Reparación

Manuel Riesco
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Una vez más, el pueblo de Chile hace historia. En digna tradición, su energía ha cursado por un cauce democrático, que el sistema político abrió en el momento preciso. Quedan muchas batallas por delante. Perderá varias pero ganará las decisivas. Nadie debe tener dudas a ese respecto. Quizás la historia distinga el 25 de octubre de 2020 como el día en que el pueblo sepultó lo que se inició el 11 de septiembre de 1973. Junto con recoger sus justas y precisas demandas, que coinciden con los intereses generales de Chile, debe tener una adecuada reparación.

El  proceso revolucionario iniciado el 18-O y la nueva Constitución que ya constituye su mayor conquista, acabarán los abusos y corregirán las distorsiones acumuladas en medio siglo de restauración oligárquica. Dicha élite, ínfima e ilegítima, los “Hijos de Pinochet” cómo se los ha denominado, ha quedado al desnudo, aislada en las tres comunas del “rechazo”. Fue restaurada a sangre y fuego, por mano ajena que traicionó a la patria en complicidad con una potencia extranjera.

El país ha recuperado el sitial de respeto que le corresponde, en el centro de la vida nacional. Durante la restauración oligárquica, fue aplastado con violencia genocida por la contrarrevolución y el terror de la dictadura Pinochetista.

Tras acabarla con su heroica rebelión que se extendió durante buena parte de una década, fue marginado durante otras tres en que “el dinero se adueñó de la política.(Stefan Zweig)”.

En el Chile que nace, el trabajo será reconocido, respetado y retribuido como amerita la “naturaleza y el origen de la riqueza (Adam Smith)” de una nueva estructura económica verdaderamente moderna. Dejando atrás el rentismo actual, se basará en el valor que agrega a los bienes y servicios que se venden en mercados competitivos.

La nueva Constitución renacionalizará el cobre y otros minerales, el agua, y las otras riquezas estratégicas. Recuperará su renta para quien pertenece.

No basta con acabar los abusos y corregir las distorsiones de la restauración oligárquica. Por las humillaciones y sufrimientos infligidos, se necesita una adecuada reparación. Histórica, económica y política.

Durante la Revolución chilena, que se extendió desde mediados de los años 1960 hasta el 11 de septiembre de 1973 se acabó para siempre con el régimen agrario señorial y se recuperó las riquezas que pertenecen a todos. Ahora le será reconocida por la moderna sociedad que dió a luz.

No será la primera vez, que una nación moderna demora medio siglo en reconocer a la madre que la parió. Ocurrió con la propia Revolución Francesa de 1789, reconocida por sus hijos sólo después que la revolución de 1830 acabó con la restauración Borbónica iniciada en la  derrota de Waterloo (Albert Soubul).

Todas las víctimas de la dictadura, y también de la represión al 18-O, deben ser debidamente reparadas. En primer lugar liberando de inmediato a los presos políticos del 18-O. Sus victimarios deben ser identificados en todos y cada uno de los casos. Ellos y sus descendientes recibirán una compensación digna. 

Reparación especial merece el campesinado, que desde mediados de los años 1960 despertó de su siesta secular y se alzó masivamente a lo largo de todo.Ellos hicieron posible la Reforma Agraria que modernizó la sociedad chilena para siempre.

Los campesinos fueron las principales víctimas de la contrarrevolución. Los que impulsaron la reforma agraria no recibieron tierra alguna y a los asignatarios y los que tenían antes se las han venido usurpando hasta hoy. El país debe reconocer ahora su aporte a la modernización, reparar los abusos de que han sido objeto, restituir las tierras campesinas usurpadas, y proteger su propiedad remanente.

Debe acabarse de inmediato el abuso de usurpar mes a mes descuentos forzosos a los salarios de millones de trabajadores. Éstos son sagrados. No pueden desviarse ni por un momento de su destino íntegro y exclusivo, que es proporcionar una vida digna a los trabajadores y sus familias, incluidos sus viejos.

Los salarios no pueden ser desviados a financiar el sistema educacional, ganancias de ISAPRE, ni usura bancaria. Tampoco para financiar obras públicas o gastos generales.

Menos que nada, los salarios no pueden ser desviados a financiar negocios de empresarios.

Acabar el ahorro forzoso derogando el DL3500 que creó las AFP, y recuperar las cotizaciones previsionales permite duplicar hoy las pensiones y generar un superávit fiscal corriente importante, equilibrando las cuentas nacionales. Ello es urgente e imprescindible para enfrentar la crisis económica en curso.

Ello se puede lograr sin recurrir al fondo “de pensiones. El puñado de grandes empresarios que tienen en su poder el dinero allí registrado, deben devolverlo íntegramente a quiénes contribuyeron a formarlo. Cuanto antes mejor.

Con cargo al fondo, se deben restituir íntegramente las cotizaciones aportadas forzosamente al mismo por millones de trabajadores a lo largo de cuatro décadas y apropiadas por el sistema de AFP, netas de las pensiones pagadas por dicho sistema.

Ello significa restituir a todos los jubilados por este sistema, a los que están vivos y a los descendientes de quienes han fallecido, un bono equivalente a la suma de todas las pensiones que han recibido a lo largo de todos estos años. Se reparará así el daño infligido a todos ellos por la reducción de suspensiones, cuyo monto se ha rebajado a la mitad, en promedio, y mucho más en el caso de las  mujeres y otros grupos discriminados, para formar este fondo de inversiones empresariales.

A los trabajadores activos se deben restituir asimismo las cotizaciones íntegras que han aportado al sistema de AFP, no sólo el descuento de 10% a sus salarios registrado como aportes en sus cuentas individuales. Con una ganancia interesante.

Se abonará a la reparación que el pueblo de Chile amerita.

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