Sacándole lustre a la clase media

Después de escuchar al Presidente en sus anuncios de buenas nuevas para una “Clase media Protegida”, don Luis dejó por un momento de lustrar los zapatos de su Cliente. Levantó la vista y le preguntó si era miembro de la clase media.

- ¿Por qué me lo pregunta?- quiso saber el dueño de los zapatos.

- Porque con estos zapatos tan elegantes, que ahora le van a quedar más elegantes todavía, usted parece futre, futre de clase media… con todo respeto.

- Está algo agresivo esta mañana, don Luis. ¿Qué tiene contra la clase media?

- Nada, jefe. Es que el Presidente anunció puros beneficios para los futres. Y para uno, naca la piriznaca, ¿me entiende?

El Cliente se puso serio, pero no dejó  de encontrarle razón a su viejo amigo lustrabotas. Además estaba convencido de que los anuncios presidenciales son programas a largo plazo y no realizaciones inmediatas. Muchos de ellos tendrán que convertirse en proyectos de ley. De ahí pasarán a la Cámara de Diputados, luego al Senado, de nuevo a la Cámara… Y serán realidad si la oposición, que tiene mayoría en el Parlamento, da su acuerdo.

Algunos opositores advirtieron que el Presidente anunció algo que ya existe, desde que la Presidenta Michelle Bachelet impulsó medidas de protección social como la pensión solidaria y el bono marzo. Incluso antes, el Presidente Ricardo Lagos logró que se aprobara el programa Auge, con subsidios para distintas enfermedades, a pesar de la oposición de la derecha que ahora es Gobierno.

- ¿Y sabe qué más? - insistió don Luis, su Presidente también es futre y es de la clase media, igual que usted.

- ¿De dónde saca eso…?

- Él ha dicho que es hijo de un funcionario público y que toda su familia es de clase media. La diferencia con usted es que el Presidente tiene una de las mayores fortunas del país. Usted, en cambio, parece que no tiene tanta plata, porque sus zapatos serán muy elegantes pero va a tener que mandarlos a la reparadora… para cambiarles la suela.

Más que sorpresa, lo que el Cliente sintió fue incomodidad. Debía concurrir luego a una reunión con el gerente de una importadora y no podría sentarse con una pierna sobre la otra, como era su costumbre, para no mostrar el hoyo en la suela.

Entonces cayó en la cuenta de que la clase media vive enferma de apariencias y consumismo. Una tendencia que creció en los últimos 30 años, en la misma medida en que la pobreza del país disminuía del 40%, porcentaje de cuando terminó la dictadura militar, al 8,6%, según las últimas estadísticas de la encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen).

Al disminuir la cantidad de pobres creció la clase media, que entre 2006 y 2017 pasó del 43,2% de la población del país al 65,4%, según un reciente informe del Instituto Libertad y Desarrollo, vinculado a la derecha.

Mientras don Luis proseguía con su tarea, el Cliente recordó que la clase media apareció en Chile en la primera mitad del siglo pasado, cuando en 1920 llegó a la presidencia Arturo Alessandri Palma, nieto de un inmigrante italiano. Uno de sus lemas era terminar con la “canalla dorada”, es decir, con la oligarquía.

En 1938 Alessandri le entregó la banda presidencial a otro representante de la clase media, el profesor Pedro Aguirre Cerda. Fue la época de gloria del Partido Radical con los presidentes Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla, para ceder el paso a los presidentes Carlos Ibáñez (1952), Jorge Alessandri (1958), Eduardo Frei Montalva (1964) y Salvador Allende (1970), todos representantes de la clase media.

El ciclo terminó en 1973, con la instauración de una dictadura de 17 años apoyada por la derecha y los grandes grupos económicos, partidarios del libre mercado.

Ellos propiciaron la fórmula del “derrame”, según la cual “hay que cuidar a los ricos”, en palabras de Augusto Pinochet, para que su riqueza se desborde y llegue al resto de la sociedad.

El Cliente miró sus zapatos que se veían relucientes. Pensó en Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Claudio Arrau y tantos otros intelectuales de la clase media. Ellos surgieron en una época menos materialista, cuando la sociedad respetaba profundamente al intelectual, al profesor, al juez, al sacerdote, al militar y al carabinero, que eran modelos de autoridad dentro de una institucionalidad dirigida y guiada por las capas medias.

En ese momento se escuchó la alarma de un celular.

El Cliente se llevó la mano al bolsillo superior de su chaqueta. Pero don Luis apuntó con su índice a los zapatos. “Está listo, jefe”, le dijo, mientras se apresuraba a recoger del lustrín su celular Huawei.

Era la llamada de otro cliente que requería sus servicios… a domicilio.

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