Que lo urgente no tape lo importante

La pandemia nos ha obligado a replantearnos todo, que duda cabe. Lo más importante es resguardar la vida de los ciudadanos, lo que también incluye asegurarles pisos mínimos de ingresos salariales que permita el pago de servicios básicos y alimentación, como mínimo, así como también, y una vez que esto vaya disminuyendo, que existan condiciones económicas para que todos los trabajadores pueden desarrollarse y que el país de a poco pueda retornar a la normalidad.

Soy un convencido que podemos priorizar la vida de las personas, y también, de a poco, ir dando estabilidad para retomar el crecimiento. Es ahí donde me quiero detener. Lo primero es para aseverar que el tipo de crecimiento no da lo mismo.

Si bien ningún país puede lograr salir del subdesarrollo sin crecimiento económico de por medio, también es cierto, y el estallido social así lo refleja, crecimiento no significa necesariamente desarrollo.

Debemos buscar un desarrollo integral, sostenible, en donde el medio ambiente, la sociedad y la economía se encuentren en la misma escala de valorización para los tomadores de decisión tanto públicos como privados. Una economía al servicio de la sociedad y el medio ambiente y no al revés.

El Reino Unido, por ejemplo, garantizó hasta octubre el 80% de los salarios a trabajadores afectados por sus pensiones de empleo, Alemania el 70%,  garantizando otros beneficios, incluyendo a los desempleados previo a la pandemia. 

Por otro lado, y una vez que la pandemia entregue un respiro, debemos replantearnos la carga impositiva, tanto para las empresas, como para las personas, que permita tener un Estado más fuerte, que no sea sólo espectador, sino que un activador real de la economía y entregue herramientas suficientes y dignas en materia educacional, de salud y transporte, lo que no implica restringir el emprendimiento de aquellos que lo quieran hacer, al contrario, es entregar reglas claras y de largo plazo.

¿Por qué no replantearnos el IVA? Es un impuesto que puede llegar a ser regresivo, ¿cuándo vamos a alcanzar niveles de impuestos a las empresas a la altura de América Latina y la OCDE?

Quizás el gran problema de nuestro país es que no hay un plan de desarrollo para los próximos 15, 20 o 30 años. Son muy escasos los proyectos que están pensando a nuestro país al largo plazo.

Muchos buenos proyectos comienzan a trabajarse, y una vez que cambia el color político del gobierno local o nacional, son desechados o paralizados, esto le hace mal al desarrollo de nuestro país.

En Europa, se realizan planificaciones de ciudades al 2030 y otras al 2050, en donde se involucran a las ONG, universidades, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos locales, regionales y naciones, entre otros, pero en Chile son escasas las iniciativas públicas que tienen estas características.

Debe haber voluntad política y privada de hacer los cambios sustanciales que Chile requiere al largo plazo, de lo contrario, todo lo que se hable no serán más que declaraciones de buenas intenciones.     

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