PS, elecciones borrascosas

Antes de las elecciones internas, el PS parecía una taza de leche. Tanto así que los votos aprobados en el XXXI Congreso de principios de año, fueron todos aprobados por unanimidad, entre ellos ser el primer partido de Chile en declararse feminista. Nadie se explica por qué los días de junio fueron días de terror al interior del Partido. 

El Partido Socialista de Chile es un partido que adquiere plenitud potestativa en su Congreso, la autoridad máxima de su estructura. Los votos del Congreso son el guión de contenidos del partido. Las directivas heredan estos mandatos de la máxima asamblea del pueblo socialista y buscan materializarlos a través de acciones propias o con aliados. Hay mandatos que se reiteran en cada Congreso como la necesidad de una nueva Constitución, aprobada por una Asamblea Constituyente y sometida a Plebiscito. 

De modo que las directivas no elaboran planteamientos políticos de fondo, ni realizan alianzas espontáneas, ni sorprenden a la militancia con ocurrencias de última hora. Es una vieja tradición que impone aquello que las directivas son administradores del Partido hasta el próximo Congreso. Por eso, entendiendo que las elecciones significaban un premio al estilo de los candidatos más que al contenido de sus discursos, sorprendió tanto la rudeza de la campaña. 

La diputada Fernández - sobrevenida súbitamente en líder de una lista opositora al senador Elizalde - convocó para su sector un grupo de ex altos funcionarios de gobierno, organizados en torno a la idea de “recuperación”, junto a la pequeña corriente de opinión Izquierda Socialista.

La lista de Elizalde es de continuidad y unidad, agrupando a las corrientes de opinión históricas lideradas por Allende, Escalona y el propio Elizalde del sector tercerista, el más importante del partido a la sazón. 

Aún con los roces de campaña, nada como los días que se vivieron a partir de la noche de la elección. Bien entrada la noche, el TS dio a conocer el resultado del 25% de los votos - donde la lista de Elizalde obtenía un 67% y la de Fernández el 33% -, tendencia que se mantendría hasta el conteo final. La lista de Elizalde se proclamó ganadora, y la lista de Fernández no reconoció el triunfo, esperando el conteo final. La lista opositora comenzaría a transformarse en un grupo disidente. 

Diseñada por expertos electorales, se puso en marcha la primera embestida. La idea de concentrar los votos en Fernández creó la falsa ilusión de que habían ganado y por tanto, podían reclamar la presidencia del partido para la candidata más votada, aunque fuera de la lista minoritaria. Esto sembró la confusión más allá del partido: el objetivo era que el público se preguntara quién realmente había ganado las elecciones. 

Algunos se dieron a la tarea de explicar el sistema “parlamentarista” del PS, que es como decir que el diputado más votado no se trasforma en Presidente de la Cámara. Fue tiempo perdido, porque al paso de los días la exasperación general por la falta de resultados finales llevó a los disidentes a responsabilizar de la situación al propio Presidente del PS, que poco tenía que ver y menos hacer, ya que el proceso electoral estaba entregado a un órgano independiente como es el Tribunal Supremo.

Éste, además, recordaba que de acuerdo a la ley tenía 25 días de plazo para fallar. La directiva quedó atrapada: no podía escalar la crisis y dependía tanto como sus acusadores de los resultados del TS. 

Lo que convirtió una tensa disputa electoral en una tragedia fue que el apoderado de la lista disidente apareciese como el hombre ancla de un programa de canal 13, que denunciaba a electores socialistas como narcotraficantes, culpando de ello a la directiva del partido. Un escándalo nacional.

La prensa y los columnistas hicieron su agosto con la supuesta comuna narco, que tenía una presencia desorbitada en el padrón electoral.

Un fenómeno repulsivo y teñido de ironía si se considera que la titular del propio apoderado denunciante, obtuvo más votos que el Presidente del partido en esa comuna. El escándalo y el posterior escarnio al que fue sometida la colectividad es difícil de calcular, estimar y olvidar. 

La acción evidenciaba que la lista de Fernández no sólo no reconocía el triunfo, sino que lo impugnaba. Había recurrido a una denuncia televisiva como el medio adecuado para llamar la atención sobre su causa. “Nos ganaron porque el PS tiene vínculos con el narcotráfico” era el mensaje que querían transmitir y les dio resultado. No importaba que se usara como un instrumento de presión en pleno conteo electoral. Lo importante era el fondo: qué tan profundos eran estos vínculos en un partido de la importancia y trayectoria del PS. 

Mientras la gente se informaba y digería el fondo del asunto, el diputado Díaz y el militante Atria, se dedicaron a explotar en los canales de TV la idea de que el padrón del partido estaba contaminado por narcotraficantes, sin precisar si era más allá de la comuna de San Ramón, sembrando la desconfianza sobre el conjunto de la militancia partidaria. Más de 22 mil socialistas que fueron a votar ese día domingo quedaron bajo sospecha. 

La dupla disidente pasó horas en los medios atizando la sensación de crisis general del Partido por lo sucedido en una comuna, al mismo tiempo que proponían hacer nuevas elecciones - estando sin terminar las presentes - o posteriormente, sugería la creación de una mesa interina. Un intento patético de declarar un empate. Una última iniciativa fue realizar un Congreso extraordinario, sin hacerse cargo de la autoridad que lo convocaría ni del tiempo que demoraría, siendo el último papelón. 

El fondo del asunto no puede quedar sin respuesta. Cualquier organización puede ser penetrada por el narcotráfico, sobre todo a través del dinero. Lo que se espera es que la justicia investigue la denuncia y entregue antecedentes objetivos sobre los cuales tomar decisiones en consecuencia.

Elizalde anunció que se auditará el padrón completo del partido, lo que será una señal de transparencia como institución pública. Por su parte, el Tribunal Supremo anuló la votación de todos los militantes de la comuna de San Ramón. Esto desmintió la peregrina idea que esta comuna era decisiva en la contienda interna. 

Schilling y Aleuy han optado por la negociación. Nadie sabe que podría negociar un 1/3 del Comité Central con los otros 2/3, que fue el resultado que arrojaron las elecciones, especialmente cuando existen mecanismos de incorporación de la minoría a la Mesa del PS.

Tal vez el clima organizacional, debido a que se ha abierto una grieta de profunda desconfianza en su interior. Se rumorea que algunos podrían irse. Nada es seguro hasta la constitución del nuevo Comité Central. La disidencia apuesta ahora a que Fernández y Elizalde no ocupen la presidencia, ni formen parte de la directiva. El CC tendrá la última palabra. 

Lo que reveló esta disputa eleccionaria es el encono e impudicia de los medios con que fue llevado a cabo. El “escándalo” de San Ramón fue un bombazo a la comunidad partidaria, no solo porque es doloroso enfrentar situaciones reñidas con la moral y la ética de unos pocos, sino también por los daños profundos a la estructura partidaria de esa comuna, la credibilidad pública y la fraternidad interna. 

Nunca, dirigente alguno, utilizó un arma de tal magnitud para cuestionar la integridad de unas elecciones, dicen los viejos socialistas y al mismo tiempo reconocen el “momento gris y amargo” que vive el partido. Y pensar que en el último Congreso había acuerdo en los contenidos, unidad de propósitos para lograrlos y un espíritu de amplia colaboración con toda la oposición.

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