Reconstruir nuestra casa común

La crisis es una tremenda oportunidad para resolver temas pendientes. La Democracia Cristiana ha vivido momentos muy difíciles, antes y ahora, y siempre ha logrado superarlos. Los antiguos falangistas demostraron que no importaba cuánto demorara una fuerza política en llegar a la meta, si a cada paso contribuía a la tarea común y mantenía sus ideales.

Porque contaba con el testimonio de hombres y mujeres que a lo largo de décadas se dedicaron a servir a Chile y a las necesidades de su pueblo, fue elegida para conducir. Y cuando no fue lo suficientemente coherente, el pueblo la mandató para construir una oposición democrática y popular, que aprendiera de sus errores y se proyectara al futuro.

Estos dias hemos sido testigo de innumerables publicaciones, entrevistas y declaraciones sobre la crisis que atraviesa la DC, importantes militantes se han refugiado en los medios de comunicación controlados por la derecha de nuestro país, para emitir sus opiniones.

El conservantismo DC prácticamente monopolizó todos los espacios de decisión, sobre todo durante la campaña presidencial, impusieron su tesis, (camino propio, no someterse a primarias, lista propia de candidatos al parlamento) impusieron un programa, no escucharon, eludieron el debate de ideas, excluyeron.

Evitaron someterse a la institucionalidad partidaria cuando militantes de base interpelaron a algunos de ellos.

Pidieron la renuncia de quienes tuvieron que asumir el peso de sostener el partido. Fracasaron y arrastraron a la DC a una debacle de proporciones. Entonces, algunos no encontraron nada más fácil que fugarse ofendidos, otros, han preferido extender sus estados reflexivos, pero ninguno asume su responsabilidad del fracaso.

Así, la DC ha resultado ser poco consecuente y vacilante distanciándose de sus posiciones fundamentales. Poco a poco fue perdiendo identidad y ha visto debilitarse el respaldo del electorado. 
Militantes que ingresaron por razones bastardas, la falta de capacitación, la pura administración del poder y el debilitamiento doctrinario, la han llevado a posiciones de segundo plano y cosechar el abandono de los jóvenes, de los trabajadores y de los sectores medios. 


La disminución del apoyo electoral de la Democracia Cristiana se debe a que en muchos de sus cuadros de dirección se impuso un estilo pragmático y desalentador, junto a un pensamiento liberal que la apartó de sus raíces y le quitó el afecto de muchos chilenos. 


En forma poco clara, y en contradicción con sus principios fundamentales, se fue aceptando - tácitamente primero y expresamente después - un conjunto de cánones y reglas de actuación de un modelo excluyente, explotador e injusto. Y, pese a los debates y acuerdos internos, se siguió una ruta que se apartó de la profundización y fortalecimiento de la democracia y de la construcción de una sociedad más justa.

De esta manera la Democracia Cristiana perdió su carácter de vanguardia y la claridad de sus planteamientos, llegando al extremo de formular confusos análisis de la realidad que han conducido a conspicuos dirigentes a aceptar los criterios del modelo económico construido durante la dictadura.

Es necesario reconstruir lo poco que queda de nuestra casa común y con la urgencia requerida, pues es la tarea de esta hora, hay que juntar fuerzas y curar heridas. Junto con ello habrá que reiniciar el esfuerzo que permita superar un régimen económico que ha sido injusto, inmoral y deshumanizante, además ineficiente.

Superar esta crisis pasa por retomar la vanguardia del proceso político, ser capaz de romper moldes y marcar diferencias. La eficiencia y la eficacia deben estar al servicio de un pensamiento y un programa de acción.
Ser vanguardia exige actitudes consecuentes y coherentes, sabiendo que ello puede significar estar solo y ser incomprendido por muchos.

Las alianzas deben sustentarse en la claridad de las ideas, buscando los puntos de acuerdo a partir de lo que cada uno propone. Su límite es un mínimo común ético que debe ser compartido, pero jamás rebasado. Alcanzar el poder es una meta de todo político, más aún de quien postula cambios profundos en la sociedad, pero ello no puede ser a cualquier precio, pues, como lo hemos visto en estos años, las excesivas transacciones llevan a desnaturalizar el proyecto, a desvirtuar las tareas y a terminar en meros actos de administración del mismo modelo que se ha proclamado como injusto y opresivo.

Se debe seguir en esto el pensamiento de Eduardo Frei Montalva, Jaime Castillo Velasco y Radomiro Tomic Romero: hay que ser capaz de aliarse para constituir mayorías sólidas y consistentes, pero hay que rechazar los pactos y las alianzas que no son significativas y que distorsionan el perfil del Partido, conduciendolo a la ambigüedad y a la transacción en cuestiones fundamentales.


En este sentido, propiciar la exigencia de claridad y transparencia de lo que cada uno piensa respecto al futuro de Chile. ¿Con quién construir la unidad? El sentido de la verdad histórica de cada etapa debe observarse con todos sus matices, debe ser puesto sobre la mesa, para buscar el entendimiento sincero y claro, con todos los que están dispuestos a avanzar hacia un nuevo orden institucional, social, jurídico, político y económico de justicia y equidad. 


La principal forma de construir una verdadera alianza con otros, es teniendo claridad en el propio pensamiento y la disposición al encuentro fraterno. Con la identidad confirmada, conociendo los límites de las diferencias, se sabrá bien, hasta dónde están dispuestos a llegar. La unidad del pueblo chileno y la sociedad justa, debe ser consecuencia de pensamientos, ideales y afectos construidos en común, por sobre las reales diversidades que reconocemos. 


La actual Directiva Nacional trazó un itinerario, aprobado por el Consejo Nacional, que puede conducir a la superación de la crisis, en la medida que nadie se reste, implementar un proceso de reflexión, realización del Congreso Ideológico, tantas veces postergado, creación de una Comisión de Modernización y Cambio Estatutario y  elección de las actuales autoridades nacionales.

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