de los partidos de Apruebo Dignidad se advierte una fragmentación muy preocupante y una evidente ausencia de conducción, casi una acefalía.

¿No habrá llegado el momento de unificar siglas y banderas, evitar duplicidades absurdas y fortalecer no sólo al gobierno de Gabriel Boric, sino a todo el proyecto de transformaciones que está en curso? ¿No sería racional que al menos el Frente Amplio sea lo que dice ser, y en un plazo razonable se convierta en un partido federado, como opera en Uruguay? ¿No sería adecuado que Apruebo Dignidad registre vida propia, alineada claramente con el Presidente y contribuya a la gobernabilidad tanto en el Congreso, la Convención Constitucional y en la calle?

Sin ese proceso, los efectos indeseados de la frágil salud de los partidos oficialistas se van a seguir trasladando al gobierno. Sería bueno que se analice seriamente esta afección, ya que cualquier médico sugeriría mejorar las condicionantes sociales de la salud partidaria para prevenir futuras enfermedades gubernamentales, tal vez irrecuperables.

A mi entender, las principales dolencias del gobierno se pueden enfrentar consolidando un ambiente político que le dé mayor anclaje, con un hábitat de los partidos oficialistas saludable, que permita consolidar y desarrollar el programa de cambios factible. Por eso es necesario plantearse la hipótesis de avanzar, en etapas sucesivas, hacia la consolidación de una fuerza política unitaria, diversa, pero fuerte, que respalde al Presidente y su proyecto de forma orgánica, estratégica, arraigada a los territorios, sin duplicidades de entes que no aportan al impacto que se requiere. Ojalá Apruebo Dignidad le haga caso al médico y no nos lleve a pasar un disgusto.

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