Reformateando la diplomacia chilena

En una de las escenas de la película titulada “Lincoln”, Daniel Day-Lewis, galardonado actor británico que en aquel film encarna a un agobiado y físicamente desgastado Presidente, inserto en un momento épico en la travesía de la historia estadounidense, sostiene en uno de sus diálogos que al momento de mapear una ruta exitosa, no basta solamente confiar en una brújula para saber dónde está el norte magnético.

Para avanzar a paso seguro y constante – remarca Lincoln a sus asesores - hay que tener presente que sin previo aviso pueden aparecer pantanos, montañas, desiertos o frondosos bosques e incluso de hielos, cada uno de éstos desafíos requiriendo distintos equipos o estrategias para llegar a sortearlos exitosamente y sin contratiempos.

Transcurridas más de dos décadas desde el día que numerosos países reestablecieron relaciones diplomáticas plenas con un Chile provisto de un entusiasmo sin par, de la musculatura necesaria para hacerle frente a múltiples expectativas que le planteaba tal instante de su historia, creando nuevas redes y mecanismos de asociatividad, la diplomacia de nuestro país está hoy en condiciones de re-energizarse y apuntar con mayor ahínco a dar un salto cualitativo del todo beneficioso, para un país que es muy distinto a aquel que hizo frente a los desafíos de la década de los noventa, en el siglo pasado.

Aún cuando podemos continuar destacando varios hitos que le han significado a Chile ser más que reconocido en el contexto internacional y por ello, llegar a ejercer influencias de distinto grado en la elaboración y discusión de la agenda global en las más diversas materias, llegando connotados ciudadanos a ejercer cargos de alta responsabilidad en foros multilaterales o en agencias internacionales de reconocido prestigio, ciertamente el tiempo transcurrido desde que se le aplicó a nuestra política exterior su último y acabado proceso de revisión/evaluación/ajuste, permite que todas las fuerzas vivas nacionales consideren positivamente participar en la elaboración de un documento consensuado, al mejor estilo de un Libro Blanco que aborde el presente y futuro de nuestra Política Exterior.

Este documento puede estar orientado a definir las prioridades que deben trabajarse en equipo en materias diplomáticas, pensando a un Chile cuyas fronteras son también aquellos lugares en donde residen cientos de miles de compatriotas, dispersos en los cinco continentes del planeta, con incalculables aportes hacia la ingeniería de un país que ciertamente se proyecta y atreve a materializar mucho más en el presente siglo.

Un Libro Blanco de la Política Exterior chilena debe ser comprensivo no solo en cuanto a los temas a definir y analizar sino que debe albergar espacios para todos quienes se encuentren comprometidos profesionalmente, ya sea en el espectro civil o militar, gubernamental o empresarial, académico o religioso, a contribuir a catapultar a un país que se beneficia al contar con una cancillería dinámica, coordinada, capaz no sólo de recabar información, sino analizando y anticipando la conformación de nuevos escenarios, con actores que están constantemente evolucionando, en países y regiones que nos son vitales para nuestro desarrollo.

El documento – que bien puede ser elaborado sobre la base de otros esfuerzos recientes, tales como los estudios “Principios y Prioridades de Política Exterior” y “Desafíos, Prioridades y Nuevas Dimensiones de la Política Exterior” – tiene el potencial de ser construido partiendo de una carta Gantt, definiendo e incorporando de manera inteligente y racional, escenarios, proyectos, metas, financiamiento apropiado, personal calificado y experimentado, con una dosis balanceada de realismo y, porqué no, de objetivos ambiciosos para un Chile que no es pequeño ni en tamaño físico, ni en cuanto a su economía, ni en el número de sus exportadores o bienes que éstos han llegado a ubicar en los más competitivos mercados del orbe, el espíritu emprendedor de sus mujeres, jóvenes, innovadores, ni en cuanto a la cantidad de temas que forman parte de la agenda internacional, ya sea a nivel bilateral o multilateral.

En momentos que Chile entero comienza lentamente a volver a energizarse con el advenimiento de marzo, ¿qué mejor tarea para quienes queremos un país activo y protagonista que el contribuir hacia la elaboración – en equipo - de un primer Libro Blanco para nuestra política exterior?

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